Columna de Gonzalo Cordero: Aforismos



Uno de los aspectos característicos del Derecho son los llamados aforismos jurídicos, frases breves que constituyen reglas de razonamiento y que los abogados solemos citar, porque iluminan en situaciones de confusión. Que “a lo imposible nadie está obligado” o que “el que puede lo más puede lo menos”, son buenos ejemplos de ellos.

El reconocimiento que el Presidente de la República hizo ahora acerca del equivocado rol que jugó cuando era oposición en materia de seguridad, pero que se podría extender a otros aspectos, me recordó otro aforismo: “nadie puede aprovecharse de su propio dolo”. En principio, se podría pensar que este reconocimiento es una acción destacable, porque es sano que las personas, más aún los políticos, reconozcan sus errores. ¿Será este el caso, estamos frente a un encomiable acto de grandeza?

Es claro que no, porque su reconocimiento adolece de un problema grave: entre la conducta pasada y su confesión actual medió el cambio de posición del Presidente. Él se benefició de formar parte de una oposición que se apartó por completo de los estándares mínimos en un sistema democrático: rechazaron proyectos de ley en materia de seguridad, sin otra razón que impedir la gestión de las autoridades; descalificaron y persiguieron el legítimo uso de la fuerza pública; hostigaron a los ministros de distintas carteras, algunos acusados constitucionalmente por motivos que, mirados con la perspectiva del tiempo, son una vergüenza para el Congreso. Es innecesario seguir, esa oposición no tuvo ninguna consideración por las personas que sufrían el horror de la delincuencia.

Pero ahora que él y su sector político están en el gobierno se arrepiente e invoca sus reprochables acciones pasadas para que sus adversarios actúen de manera diferente. Así, se beneficia de ser obstruccionista en la oposición y de que sus adversarios sigan las reglas de la democracia cuando él gobierna. Solo alguien muy parcial o muy confundido podría encontrar mérito en esta sesgada búsqueda de la oportunidad para que exista o no colaboración en el sistema político.

Muy diferente sería si en un futuro, en que sea nuevamente opositor, él llame a sus partidos y aliados políticos a comportarse de manera responsable con un gobierno de derecha, los compela a respetar su legitimidad para mantener o restablecer el orden público y a votar favorablemente proyectos que ayuden en la solución de problemas graves. Porque, en ese caso, estaría asumiendo políticamente el costo -y no un provecho- por haber actuado de manera incorrecta en el pasado.

El Presidente invoca sus inconductas anteriores de una manera que incurre en un equivalente político del provecho que se pudiera obtener por el propio dolo, que los principios jurídicos sabiamente prohíben. Por supuesto, la oposición tiene que actuar correctamente, rechazando o aprobando lo que cree mejor para el país, con independencia de llamados como éste que, bien analizados, se suman a las reprochables inconsistencias de nuestro gobernante.

Por Gonzalo Cordero, abogado

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