La emboscada en que el Huáscar fue capturado y la atroz muerte de Miguel Grau

Combate naval de Angamos, en octubre de 1879. El Huáscar fue capturado.

En octubre de 1879, el monitor al mando de Grau fue capturado en Punta Angamos. Fue parte de un plan preparado para hacerle frente y forzarlo a combatir en condiciones adversas. Con ello se buscó poner fin a sus incursiones en los puertos chilenos. Acá un repaso a una historia tan interesante como brutal.


La instrucción era clara. Había que neutralizar al Huáscar. El monitor peruano, que había mandado al fondo del mar a la Esmeralda en Iquique, se había convertido en un problema para los altos mandos chilenos, que en ese primer año de la Guerra del Pacífico no conseguían imponerse en el mar. Peor aún, el Huáscar y la Unión, habían conseguido incursionar en las aguas chilenas, apresar algunas embarcaciones y hasta un transporte (el Rímac). Incluso, la Unión había llegado hasta la lejana Punta Arenas.

Mientras en Chile la crisis obligaba a hacer cambios en la dirección de la guerra, en septiembre de 1879, el Huáscar, junto a la corbeta Unión, se hallaban en Arica. Su comandante, Miguel Grau, había insistido al alto mando peruano por reparaciones para su maltrecho monitor y mejoras en las condiciones de su tripulación. Pero el presidente Mariano Ignacio Prado no atendió la petición y le asignó una nueva misión. Debían navegar hacia el sur, desembarcar oficiales bolivianos en Pisagua, luego seguir hasta aguas chilenas para causar los mayores daños. Eso sí, el Huáscar debía evitar a toda costa a los blindados chilenos, Cochrane y Blanco Encalada, muy superiores en tonelaje y armamento.

“En una comparación bastante gruesa podemos decir que el Huáscar desplazaba 1.130 Tn. Mientras que cada blindado chileno era de 3.560 Tn -explica el historiador Rafael Mellafe-. En términos de medidas, el Huáscar tiene un largo (eslora) de 60 mts. y un ancho (manga) de 10,66 mts. Las fragatas blindadas chilenas tenían una eslora de 64 mts. y una manga de 14 mts. Sobre el armamento principal, el Huáscar tenía 2 cañones Armstrong de 300 libras (indica peso del proyectil) mientras que los buques nacionales tenían 6 cañones de 250 libras”.

Hasta ese momento, el Huáscar desempeñaba sus funciones en medio de la expectación de los peruanos, que veían con algarabía cada incursión exitosa del monitor. “Al Huáscar se le seguía con mucha algarabía y patriotismo, cada llegada del Huáscar al Callao luego de sus travesías implicaba su recibimiento por multitud de peruanos y peruanas que se apostaban en el viejo puerto colonial a recibir al pequeño monitor y su gran capitán, explica a Culto el historiador peruano Daniel Parodi.

De hecho, Parodi agrega que el blindado desempeñaba una función estratégica importante, sobre todo tras la pérdida del acorazado Independencia, el mejor buque peruano, en el combate de Punta Gruesa. “La labor del Huáscar fue ganar tiempo para preparar la guerra terrestre y vaya que lo hizo, casi en solitario, contra toda la armada chilena persiguiéndolo. De alguna manera, la victoria peruana de Tarapacá, del 27 de noviembre de 1979, no se explica sin los casi 6 meses que el Almirante Miguel Grau y su monitor, el Huáscar, junto a su tripulación, prolongaron la fase naval de la Guerra del Pacífico”.

Con Grau zarpando desde Arica el 30 de septiembre, el alto mando chileno diseñó un plan para capturar de una vez por todas al Huáscar. La idea era ejecutar una emboscada, por lo que se dividió a la escuadra en dos divisiones, las que debían empujar al buque y cerrarle el paso, respectivamente. Así, lo obligarían a combatir. En cada división se asignó a un blindado; el Cochrane, al mando de Juan José Latorre y el Blanco Encalada, a cargo del capitán de navío Galvarino Riveros, entonces jefe de la escuadra.

