El agua es el recurso más importante para la vida. Incluso, en Chile, representa el 60% del Producto Interno Bruto, ya que es fundamental para diversos sectores económicos: agricultura, minería, turismo, acuicultura, forestal, etc. En este contexto, cada día toma mayor relevancia poner en la mesa distintas opiniones para cuidar este vital recurso.

En 2019, la UNESCO recopiló el trabajo de las prestigiosas Universidades de Talca, de Concepción y Austral de Chile y publicó el documento: “Antecedentes de la Relación Masa Forestal y Disponibilidad Hídrica en Chile” dando respuestas a un total de 14 preguntas sobre la vinculación entre el agua, bosque nativo y plantaciones de pino y eucaliptus. Por ejemplo, ¿qué es más eficiente mantener una ladera desprovista de vegetación o forestada? ¿Es cierto que las plantaciones forestales succionan el agua desde las aguas subterráneas? ¿Son las plantaciones forestales responsables de que se sequen pozos, norias, esteros y ríos en verano?

Con un lenguaje técnico y simple las instituciones académicas dan cuenta de sus propios resultados y los relacionan con otros investigadores de diversas partes del mundo. Una muestra de este trabajo lo reflejamos en estas dos preguntas:

-¿Existen diferencias en el consumo de agua entre una plantación forestal y una superficie equivalente de bosque nativo? ¿Es verdad que el bosque nativo produce agua y las plantaciones forestales la consumen?

(…) no se puede afirmar que el bosque nativo sea un productor de agua y las plantaciones sean consumidoras, ya que, para realizar sus procesos fisiológicos, los árboles capturan agua a través de sus raíces; esta agua es utilizada para el transporte de nutrientes y azúcares durante los procesos de la transpiración, fotosíntesis y respiración (…) se puede inferir que el consumo de agua es necesario para el desarrollo de las masas forestales, por lo que la afirmación de que el bosque nativo produce agua no tiene fundamentos biológicos ni ecológicos. No obstante, la tasa de consumo de agua difiere entre las especies, ya sean estas introducidas o nativas, así como también difiere según la edad de los árboles.

-¿Recomendaría la forestación como método de recuperación de los equilibrios hidrológicos?

Entendiendo por zonas degradadas las áreas en las que ha habido pérdida del complejo suelo vegetación y del rol que este juega como regulador de los equilibrios hídricos al interior de una cuenca, es altamente recomendable la forestación para alcanzar equilibrios hidrológicos y macroecológicos a nivel de las grandes cuencas (…)

(…) En Chile, existen varios ejemplos de cómo la forestación y/o reforestación de espacios degradados no solo han contribuido al mejoramiento del paisaje, sino que también han ayudado a restablecer en parte los equilibrios hídricos y ecológicos del entorno. Dentro de los ejemplos, se tiene lo ocurrido con el Cerro San Cristóbal, que a principios de siglo y por lluvias perdía el suelo. En 1921 se inició un programa de forestación, (…) y hoy es uno de los parques urbanos más grandes del mundo. Lo mismo se menciona respecto al Viaducto del Malleco. Su construcción buscó conectar las provincias de Malleco y Cautín al resto del país, donde existía un gran desarrollo de la agricultura. Pero, el impacto de la agricultura fue desolador (…) gatillando que el gobierno apoyara el desarrollo forestal del país utilizando las tierras que existían disponibles y erosionadas.

Entre las conclusiones del libro se señala que las masas forestales proveen servicios ecosistémicos ligados a el mantenimiento de la calidad del agua. Esto es posible porque por medio de las raíces son capaces de capturar los nutrientes excedentes de las actividades humanas y de fenómenos naturales, por una parte. Por otra, las masas forestales constituyen una efectiva barrera para la retención de sedimentos en zonas altas, disminuyendo la incorporación de partículas de suelo en el agua y evitando una reducción importante del oxígeno disuelto, favoreciendo con esto último la conservación de peces y otros organismos acuáticos.

A su vez, se hace un llamado a tener una política nacional que impulse un plan de I+D que apunte a la obtención de un mayor conocimiento acerca de las disponibilidades y funcionamiento de los recursos hídricos, superficiales y subterráneos, en diversos ecosistemas, y su relación con escenarios de incertidumbre climáticos y sociales. Solo de esta manera será posible establecer efectivas políticas públicas, sustentadas en conocimientos, certezas, interrogantes por dilucidar y, sobre todo, cooperación entre actores académicos, políticos, económicos y sociales.

Para conocer en detalle este libro puedes acceder en este link