Columna de Cristián Valenzuela: Comunistas, un peligro para la democracia



Fue la conformación de la Nueva Mayoría, hace poco más de 20 años, el hito decisivo que sacó al Partido Comunista del ostracismo político y lo llevó a asumir un rol cada vez más influyente en la escena política nacional. Hoy, el Partido Comunista es uno de los partidos más importantes de Chile y sus militantes no solo están en el gobierno nacional, en diversos ministerios y subsecretarías; en el gobierno comunal, a través de importantes alcaldías y concejalías, sino también en el Parlamento, con senadores y diputados, y desde esta semana, liderando por primera vez la Cámara de Diputados.

Coincidentemente, Chile se comenzó a joder desde que el Partido Comunista llegó al poder. Nuestra economía, una de las más exitosas de América Latina, comenzó a depreciarse aceleradamente, mediante el aumento progresivo de impuestos y del tamaño del Estado; la rigidización y precarización del mercado laboral y la burocratización de los procesos productivos; siguiendo el manual de destrucción de países que caracteriza la agenda de cualquier Partido Comunista en el concierto global. De la misma forma, la impronta comunista permitió el fortalecimiento del crimen organizado, el avance irrefrenable del narcotráfico y el agudo deterioro de la seguridad pública y la estabilidad nacional, de la mano del intento de deslegitimización de las Fuerzas Armadas y de Orden; la captura de los sindicatos y colegios profesionales, y de la infiltración de las instituciones del Estado, como también de la estructura y jerarquía del Poder Judicial.

En síntesis, el deterioro progresivo y sostenido de Chile es inversamente proporcional al avance de la influencia y las posiciones de poder del Partido Comunista en nuestro país. Datos, no opiniones.

Quizás la expresión más cruenta del desprecio del Partido Comunista por el devenir del país se evidenció antes, durante y después del estallido delictual del 18 de octubre. “Cómo voy a condenar una cosa que fue tan menor”, afirmaba el entonces presidente del PC, Guillermo Teillier, respecto de las manifestaciones en Plaza Italia, agregando que “si digo que no debe haber violencia, quiere decir que digo que no salgan a manifestarse, y eso no lo diré, porque tiene que progresar el derecho a manifestarse”, dando cuenta de la normalización de la violencia como medio de acción política que ha caracterizado siempre a la doctrina comunista.

En la misma línea, no solo apoyaron las evasiones masivas en las estaciones de Metro, sino que llamaron abiertamente al Presidente Piñera a renunciar, y como no les hicieron caso, lo acusaron constitucionalmente en dos oportunidades. Además, relativizaron cada una de las manifestaciones de la violencia que se dio en ese período; rechazaron todos y cada uno de los proyectos destinados a reforzar el Estado de Derecho y combatir la inseguridad, y tensionaron, de manera permanente, el debate democrático, a la par de potenciar la inestabilidad política y social en las calles a través de sus organizaciones de fachada en la mesa de unidad social. “Para nosotros, la única forma de defender conquistas democráticas y seguir avanzando es con la lucha decidida del pueblo”, afirmaban en abril de 2019, anticipando la agenda de caos y desestabilización que lograron instalar con éxito.

No es casualidad entonces que, a pocas horas de inaugurado el Congreso Nacional del Partido Comunista, sus principales dirigentes viajaran a Cuba a rendirles pleitesía a los jerarcas de un régimen asesino y dictatorial que lleva más de 70 años violando de manera sistemática y consistente los derechos humanos. Tampoco es coincidencia que Daniel Jadue, la principal figura del Partido Comunista, intentara viajar esta semana a Venezuela invitado por el dictador Maduro, quién sabe si para conseguir refugio para eludir la acción de la justicia chilena o para fortalecer los lazos del PC con la dictadura bolivariana. No es azar tampoco que, en la mismísima testera de la Cámara de Diputados, se haya designado a la diputada Karol Cariola, quien en el pasado fue una de las más entusiastas fanáticas del sangriento régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.

Luego de 20 años, podemos afirmar de manera categórica que la democracia chilena es hoy más débil e inestable gracias al avance político y social del Partido Comunista en nuestro país y que es deber de quienes amamos a nuestra patria hacer todos los esfuerzos posibles, en cada elección y en cada decisión política que nos toque enfrentar, para frenar ese avance y forzar el retroceso de una ideología que tanto daño le ha hecho al mundo y que hoy sigue demostrando la vocación destructora con el profundo daño que ha hecho a nuestro país.

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