“La idea era colocar estas dos divisiones navales en puntos por donde se sabia que pasaría el Huáscar con la Unión -explica Mellafe-. La Primera división de Riveros permanecería pegada a costa y cerca de Antofagasta. En tanto que la Segunda se mantendría 50 millas mar afuera a la cuadra de Punta Angamos, pero Latorre sabía que Grau no navegaba a no más de 20 millas de la costa, por lo que puso su segunda división a 25 millas de Punta Angamos”.

El Huáscar y la Unión recorrieron las aguas chilenas. Durante el viaje apresaron una goleta y llegaron hasta el norte chico. La noche del 4 de octubre, llegaron hasta Coquimbo. “Reconocimos su fondeadero, muy inmediatos a los buques surtos en la bahía y volvimos a salir sin novedad -escribía el comandante de la Unión, Aurelio García y García, en su parte al presidente Prado-. Por la mañana del 5 entramos en la rada de Tongoy. Acá resolvió el Contralmirante Grau que regresaramos al norte, pero tocando previamente en ciertos lugares acordados”.

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La decisión de Grau de regresar estaba fundada en el temor de exponer a sus buques. “Fueron avistados y rápidamente esa información llegó a Antofagasta -apunta Mellafe-. El 6 fueron avistados frente a Caldera y nuevamente la información fluyó a Antofagasta”.

El Huáscar en la trampa

En la madrugada del 8 de octubre, los barcos peruanos llegaron hasta Antofagasta. Ahí Grau, decidió iniciar un reconocimiento de la bahía. “A pesar de que se la había ordenado a Grau no acercarse a Antofagasta en la creencia que ahí estaba el grueso de la Escuadra chilena, ingresó a la rada de Antofagasta. Fue un error, porque eso fue informado a los buques de la Primera División”, detalla Mellafe.

Reunidos nuevamente en altamar, los buques peruanos reiniciaron la marcha. Pero a eso de las 3.15 de la madrugada, los vigías avistaron tres humos al norte. Era la división encabezada por el Blanco Encalada. De inmediato el Huáscar y la Unión, iniciaron una maniobra evasiva aprovechando su mayor velocidad. Comenzaban a dejar atrás a sus perseguidores, cuando avistaron otros humos, esta vez, era la división encabezada por el Cochrane, lista para cortar la retirada. El Huáscar había caído en la trampa.

“No quedaba pues, otro recurso que forzar a todo andar el paso por el norte -recuerda García y García en su parte-. Desgraciadamente los buques que venían del N.O (noroeste) estaban muy inmediatos y el blindado de su frente (el Cochrane) ganaba notablemente distancia”.

La Unión, gracias a su mayor velocidad, logró zafar de la tenaza. El Huáscar cubrió la salida iniciando el ataque contra el Cochrane. Ahí comenzó el combate a la altura de Punta Angamos. El comandante Latorre, a cargo del Cochrane, ordenó a la corbeta O’Higgins y al Loa que persiguieran a la Unión. La siguieron hasta la altura de Huanillos, pero no lograron darle caza.

Mientras, el Huáscar y el Cochrane intercambiaron disparos. Cuando la batalla llevaba alrededor de 20 minutos, un tiro del buque chileno impactó en la torre de mando del monitor. La explosión fue brutal y literalmente, pulverizó al comandante Miguel Grau. Así lo describió el oficial peruano Manuel Melitón Carvajal en su parte del combate. “Un proyectil chocó en la torre de mando, la perforó y estallando dentro hizo volar al señor contralmirante Miguel Grau, que tenía el mando del buque, y dejó moribundo al teniente primero Diego Ferreyros que le servía de ayudante”.

Latorre ordenó detener el fuego, pensando que el Huáscar se rendía. Pero el capitán Elías Aguirre tomó el mando e intentó una maniobra arriesgada en una jugada al todo o nada; espolonear al blindado chileno Blanco Encalada que se sumaba al combate.

“Riveros llegó después a la acción, cuando ya el combate estaba empeñado entre el Huáscar y el Cochrane y, quizás, un poco ansioso, abrió fuego en una situación que provocó daños al Cochrane, pero entre ambos buques encerraron al Huáscar obligándolo a detener el combate”, dice Mellafe.

