Fue algo imprevisto y notoriamente incómodo. Durante la transmisión en vivo del programa Sesiones Intimas de Culto de La Tercera -en el marco de la promoción de la reedición de La Voz de los 80 en mayo pasado- Miguel Tapia lanzó una “bomba”: “Como persona, he tenido una sensación de que me estoy jubilando, como que tal vez ya no haga más música y cuelgue las baquetas”. Claudio Narea, que también participaba del streaming, observó atónito las declaraciones de su compañero, con quien se ha presentado desde 2009 como “Los Prisioneros: Narea & Tapia”. Con un rostro sereno, Tapia continuó: “He pensado en desconectarme de lo público dentro de lo que se pueda y jubilarme. La semana pasada cumplí 57 años, que no es tanto, pero he hecho bastante y este encierro (por la pandemia) me ha dado esa oportunidad de parar un poco. Con Claudio tuvimos mucha actividad durante los 10 años en que estuvimos trabajando juntos y fue bien agitado”.

Aquella última frase, articulada en pasado, cerró de alguna forma el proyecto de los dos ex prisioneros, cuyo propósito de revivir en vivo el catálogo de la banda de San Miguel recibió en su momento la aprobación del propio Jorge González: “Ellos tienen derecho a ganarse la vida”, dijo en las páginas de este mismo diario en 2019. Tras las palabras de Tapia y ante la consulta de si estaba al tanto de los planes del baterista, Narea respondió: “Algo sabía, pero no tiene nada que ver con mis planes. Yo tengo ganas de hacer cosas nuevas”. Palabras más, palabras menos, lo cierto es que desde entonces Tapia y Narea no han vuelto a hablar, salvo mensajes acotados vía WhatsApp y correo electrónico. La última vez que se vieron fue el 28 de febrero de 2020, día en que se presentaron en Monte Patria, en la Cuarta Región.

Las largas cuarentenas producto del coronavirus han agitado las aguas en el universo prisionero. Tanto así que ahora el guitarrista sostiene que Tapia no actuó de buena manera en las negociaciones por los derechos de Los Prisioneros para la próxima serie de Movistar Play, producida por Parox y cuyo estreno se espera para el verano de 2022. Aunque Narea no se ha referido públicamente a ambos temas, sí forman parte central de una nueva edición de su libro Los Prisioneros: Biografía de una amistad (2014), la tercera desde Mi vida como prisionero, publicado en 2009. En su obra, Narea narra en primera persona los principales hitos de la banda de San Miguel, desde sus días escolares como Los Pseudopillos y Los Vinchukas, hasta la “prisioneromanía” de mediados de los 80 y los dos quiebres que lo alejaron de la banda: en 1990 antes de Corazones y en 2003 después de la publicación del disco homónimo.

Los Prisioneros durante la gira del Pateando Piedras, en 1986.

“El libro salió a la venta hace siete años y he publicado varias reediciones, pero esta es distinta: la razón es porque llegó la pandemia y me quedé sin trabajo. El libro tiene ahora dos nuevos capítulos largos”, cuenta el músico a La Tercera. “Yo quería seguir tocando con Miguel. Para mi fue sorpresivo que dijera que se retira de los escenarios. Yo esperaba solucionar los temas con él, pero el discurso prisionero es incoherente si hay chanchullos por debajo. Él inscribió la marca Los Prisioneros en los 80, pero ahora la ha usado para su propio beneficio. No sé si es venta, cesión o arriendo, pero llegó a un acuerdo en solitario para que contaran nuestra historia, que es la de Jorge, Claudio y Miguel. Y cobra él no más, pero los ingresos deben ser para todos”, continúa.

En los nuevos capítulos, Narea apunta a que tras una reunión con Parox, “me fui a la casa bastante molesto (…): era insólito que hicieran una serie sobre la banda y le pagaran solo a Miguel, más allá de que la marca efectivamente la inscribió él”. Pero el guitarrista no solo alude a un tema económico, sino que también apela a una suerte de contradicción vital entre el discurso prisionero y los negocios, especialmente en el contexto del estallido social. “La avaricia no es buena compañera, y sobre todo en este caso, porque el discurso sobre injusticias y desigualdades que hemos tenido siempre no queda nada bien en la voz de una persona que se apropia de algo colectivo, de algo que es de cada uno de los miembros de Los Prisioneros, aunque la banda no exista como tal”, narra en un capítulo que tituló ¿Quién mató a Marilyn?

