De Tánger a Santiago: llega el arte del "Barón de Corcuera"
Desde hoy, el pintor chileno que se hace llamar barón porque se casó con una noble sueca de la que enviudó, exhibe en la Galería AMS Marlborough. Tras vivir en Nueva York y Europa, hoy está radicado en una fortaleza en Marruecos.
"Soy barón, porque me casé muy joven con una baronesa sueca de la cual enviudé", confiesa el pintor Francisco de Corcuera desde su casa en Marruecos. Hace 10 años se radicó en el Norte de Africa, al igual que el artista hiperrealista Claudio Bravo. Ahora vive en una antigua casa de estética árabe que comparte muro con la Medina de Tánger, la fortaleza de piedra fenicia de ese puerto marroquí donde también vivió el escritor Paul Bowles. Desde su terraza, dice que ve el Estrecho de Gibraltar y Europa.
Nació en una salitrera que ya no existe, de ahí que le guste decir que nació en "ninguna parte". Su padre, descendiente de vascos, era dueño de un yacimiento en la Región de Tarapacá llamado Victoria, uno de los últimos que cerraron. Sus progenitores Antonio de Corcuera y Teresa Gandarillas eran miembros de la élite del Santiago de las primeras décadas del siglo XX. Creció en un ambiente donde leer, escuchar música clásica y tocar piano fueron actividades esenciales y pilares básicos de su educación. Ambos padres viajaban constantemente con él a Nueva York y fueron amigos de los músicos Claudio Arrau y Leonard Bernstein.
EL PINTOR QUE NO VIAJA EN AVIÓN
Como siempre supo que quería ser pintor, su familia decidió no luchar contra su voluntad y cuando salió del Colegio Saint George le crearon un taller de pintura en su casa. Pero no duró mucho tiempo en Chile. Pronto escapó de vacaciones a Ibiza y de ahí comenzó una serie de viajes a merced de lo imprevisible que aún no termina. Rebelde y deslenguado, aunque bordea los 70 años no confiesa su edad por temor a espantar a su nueva y joven novia austríaca. "Me olvidé de mi edad. Le he inventado tantas edades a mis minocas que ya no me acuerdo. Me quedé como el tipo de cincuenta y pico años. Se podrían ir de culo si saben mi edad verdadera", dice con gran desenfado.
Rodeado de cuadros de Roberto Matta, de quien su madre era prima, siempre pinta series de obras abstractas: Tangier's suite, India listening, Sarah's Sahara y Sounds of the kasbah walls. Desde hoy en la galería AMS Marlborough (Nueva Costanera 3723) exhibe su nueva serie titulada Bianca suite. "Hoy estoy interesado en el no color", dice De Corcuera. "Los cuadros de esta nueva serie los pinto con mucho color al principio y poco a poco esa tonalidad desaparece y se apaga hasta llegar al blanco. Según una teoría del filósofo Wittgenstein, todos los colores son transparentes, excepto el blanco que es opaco".
A pesar de que sus obras han figurado en los catálogos de las casas de remate Christie's y Sotheby's a US$ 20.000, el pintor asegura que "cada día me doy cuenta de que no sé nada de arte, que no sé nada de nada".
"Mis cuadros son como ver el paso del tiempo sobre una superficie, capa tras capa. Pinto sugerencias, sombras y luces. Son como palimpsestos, manuscritos que en la antigüedad tenían que ser reutilizados y conservaban las huellas de las escrituras anteriores. Como mis obras, tenían multiplicidad de significados y, a la vez, ningún significado", finaliza el pintor que no viaja a Chile porque tiene fobia a los aviones. "Tomo con agrado cualquier transporte que no sea aéreo. Antes de volar en un avión, prefiero quedarme donde estoy".
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