Columna de José Miguel Ahumada: La valentía de Julian Assange

REUTERS/Toby Melville


Un periodista y activista australiano obtiene información clave sobre, entre otras cosas, el accionar de EE.UU. en guerras como la de Irak y Afganistán. Con aquello en mano, decide hacerlo público. Grandes medios de comunicación (Le Monde, The Guardian, El País) replican y usan la información proveída por el periodista para difundirla a una escala global.

Eran casi 500 mil reportes sobre el accionar de EE.UU. en la guerra de Irak y Afganistán, y alrededor de 800 reportes desde la prisión de Guantánamo. Gracias a esta filtración el mundo entero pudo, a través de un helicóptero acribillando a civiles, ver lo abyecto de la guerra. Lo que hizo el periodista Julian Assange fue, precisamente, informar a la ciudadanía internacional de estas realidades, asumiendo el enorme costo que es exponerse a la persecución de EE.UU.

El periodismo es un arte noble y estratégico en una sociedad democrática. Si la democracia se sostiene en una división de poderes, donde quien gana el gobierno nunca gana todo el poder, el periodismo se constituye como un poder que busca develar aquello que incomoda a autoridades (públicas o privadas), con el objetivo de brindar la mayor información posible a la ciudadanía. En muchas ocasiones las autoridades buscan mermar, limitar y perseguir la tarea periodística para acumular más poder. Eso le podría permitir a la autoridad de turno fortalecerse, pero a cambio de un costo social enorme: tambalea la democracia misma.

El Departamento de Justicia de EE.UU. pide, como castigo ejemplificador, 175 años de cárcel y su extradición. Se lo acusa, nada más ni nada menos, que de espionaje. Pero hasta hoy no se ha demostrado que Assange sea espía de ningún gobierno, sino un periodista que brindó información y conocimiento clave a la sociedad. ¿Qué señal se estaría dando al mundo con su extradición? ¿Qué lección deben aprender los periodistas con dichas represalias?

El próximo 20 de mayo será la audiencia donde se decidirá su extradición. En materia de libertad de prensa los gobiernos democráticos y progresistas no pueden guardar silencio ni tener ambigüedades. Por el contrario, se deben sumar a las voces que buscan proteger a periodistas como Assange. Mucho se juega en esta batalla por impedir su extradición, y lo que se haga (o se deje de hacer) hoy será evaluado críticamente en el futuro. El gobierno de Australia trabaja en todas las esferas diplomáticas para impedir dicha extradición. El Presidente Biden recientemente ha dado señales abrirse a la posibilidad de absolver a Assange de aquellas acusaciones. Sin embargo, es por eso mismo urgente la muestra de apoyo internacional a su libertad, como lo han hecho gobiernos progresistas como México, Brasil, Colombia y Honduras.

El gobierno del Presidente Boric ha sido consecuente en su batalla por los derechos humanos en la esfera internacional. Sumarse a la demanda de libertad de Julian Assange debe ser otra muestra de aquello.

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