“Yo quería seguir tocando con Miguel. Para mi fue sorpresivo que dijera que se retira de los escenarios. Yo esperaba solucionar los temas con él, pero el discurso prisionero es incoherente si hay chanchullos por debajo”.

Claudio Narea, ex guitarrista de Los Prisioneros

“Es inconsecuente ir con el discurso prisionero durante el estallido social y quedarse con toda la plata”, complementa en la entrevista con este diario. “En todo caso no tengo nada contra la nueva serie y tampoco es que con Miguel hayamos peleado ni discutido en mala, sino que simplemente cada quien toma sus decisiones. Pero no tiene sentido hacer ningún concierto más con él, porque solo ve su interés personal y no puedo tocar con alguien así”, puntualiza. “Narea y Tapia no van nunca más”, sentencia.

La nueva edición de Los Prisioneros: Biografía de una amistad, estará disponible en la página web de Claudio Narea www.claudionarea.cl

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La historia de Los Prisioneros ha tenido giros dramáticos, pero también reencuentros inesperados. Tras las dos salidas de Narea del grupo, fue Miguel quien se quedó acompañando a Jorge. Y en agosto de 2003 fue el baterista quien le comunicó al guitarrista que estaba despedido, aunque la decisión la tomó González.

-Oye Claudio, tenemos reunión mañana -comentó Tapia en el aeropuerto de Santiago después de un viaje a Colombia, donde se presentaron en el estadio El Campín.

-¿Carlos (Fonseca) te dijo que teníamos reunión? -continuó el baterista.

-No.

-Hay reunión mañana.

Narea fue a la cita, en una oficina-estudio que la banda tenía cerca de Plaza Egaña, pensando que las tensiones que había tenido con el resto del grupo durante el proceso de grabación del disco homónimo estaban superadas, ya que el propio Jorge le había dado un abrazo amistoso tras el show en Bogotá.

-Hemos decidido que no queremos tocar más contigo -le dijo Tapia a Narea, en una casona en la calle Juan Sabaj, a media cuadra de Irarrázaval.

-Sí, porque tú cambiaste Claudio. Le andas diciendo a todo el mundo que el disco es malo -agregó Jorge.

Presentación privada ante un grupo de amigos, en la disquería Fusión, a comienzos de 1984. Foto: Felipe Raurich

Después de esa reunión en 2003 Narea no volvió a ver al baterista hasta 2007. El año anterior, Tapia había tomado distancia de González. “Un día Miguel apareció en La Batuta, en un concierto mío. Fue en camarines. Nos saludamos, pero no hablamos. Al año siguiente volvimos a hablar, conversamos de Los Prisioneros y comenzamos a tocar juntos en enero de 2009. Estábamos en la misma sintonía”, cuenta Narea. Desde entonces se presentaron como Los Prisioneros: Narea & Tapia, hasta que llegó la pandemia y algo más.

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De acuerdo con Narea, justo en los meses de este invierno, recibió unos mensajes vía Instagram a través de una cuenta con pseudónimo. Según él, su interlocutor no era otro que Jorge González, quien -de acuerdo con la versión del guitarrista- ha utilizado en las últimas dos décadas el mismo modus operandi para comunicarse o dar señales de vida. Pero a diferencia de los pasajes más polémicos de Biografía de una amistad, esta vez el “diálogo” entre ambos transitó en torno a anécdotas de la época de Los Pseudopillos, la era prisionera y gustos musicales, aunque Narea sostiene que también hubo ciertos “ajustes de cuentas” y disensos.

Claudio Narea y Miguel Tapia en una de las pocas presentaciones de la gira de La Cultura de la Basura, en el Instituto Miguel León Prado, en 1988.

“Jorge me escribió desde una cuenta con un nombre que no voy a revelar, y que en el libro lo describí como ‘anónimo’. Así como en 2016 Miguel le dio mi email a Jorge y él me escribió desde un correo con el nombre de Félix Leonino, ahora tenía otro pseudónimo que tiene que ver con él”, dice.

