Tratando de entender la violencia escolar


SEÑOR DIRECTOR

Manuela dejó de ir al colegio de forma presencial en 2019, cuando tenía 11 años y empezaba quinto básico; hoy, a punto de cumplir 14, vuelve a octavo. En estos más de dos años de pandemia, encierro y soledad, tanto ella como sus compañeros sufrieron cambios psicológicos, físicos y hormonales propios del paso de la niñez a la adolescencia, en un período donde la interacción con sus pares es crítica para construir identidad.

Debido a la pandemia, fueron años de encierro total o parcial, donde no practicaron habilidades sociales como colaborar, negociar, regularse y compartir con otros. Fueron dos años donde muchos vivieron estrés familiar, carencias materiales, pérdidas de seres queridos o compartieron con adultos con problemas de salud mental. En este tiempo no tuvieron espacios de esparcimiento y goce, no hicieron deporte, no salieron con amigos ni a fiestas; también sintieron miedo, aislamiento, depresión y ansiedad. Algunos incluso fueron víctimas de violencia.

El contexto donde vuelven a la escuela hoy también es diferente. El mundo y el país siguen estando en incertidumbre: el Covid, la recesión económica y la guerra. Las escuelas tampoco son las mismas: se siente el estrés por la pérdida de aprendizaje y eventuales casos de Covid.

Hace unos días, Manuela encuentra un cuaderno suyo chorreado con jugo sobre su mesa, mira a su alrededor, se enfurece y pierde el control con uno de sus compañeros. No sabe cómo manejar la furia en este nuevo contexto.

Desde marzo se han reportado más de 500 denuncias por violencia entre estudiantes en recintos educacionales, cifra significativamente mayor a la registrada antes de la pandemia. Efectivamente, estamos en un país que cambió, con escuelas que ya no son las mismas y con estudiantes que crecieron en condiciones diferentes a las que conocíamos; condiciones extremadamente estresantes. Necesitamos pensar cómo proveer a estos miles de niños y adolescentes espacios de contención y estabilidad; instancias para desarrollar las competencias y habilidades no practicadas, y así volver a sentir seguridad en el contexto escolar.

Alejandra Cortázar

Centro de Estudios Primera Infancia

Paula Errázuriz

Fundación PsiConecta, Escuela de Psicología UC

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