Columna de Daniel Matamala: ¡Llame ya!



El video es breve, pero contundente. En él, el expresidente Ricardo Lagos respalda a Jaime Ravinet, candidato al Consejo Constitucional. Lo describe como un “hombre de acción que es capaz de ejecutar y que conoce muy bien el aparato del Estado”.

El video generó revuelo. Lagos fundó el PPD, cuya presidenta, Natalia Piergentili, compite contra Ravinet en las elecciones del Consejo por la Región Metropolitana.

Lagos explica su apoyo a su exministro por ser un “hombre de acción”. Una razón atendible si estuviéramos eligiendo alcaldes o concejales, pero poco atingente en el debate sobre la nueva Constitución.

Tampoco es esta una elección en que se vota solo por una persona. Hay cinco listas en liza, y los sufragios por los candidatos de una lista se suman para determinar cuántos cupos obtiene cada una. Un voto por Ravinet -la campaña más millonaria, con $126.444.864 recaudados- es un voto por la lista de Chile Vamos, y por plasmar sus principios ideológicos en la nueva Constitución.

Alambicado camino el de Lagos. De combatir la Constitución de Pinochet, a darla por superada (“hoy despunta la primavera”, proclamó al ponerle su firma a las reformas de 2005), no pronunciarse en el plebiscito de 2022, y ahora allegar votos a la lista de la UDI, RN y Evópoli para la redacción del nuevo texto.

Al cierre de esta columna, la presidenta del PPD aseguró que Lagos “habló conmigo para aclarar lo ocurrido con el video de otro candidato (…) Su corazón y su voto están en la centroizquierda”. Más allá de si retira su respaldo a Ravinet o no, lo ocurrido es inédito en los últimos 30 años: un expresidente apoyando a un candidato del sector político opuesto.

Y las razones que esgrime son la mejor muestra de la confusión en que la clase política está sumiendo a los ciudadanos, a dos semanas de la elección. Una campaña en que campean la desinformación y el embuste.

Revisemos la franja televisiva.

Es un juego de máscaras, así que hay que partir explicando quién es quién. Chile Vamos se presenta como “Chile Seguro”. La ex Concertación es “Todo por Chile”. El oficialismo de Apruebo Dignidad más el PS se llama “Unidad para Chile”. El Partido Republicano y el Partido de la Gente, que no van en pactos, sí conservan sus nombres.

Chile Vamos (perdón, “Chile Seguro”) habla casi exclusivamente de la delincuencia. Uno de sus candidatos nos cuenta que “Constanza fue asaltada en su negocio. Algo tenemos que hacer, yo estoy con Constanza”. Qué hará ese consejero constitucional por Constanza es un misterio que no revela.

Nos hablan de un agricultor que “ha sufrido más de 300 atentados”; de un concejal a quien “lo asaltaron tres personas armadas”, y de un automovilista muerto “por un conductor ebrio que quedó impune”. ¿Garantizará la nueva Constitución el fin de la impunidad de conductores ebrios (un tema en que Chile ya tiene una de las legislaciones más estrictas del mundo)? De nuevo, misterio. Ninguno de esos casos se acompaña con una explicación sobre qué hará la nueva Constitución al respecto.

El oficialismo (perdón, “Unidad para Chile”) nos presenta el caso de un negocio al que “han entrado con pistola y cuchillo directamente a las cajas”, y cuyo dueño dice que “me gustaría tener seguridad ahora ya, porque ya estamos cansados de vivir asustados”. ¿La solución?: “Salir a iluminar calles”. Linda promesa para una campaña de concejales (¿porque es lo mismo que “consejeros”, o no?).

La ex Concertación (perdón, “Todo por Chile”) nos convoca a que “trabajemos juntos por más seguridad” y nos promete “un país donde vivamos con seguridad y paz”, en que “nadie se sienta preso por la inseguridad”.

El Partido Republicano pide “defender a quienes nos defienden” y proclama que “no podemos seguir viviendo con miedo”. El Partido de la Gente anuncia que “sí hay terrorismo en La Araucanía y lo vamos a derrotar”, que “con los terroristas no se negocia” y que dará “respaldo total a Carabineros”.

Las demás preocupaciones ciudadanas se tratan con similar liviandad. Abundan los lugares comunes, como que “queremos llegar a fin de mes tranquilos”, o que “la educación está al debe”.

También hay promesas grandilocuentes.

El PS nos anuncia que, ahora sí que sí, “esta Constitución por fin abrirá las grandes alamedas”.

La UDI, en una cita de pésimo gusto a Víctor Jara, nos promete “el derecho a vivir en paz”.

Y la ex Concertación, en una equivalencia igualmente desafortunada, nos invita a encontrarnos “en la esquina de Gladys Marín con Jaime Guzmán”. Mientras, Pamela Jiles aparece en la franja del PDG llamándolos “mis compañeros en tu demanda por el sexto retiro” (antes, Jiles había asegurado, en referencia a Franco Parisi, que “no me relaciono de ninguna forma con acusados de abuso sexual”).

RD reescribe la historia, contándonos que “en 1810 nos pusimos de acuerdo en que seríamos un país independiente”. Y campean las promociones dignas del más entusiasta “¡Llame ya!”. “Más mamógrafos y médicos especialistas” (RN). “Cientos de plantas desalinizadoras de agua” (PDG). “Conectividad terrestre y digital” (RN de nuevo).

¿Aló, Sernac?

El mejor resumen de la campaña es el siguiente spot, presentado como una conversación entre una madre y su hija: “Los precios suben y suben. Por eso, ahora cuando votemos, tenemos que votar para que la cosa la atajen un poco. Sí, hija, voy por los de Chile Seguro, si ya me informé”.

¿Me informé de qué? ¿De que la nueva Constitución va a atajar la inflación?

Usted, estimado lector, no se deje embaucar. Estamos votando por listas que tienen principios políticos e ideológicos, no por una lista de supermercado. Por personas que deberán dialogar y llegar a acuerdos, no por “hombres de acción”. Por las reglas del juego para el Chile de los próximos 50 años, no por más mamógrafos o plantas desalinizadoras. El 7 de mayo votaremos por los encargados de redactar una nueva Constitución, no por quien nos venda, cero millas, del año, nuevecito de paquete, algún combo promocional de “¡llame ya!”.

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