“Al recibir los primeros mensajes por Instagram, dudé. Aunque después se fue afianzando la idea de que quien estaba detrás de esto era Jorge González. Eran sus palabras, sus historias, no me cabía duda. En el momento en que comenzamos a hablar de Los Pseudopillos ya me quedó claro”, narra Narea en el otro capítulo que agregó a su libro y que lleva el nombre de La mazorca del olvido, la primera canción que escribieron cuando tenían 14 o 15 años, alrededor de 1979-1980.

Los Vinchukas (con Alvaro Beltrán) en el Liceo 1, en octubre de 1982. Foto: Rodrigo Beltrán.

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La última vez que Narea y González se vieron frente a frente fue en julio de 2012. Ese cara a cara ocurrió de manera fortuita, en la calle Merced, justo el día en que Elisa, la hija mayor del guitarrista, se fue de Chile para radicarse en Francia. Esa vez, Narea caminaba acompañado de su hijo Daniel.

-Mira, viene Jorge.

El líder de Los Prisioneros, acompañado por su pareja de entonces, iba rumbo al centro, hacia José Miguel de la Barra y Narea camino al Emporio La Rosa. Nadie más transitaba en ese momento por el lugar.

-Papá, se puso muy nervioso cuando pasó a nuestro lado.

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Casi una década después de aquel encuentro, Narea sostiene que “con Jorge hemos hecho las paces. Esto es algo que no imaginé que podía suceder y ocurrió por motivación de él. Jorge desde hace tiempo tenía ganas de hablar conmigo. Hace cinco años me envió un correo muy breve y raro, que respondí y ahí quedó todo, porque no respondió más”.

“Creo que hablar fue positivo para los dos. Hubiese sido bueno visitarlo, yo estaba dispuesto, aunque de todos modos el encuentro ahora es posible”.

Claudio Narea

“Yo todo el rato le cuestioné que tenía que confirmar que era él. Pero incluso me dijo que le gustaría que fuera a verlo a su casa, con uno de mis hijos, pero después se retractaba porque me decía que ‘los periodistas iban a aparecer’. Hablamos de cosas que nadie más que nosotros dos sabíamos. Fue un mes de conversaciones y en tono amistoso”, afirma. “La comunicación con él, en teoría, está abierta. Nosotros éramos muy amigos, sin embargo, él de pronto convenció a la gente que éramos enemigos. El ahora tiene mi teléfono y yo el suyo. Yo sé que él está tranquilo respecto de las cosas que me dijo y viceversa. Creo que hablar fue positivo para los dos. Hubiese sido bueno visitarlo, yo estaba dispuesto, aunque de todos modos el encuentro ahora es posible”, agrega.

Tiempos mejores. Dagoberto González (bajista de Profetas y Frenéticos), Claudio Narea, Lucho "profeta", un amigo y Jorge González, en 1988.

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Justamente, el espíritu de amistad de las conversaciones que Narea dice haber tenido con González inundan el otro material extra que contiene esta nueva edición de Biografía de una amistad, que puede adquirirse desde la próxima semana vía www.claudionarea.cl Esto, porque el músico decidió incluir 11 viñetas completas de los dibujos que hizo con González entre 1986 y 1988, en hoteles, aviones y distintos viajes. Estas ilustraciones contienen menciones a Soda Stereo, Virus y al círculo de la banda. Además, el libro -de 422 páginas- incluye alrededor de 100 imágenes de distintas épocas, 34 de las cuales se publican por primera vez a color en esta edición.

“Hasta ahora he vendido más de 7 mil copias, que para ser un libro independiente y venderse principalmente por correo, es todo un éxito. Para aquellos que lo leyeron, esta nueva edición será una gran noticia, porque cerrarán el círculo. La nueva edición es en realidad un mejor libro, aunque controvertido. Hay gente a la que no le gustó que yo contara cosas que viví en la banda, pero la mayor parte de mis detractores nunca lo han leído”, comenta.

“Este libro habla sobre la amistad, sobre las canciones, los discos, la fama, el dinero y cómo va cambiando la vida. No soy novelista, solo fui capaz de escribir lo que viví”, concluye Narea.

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