Pero el Huáscar no lo logró y el buque quedó expuesto a una andanada de disparos. Aguirre cayó muerto. El mando lo asumió el teniente Pedro Gárezon. Pero tras una hora de combate, ya sin posibilidad de escapar de la trampa y con su artillería inutilizada, Gárezon ordenó hundir el buque. Tenía más de 30 marinos muertos y otros tantos se desangraban.

Pedro Garezon

Ahí se dispusieron embarcaciones para abordar y capturar al Huáscar. Los marinos chilenos abordaron pasadas las 11.00 y por la fuerza dominaron a la tripulación. “Hasta el día de hoy se discute si el Huáscar se rindió o no -apunta Mellafe-. Está la versión de que el buque peruano nunca arrió su pabellón y otra que sí lo hizo. Pero en la práctica, cuando los marinos chilenos al mando del teniente Simpson abordaron la nave peruana, ningún marino de esa nacionalidad se opuso, no existió combate de rechazo del abordaje, es decir se subieron al Huáscar y cerraron las válvulas que permitían la entrada de agua. En otras palabras, técnicamente no se rindió, pero en la práctica si”.

El combate finalizó con 33 muertos por el lado peruano y uno en las tripulaciones chilenas. Gárezon solicitó al teniente Simpson permiso para ubicar los restos de Grau. Los halló él mismo entre los restos destruidos de la torre; un trozo de pierna cercenado desde la mitad de la pantorilla y hasta el pie, que estaba calzado en un botín al que se le había volado la capellada. En un telegrama a la comandancia general de Marina, el capitán Riveros se refirió al hallazgo. “Tengo que decir a US. que solo se han podido encontrar pequeños restos del finado almirante Grau, los que se conservan cuidadosamente para darles digna sepultura”.

¿Cómo impactó la noticia de la muerte de Grau en el Perú? Parodi lo cuenta: “La muerte de Miguel Grau y la captura del monitor Huáscar en Angamos generaron en la prensa y en la opinión pública peruanas profundo pesar, en las Iglesias de todo el país se realizaron misas fúnebres en recuerdo del héroe caído y los bravos tripulantes del Huáscar. Primó, por supuesto el pesimismo, pero, de alguna manera, se sabía en el Perú que, tarde o temprano, Grau y sus hombres encontrarían su destino pues se batían solos contra una poderosa flota”.

“Respecto de su destino en ciernes, Miguel Grau exclamó, antes de salir a la campaña donde lo interceptaría la muerte que ‘yo no soy, sino, un pobre marino que trata de servir a su patria…todo lo que puedo ofrecer es que si el Huáscar no regresa triunfante al Callao, tampoco yo regresaré'. Al caer el Huáscar en Angamos, el Perú supo que comenzaba la fase terrestre de la guerra, el tiempo que ganó Grau fue valioso pero no suficiente para revertir un desenlace esperado de antemano”.

Miguel Grau

Sobre la polémica que cada cierto tiempo se genera con la eventual devolución del Huáscar al Perú, Parodi señala: “Yo pienso que hace tiempo peruanos y chilenos deberíamos ser más imaginativas en la manera como administramos nuestro pasado común, en este caso, un tema difícil como la Guerra del Pacífico. Otros países, en otras latitudes, lo han manejado mucho mejor que nosotros. Creo que, en lugar de jalonear al viejo monitor, que además ya no puede navegar, podríamos convertirlo en el Primer Museo Binacional de la Guerra del Pacífico, allí mismo en Talcahuano y de propiedad del Estado chileno para no entrar en torpes disputas nacionalistas y burocráticas”.

“Lo lindo del gesto, pues de eso se trata, es que haríamos flamear las banderas chilena y peruana juntas y que oficiales de las dos armadas acompañarían a los turistas visitantes en los tours dejando el importante mensaje de que la guerra es un tema superado al punto de que tenemos un Museo Binacional y lo podemos administrar bilateralmente”.

“Tengamos en cuenta que en la cubierta del Huáscar murieron Arturo Prat y Miguel Grau, los héroes de la marina chilena y peruana respectivamente, y que lucharon juntos en Aptao en la Guerra contra España 1864-1866. Así que tenemos aquí la oportunidad de lanzar un poderoso mensaje integracionista”.

En el libro Angamos: El día que se cazó al Huáscar (Legatum) de Fabián Berríos, se puede encontrar más información sobre el combate.

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