SEÑOR DIRECTOR:

Los recientes hechos ocurridos en el Liceo Lastarria se suman a la larga y triste lista de episodios violentos en los liceos emblemáticos. La Fundación Pacto Social trabaja desde hace tres años con estudiantes de los liceos emblemáticos, pudiendo conocer en profundidad la realidad de esos establecimientos. Vemos así con gran preocupación cómo la violencia se ha convertido, a estas alturas, en un factor de identidad. Para muchos estudiantes, participar en actos violentos no es ya únicamente una forma de protesta, sino una manera de “pertenecer” al liceo. No sumarse puede significar, sencillamente, quedar al margen.

Esto genera dinámicas muy dañinas, tanto para los estudiantes como para los equipos educativos. Profesionales cuya vocación es la formación y la convivencia pasan gran parte del día revisando cámaras, identificando zapatillas y mochilas, y armando perfiles para abrir protocolos. La escuela se transforma en un espacio de vigilancia constante, donde la desconfianza y la sospecha reemplaza al vínculo educativo y los procesos de aprendizaje que, como sabemos, están en general deteriorados.

Es urgente por lo mismo volver a mirar estos espacios con más profundidad, y ponerlos al centro de nuestras discusiones públicas. Es importante advertir además que el problema no es solo de seguridad, sino, en último término, de crisis de sentido: ¿qué tipo de experiencias están teniendo nuestros jóvenes que la violencia se ha ido convirtiendo en su sello de identidad?

Necesitamos recuperar el legado de estos liceos como semilleros de personas comprometidas con el país, pero eso requiere transformar su crisis en una verdadera prioridad. La deuda es demasiado grande: con los estudiantes en primer lugar, con sus comunidades educativas y con Chile, que tuvo en esas instituciones un espacio insustituible de diversificación de sus elites y aporte al desarrollo nacional

Magdalena Barriga

Directora Social de la Fundación Pacto Social