Columna de Paula Escobar: You touched my heart

Susana Herrera y Carlos III en octubre de 2022.

El vaso medio lleno de esta lamentable situación es que se corrigió. La Cancillería actual, conducida por el experimentado canciller Alberto van Klaveren, no solo sacó a Susana Herrera, sino que ha calmado los ruidos internos, después de un largo periodo de gruesos conflictos en ese ministerio.



El título de esta columna proviene de uno de los escándalos más exóticos del año, protagonizado por la exembajadora de Chile en Reino Unido, Susana Herrera. Este reveló uno de los talones de Aquiles de la actual administración, pero también su capacidad, esta vez, de enmendar el rumbo.

Recordemos que Herrera no tenía experiencia alguna en materia diplomática. Aquel amateurismo pasó a otro nivel cuando se conoció el proyecto Living Labs, que le presentó al gobernador del Biobío, Rodrigo Díaz, que incluía la construcción de un mercado de maderas en Santa Juana, con un financiamiento de cinco millones de dólares.

Esto no había sido consultado a sus superiores jerárquicos, como explicó la Cancillería. Algo grave en sí, pero más aún en medio del destape del caso convenios. Se pidió entonces la dimisión de la embajadora, lo que ocurrió el 22 de agosto.

Sus reacciones tras ser cesada del cargo fueron aún más faltas de criterio. En una comentada entrevista en CNN Chile, no solo no asumió ninguna responsabilidad, sino que reveló conversaciones con el Rey Carlos III.

“El rey me dice: ‘sabes, todo lo que me estás contando es algo que a mí me llena profundamente, you touched my heart (tocaste mi corazón)’. Entonces, me dice: ‘yo quiero, por favor, que conozcas mis fundaciones y mis charities (organizaciones benéficas)’”.

Involucrar en este lío al rey vendría siendo un desatino a nivel de campeonato mundial. Pero no terminó ahí: demandó al Fisco acusando de haber sufrido “una afectación a su integridad física y psíquica”, además de una “vulneración a sus derechos fundamentales” por parte de la Cancillería. Pidió a cambio una indemnización de 190 millones de pesos, además de exigir disculpas públicas de la Cancillería y que estas fueran notificadas a la mismísima monarquía británica…

La respuesta a esta demanda por parte del Consejo de Defensa del Estado -conocida esta semana- es elocuente. Acusa a Herrera de actitudes no correspondientes con su cargo y de “perseverar en su interés particular” en desmedro de la lealtad que le debía al país. Asimismo, señala que la Cancillería se enteró de la comunicación por carta entre la exembajadora y el GORE del Biobío “una vez que esa misiva ya había sido enviada a la autoridad regional, habiendo sido meramente notificada dicha Secretaría de Estado de este hecho, sin mediar una solicitud de autorización para llevar a cabo este acercamiento”. Desde el CDE se cuestiona, entonces, una “actitud renuente con la autoridad a nivel central y que se manifestó durante el período en que ejerció funciones como embajadora”.

En el escrito, por último, se le recuerda a Herrera algo que parece que no tenía claro: que el nombramiento no era inamovible. “Si bien se solicitó la renuncia no voluntaria al cargo de embajadora, no hubo a este respecto lesión de sus derechos fundamentales, toda vez que los embajadores y ministros diplomáticos son funcionarios de exclusiva confianza sujetos a la libre designación y remoción del Presidente de la República”.

El proceso seguirá su curso, pero todo este episodio revela no sólo la escasa o nula comprensión del rol de un embajador/a y sus límites por parte de Herrera, sino también el escaso o nulo criterio que hubo en su designación. Cómo se ha elegido a personas no experimentadas, calificadas ni idóneas para cargos de tanta relevancia, que tampoco pensaron en compensar sus déficits con mucho estudio, mucha prudencia y búsqueda de gestión y logros impecables.

El vaso medio lleno de esta lamentable situación es que se corrigió. La Cancillería actual, conducida por el experimentado canciller Alberto van Klaveren, no solo sacó a Susana Herrera, sino que ha calmado los ruidos internos, después de un largo periodo de gruesos conflictos en ese ministerio. Ha retomado la impronta de un servicio exterior profesional y criterioso, que lleva las relaciones internacionales con mirada transversal y de largo plazo. Le ha dado su sello profesional y templado, uno que, además, es capaz de renovarse con temas clave en este siglo, como lo son la política exterior feminista (en sintonía con la Unión Europea) y con énfasis en la protección medioambiental. Buena mezcla de tradición e innovación; sin inventar la rueda, pero sin anquilosarse tampoco.

Es un ministerio que ha ido saliendo de hacer noticia por trifulcas, apartándose de la zona de ataque partisano, para retomar su línea histórica de acuerdos y representación de los intereses del Estado de Chile por sobre las polarizaciones de la política nacional. El nombramiento del embajador José Antonio Viera-Gallo en Argentina es un muy buen ejemplo. Fue aplaudido por todo el espectro político.

Mañana empieza el 2024: ojalá nos traiga más ejemplos como este, de recuperar zonas de unión por sobre la diferencia. Se puede.

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