Columna de Jorge Burgos: Un libro oportuno y necesario

Ejército


La reciente publicación de “Un Ejército para todos”, del general Ricardo Martínez Menanteau, tiene el gran mérito de intentar una mirada integral a la evolución del Ejército a lo largo de la ya larga historia, en una trayectoria que es indisociable de la génesis y consolidación de la República. Así, revisa con sentido crítico las distintas etapas de la vida de la institución, los retos propiamente militares que debió enfrentar en el camino, las inestables relaciones con el poder político y, ciertamente, las consecuencias que tuvo para el Ejército el haber sido el eje del régimen de Augusto Pinochet.

Lo primero que debe destacarse del texto es que Martínez Menanteau “va de frente” en el examen de las vicisitudes vividas por la institución, pues no elude ninguno de los capítulos más controvertidos, y no duda en juzgar rigurosamente las inconductas y los errores costosos. Su preocupación principal es, a lo largo el texto, la necesidad de decantar y sostener el ethos militar, vale decir, el sentido esencial de una tarea que, por estar asociada a la defensa de la nación, exige virtudes morales que no pueden ser descuidadas, y en primer lugar, el honor militar. “Uno de los aspectos centrales del ethos militar –dice el libro- es el respeto y servicio a las personas en su dignidad y en sus derechos como un bien primario, incluso anterior al propio Estado”. En este sentido, el autor enfatiza el esfuerzo realizado por la institución en las últimas décadas para elevar la formación de sus miembros en la cultura de los derechos humanos.

El libro surge en un contexto de intensos debates sobre el pasado doloroso que ha catalizado la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, por lo que será casi inevitable que se ponga especial atención a lo que dice respecto de aquella tragedia. Tiene mucha razón el autor al decir que, al fin y al cabo, el Ejército ha experimentado las tensiones y los dramas de la sociedad a la que pertenece.

El general Martínez Menanteau no elude un pronunciamiento claro acerca de las inexcusables responsabilidades del mando que están comprometidas en la violación de los derechos humanos durante la dictadura. Se encarga de reafirmar el recordado “Nunca más” pronunciado por el general Juan Emilio Cheyre en 2003, y profundiza en el reto institucional de extraer lecciones del pasado para evitar la repetición de capítulos tan dramáticos como el de los detenidos desaparecidos.

Dice el autor: “El ethos militar se vio severamente afectado cuando se violaron los derechos humanos en el cumplimiento de órdenes recibidas, pues implicó dañar la lealtad que debe existir entre superiores y subalternos dentro de las estructuras de la institución, la que se funda en que quien da las órdenes debe hacerse responsable de las consecuencias de su cumplimiento. Asimismo, se dañó gravemente la confianza de los ciudadanos con el Ejército. Sin perjuicio de la responsabilidad penal del personal que incurrió en prácticas reñidas con el orden jurídico y el honor militar, el Ejército aceptó la responsabilidad que le cabe en los acontecimientos relacionados con la violación de los derechos humanos y comprometió su apoyo al Poder Judicial en los casos que aún se investigan. También ha generado los cambios doctrinarios para fortalecer en sus integrantes el ethos militar”.

Es muy valioso, que el general Martínez lo plantee en tales términos. Les hace bien a las instituciones armadas, y le hace bien al conjunto de la sociedad, que seamos capaces de enfrentar los traumas del pasado, aunque ello vaya acompañado de controversia y polémica. Lo que nos debilita como comunidad es el silencio forzado, el miedo, la censura o la autocensura y, ciertamente, cualquier intento de sostener que no ocurrió aquello que sí ocurrió. Lo que nos hace fuertes, en cambio, es enfrentar los hechos, por dolorosos que sean, sacar enseñanzas que refuercen el patrimonio de humanismo, los valores en los que debe sostenerse la vida en libertad.

Sabemos que no es posible establecer una verdad oficial sobre la historia, en el sentido de imponer una interpretación única, pero lo que sí podemos hacer es aprender de lo vivido. Es precisamente lo que procura hacer el autor. Cuando proclama “Un Ejército de todos” está señalando la necesidad de que la institución sirva a los intereses permanentes de la nación, y de ningún modo a un sector. El Ejército, como las demás instituciones armadas, se deben a Chile, y eso implica defender su carácter profesional, ajeno a los avatares de la política. Ello supone un firme respaldo de los poderes el Estado a su condición de detentadoras del monopolio de la fuerza, monopolio de la fuerza al servicio del Estado de Derecho.

Por Jorge Burgos, abogado

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