Chile: ¿vamos al despeñadero?



Por Álvaro Ortúzar, abogado

Para qué estamos con medias tintas respecto de lo que ocurrirá el domingo. Kast propone enfrentar con dureza la violencia contra el vandalismo y mantener el actual sistema económico. Las interrogantes más comunes entre personas apolíticas y de centro son: si gana, ¿se instalará desde el primer día y de forma inmanejable la violencia y destrucción de la propiedad pública y privada? Los que así reflexionan asumen como un hecho que la izquierda alentaría las protestas y que los comunistas harán lo que sus centenarias doctrinas les mandan: intentar tomar el poder y desestabilizar las reglas jurídicas. Se imputará al nuevo gobierno la violación los derechos humanos de los vándalos y exigirán su indulto en la calle por tratarse de presos políticos. Kast, dirán, en materia económica sería la encarnación del abuso contra los más vulnerables. Luego, justificando los desórdenes, sostendrán que protegerá a los poderosos y que reducirá los impuestos para que las elites redoblen su prepotencia y desprecio hacia los demás.

En la otra esquina, si triunfa Boric desarrollará un programa en que el Estado será actor principal con nuevas reglas. Los preocupados -apolíticos y de centro- discurrirían así: miremos la Convención. La izquierda promueve el desmantelamiento de instituciones como el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional o el Banco Central, que velan por la aplicación de las leyes, de la Constitución y de la estabilidad económica. La estatización de muchas actividades comerciales afectará de manera irremontable la iniciativa privada en materias sensibles como la inversión, la generación de empleos, la propiedad privada de los ahorros. Se acabará el resguardo de derechos y, a través de sucesivas leyes (o resquicios) aumentarán los tributos, se promoverá el retiro de los ahorros previsionales hasta agotarlos, aumentarán los precios y la inflación será inmanejable.

Para el ciudadano común, entonces, el verdadero temor es que ningún candidato sería capaz de devolver al país a la senda de orden y paz, crecimiento y desarrollo. Entonces, deben pronunciarse guiados por el fatídico mal menor. Esta será la fuente más próxima de quienes decidirán por el nuevo Presidente.

Finalmente, los candidatos -solo en tanto aspirantes al poder y poco creíbles- han modificado sus programas hacia la moderación: no habrán detenidos en lugares que no sean cárceles, dice uno, gobernaremos con el sector privado y alentaremos la inversión, dice el otro.

Pero lo cierto es que la esencia de los programas apunta a otra cosa, más extrema, más preocupante para los ciudadanos y que se percibe: estaremos peor: ¿vamos al despeñadero?

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