Voto electrónico: le haría bien al país, posicionándolo como una gran democracia digital

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En el contexto de las demandas ciudadanas, de las exigencias de mayores niveles de participación en el proceso de toma de decisiones, de la necesidad de conocer la opinión de esta ciudadanía respecto de las diferentes cuestiones que se plantean hoy y también más adelante, surge la pregunta: ¿cómo podemos utilizar la tecnología para facilitar este proceso? Aunque existen distintos mecanismos de encuesta que permiten conocer la opinión de las personas, en ellos en general no se cumple la premisa: "una persona, un voto".

Vamos al tema de fondo. Entre quienes utilizan el voto electrónico para procesos de consulta ciudadana y también para procesos eleccionarios, destaca Estonia, uno de los países más digitalizados del planeta. Allí usan una plataforma electrónica llamada i-voting, instaurada en 2005, que ya ha tenido diversas votaciones. Durante la semana que dura el proceso, cada ciudadano estonio puede votar cuantas veces quiera y desde dónde esté (muchos fuera de su país). Éstos tienen derecho a cambiar de opinión, y la válida será sólo la última ciber-papeleta. De esta forma se evita el cohecho.

En Chile, vivimos recientemente una situación pionera en la consulta ciudadana impulsada por 225 municipalidades, en la que más de 2,5 millones de chilenos expresaron su opinión. Allí, más de la mitad de los sufragios fueron digitales. Estas tecnologías abren un espacio de participación creciente, directa y confiable, que son un complemento al proceso electoral clásico.

Resulta interesante analizar los beneficios y los riesgos de un proceso electoral digital. Comencemos por los beneficios. El Servel clarificó que para hacer una consulta ciudadana del tipo requerido por las Municipalidades requería 4 meses de preparación y un presupuesto cercano a los 30.000 millones de pesos; más miles locales de votación a lo largo todo el territorio nacional, debidamente resguardados con fuerza pública y habilitados para todas las necesidades de los votantes. Además, es necesario capacitar y contar con al menos 3 vocales de mesa por cada 350 votantes en el padrón: unas 1.300 personas para una comuna con 150 mil electores. También se precisan millones de papeletas impresas y distribuidas en los miles de locales de votación, así como personal para el recuento y consolidación de los resultados.

En cambio, el proceso de consulta digital puede llegar a costar una fracción de ese monto!

El ejercicio de la Consulta Municipal demostró que con la actual estructura "eleccionaria", como lo práctica el SERVEL, es prácticamente imposible organizar plebiscitos, elecciones y consultas de manera expedita. Aquí tenemos una segunda gran: se puede implementar en menos de un mes.

Otro beneficio: el voto electrónico permite, por su flexibilidad, costo y tiempo, todo tipo de votaciones y consultas ciudadanas, tanto a nivel nacional como a nivel local y municipal, en gran o pequeña escala. Lo que facilita procesos de consulta no solo a nivel de las grandes preguntas del Estado; sino que también consultas específicas de una municipalidad, por ejemplo, sobre una modificación al plano regulador.

Seguimos con las ventajas: permite incrementar en forma significativa el nivel de participación, pues no pone barreras de desplazamiento, a los viajes, ni restricciones a las enfermedades puesto que la urna "está a un click" del votante. Y esto quedó demostrado en la consulta municipal, al llegar a niveles de participación no lejanos de la consulta con papeleta.

Ahora bien, el sistema de votación digital también ha recibido críticas. Veamos algunas de ellas y cómo cómo se podrían resolver.

Se le ha cuestionado, primero, porque permitiría la posibilidad del cohecho; es decir, que alguien pueda presionar a otro a votar de una cierta forma, dado que no existe seguridad de que el votante se encuentra solo al momento de sufragar. Existen diversas formas para enfrentar esto; tomemos el ejemplo de Estonia que permite que las personas voten varias veces y considera solo su última opción de voto. Es decir, la persona "obligada" a votar podría llegar a su casa, y expresar nuevamente su opción definitiva.

También se ha señalado que el voto electrónico permite la suplantación, es decir, que quien vota podría no ser la persona que dice ser. Para ello existen múltiples opciones de autentificación remota, como el reconocimiento facial contra una foto de referencia o contra una base de datos registral, o bien el uso de la clave única.

Otro temor que se plantea es la posibilidad de recuperar el voto de cada votante, es decir que el voto no sea secreto. Los algoritmos de seguridad permiten hoy encriptar en forma individual cada uno de los votos, así como encriptar la urna al término de la votación (algoritmo de encriptación asimétrico con suma homomórfica), lo que impediría que se conozcan las preferencias de los votantes.

En resumen, existen hoy los mecanismos para avanzar en seguridad y transparencia del voto electrónico, por supuesto hay que ser muy cuidadosos y certificar cada uno de los algoritmos y procesos utilizados, para eliminar o mitigar cualquier vulnerabilidad que se identifique. Es fundamental que los ciudadanos tengan plena confianza en la integridad del proceso electoral que se esté utilizando.

En Chile, se pueden considerar diversos procedimientos que aseguren la integridad del proceso, como la utilización del padrón Servel; el uso de un algoritmo de encriptación que imposibilita conocer las preferencias de los votantes; el trabajo con una comisión electoral que custodia las llaves con las que se realiza el escrutinio; y diversos mecanismos de autentificación para verificar la identidad del votante.

Más allá de las necesarias mejoras de todo proceso, ha quedado demostrado, con esta consulta municipal, que la tecnología del voto electrónico está al servicio de una democracia más participativa, y que deberíamos aprovechar sus beneficios de menor costo, mayor flexibilidad y mayor participación por supuesto, velando por la seguridad e integridad de todo el proceso.

Esto le hará bien a la democracia y al país, posicionando a Chile como una gran democracia digital.

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