La noche en que Pedro Messone persiguió con un palo a Víctor Jara para golpearlo en el camarín

La noche en que Pedro Messone persiguió con un palo a Víctor Jara para golpearlo en el camarín

El cantante, fallecido a principios de junio, fue pifiado por motivos políticos en un festival de 1970 consagrado a la Nueva Canción Chilena. Culpó a Víctor Jara, a quien quiso agredir sin éxito. Para él, fue la ruptura definitiva con la canción vinculada al mundo de izquierda.


Eran tiempos de puño en alto y canción comprometida, pero, por sobre todo, de diversidad de expresiones artísticas, como si se tratara de una geografía rebosante en latitudes de toda índole.

Con ese eje, en julio de 1969 se organizó en el país el primer festival de la Nueva Canción Chilena, el que no sólo agruparía a las figuras que dieron cuerpo e historia a ese género, sino que también a otras manifestaciones, como muestra del crisol creativo que disfrutaba la escena nacional por esos días.

De hecho, el mentor del certamen, el legendario locutor Ricardo García (parte de emisoras como Minería o Cooperativa, animador también de las primeras ocho ediciones del Festival de Viña) lo bautizó de esa manera porque precisamente los invitados sintetizaban una suerte de amanecer para la cultura local, elegidos que encarnaban y anunciaban una nueva era.

Con debut del certamen en Iquique, García así presentó la cita en la revista El Musiquero en los meses previos: “(Los cantautores) están creando una nueva línea de la música nuestra. Están aportando un material valioso que, de uno u otro modo, forma parte de nuestra cultura. La música chilena está, en estos momentos, no diré proscrita, pero sí ausente casi totalmente de los medios de difusión. (…) Los compositores jóvenes y los grupos y solistas más destacados se limitan a actuar para pequeñas elites, para centros universitarios, para público muy culto que considera el folklore como algo ‘in’. (…) Creo que hay formas nuevas de decir las cosas. (…) ¡Y esa es la canción que deberá estar en Iquique! Tuvimos una reunión, dos, en algún lugar de la noche cualquiera, y de ahí salieron las ideas que componen lo que podría muy bien llamarse EL PRIMER FESTIVAL DE LA NUEVA CANCIÓN CHILENA”.

Ricardo García

Tiempo después, en la revista Ahora, profundizaría en sus conceptos: “Me preocupaba el hecho de que, existiendo una enorme materia prima, un potencial riquísimo entre autores e intérpretes comprometidos con una realidad social, no tuvieran ellos acceso a los medios de comunicación. No se editaban sus discos. Entonces propuse la existencia de un festival, una muestra carente de estímulos materiales que les permitiera congregarse y mostrar al país el verdadero rostro de la canción chilena del momento”.

El plan del festival era que distintos creadores participaran por un premio que los consolidara como genuinos representantes de ese naciente movimiento.

Dos ganadores

Según cita la biografía del cantautor Rolando Alarcón, La canción en la noche, escrita por Manuel Vilches y Carlos Valladares, se convocó a doce nombres, de diversos sectores políticos y cultores de sonidos disímiles. Por ejemplo, estaban Willy Bascuñán, Raúl de Ramón, Víctor Jara, Richard Rojas, Patricio Manns, Ángel Parra, Alsino Fuentes, Kiko Álvarez, Martín Domínguez, Sergio Sauvalle, Sofanor Tobar y el propio Alarcón.

Finalmente, el evento no se concretó en Iquique y debió mudarse a Santiago, donde contó con el apoyo de la Vicerrectoría de Comunicaciones de la Universidad Católica. Su final fue en el en ese entonces Estadio Chile.

Y ahí, el primer lugar se repartió entre dos. El jurado estableció que el premio debía recaer en las manos de dos canciones: por un lado, Plegaria a un labrador, de Víctor Jara, interpretada por él mismo y por Quilapayún, lo que fue recibido por una ovación estruendosa de parte del público; por el otro, La chilenera, de Richard Rojas, cantada por el Trío Lonqui, ganándose un aplauso sólo correcto desde el respetable.

La diferencia fue evidente y la prensa de la época ya comenzaba a trazar un vínculo para nada casual: a partir de este evento, la Nueva Canción Chilena empezaba paulatinamente a abrazar el mundo de la izquierda política.

La revista Musiquero fue quizás la más aguda al respecto, escribiendo en una editorial: “Estamos totalmente de acuerdo con la idea de dignificar y amparar el folklore, pero no podemos participar en el mismo tono, en la forma de hacerlo. Creemos que no se puede hablar de una ‘nueva’ canción chilena cuando se trata de folkore”.

Sin embargo, el espectáculo había cumplido el propósito inicial de García: realzar el estimulante circuito de la canción que avanzaba de manera irrefrenable en el país.

Por lo mismo, decidió repetirlo a mediados de 1970. Pero ahora el contexto era otro: se acercaban las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de ese año y la polarización en el mundo artístico se agigantaba cada vez más. La Nueva Canción Chilena ya estaba íntimamente ligada al imaginario y los anhelos de la campaña de Salvador Allende, mientras otros créditos de géneros como el neofolklore adscribían hacia otras tendencias ideológicas.

En ese contexto de indisimulada crispación, el segundo festival de la Nueva Canción Chilena intentó hermanar voluntades y diferencias. No lo logró del todo.

La batahola

Para que no existiera la sensación de una “competencia”, no hubo premios ni participantes ni galardones para el mejor. El Estadio Chile nuevamente se llenó y, en el intento del festival de exhibir apertura, se intentó hacer un homenaje al compositor y poeta Nicanor Molinare en la voz de Pedro Messone -emblema del neofolklore-, junto a una orquesta y un coro dirigidos por Vicente Bianchi.

pedro-messone

“Pero la rechifla puso las cosas cuesta arriba”, apunta el libro La canción en la noche. Luego sigue: “Al ex Cuatro Cuartos no se le perdonaba su participación en un tema de la campaña del demócratacristiano Radomiro Tomic y dificultosamente pudo terminar su actuación. ‘Vendido’ fue lo más amigable que le dijeron”.

Pero después de las pifias, el asunto se encaminó por una ruta explosiva. El mismo Messone, fallecido el pasado 1 de junio, dice que ahí devino lo que el calificó como “la batalla de Chile”. Así lo narra en el texto: “Las pasiones políticas estaban demasiado marcadas. Toda la gente era de izquierda y que yo saliera cantando Chiu Chiu era un despropósito. Yo era de la juventud Freísta, grabé un tema por Tomic y esa vez se armó una batahola porque me provocaron desde abajo del escenario”.

Messone recordaba en ese diálogo que, justo debajo de la tarima, estaban Víctor Jara, e Isabel y Ángel Parra gritándole todo tipo de cosas. “Yo les hacía señas y cuando bajé agarré un palo para ver si pillaba a alguno de los que me estaba molestando”.

“Divisé a Víctor Jara por el pasillo, así que salí con el palo detrás suyo”.

“El cerró la puerta del camarín y yo le pegaba con el palo a la puerta hasta que me dije ‘¿pero qué cresta estoy haciendo?’, más con alguien con quien había compartido giras y al que le había grabado un tema antes que él tuviera acceso al disco”.

“Fue todo muy triste y terminé el día en la casa de Ricardo García, a quien le dije ‘qué lástima que hayamos llegado a este punto, pero tú organizaste todo, para qué nos metiste en esto’, y él dijo ‘sí, me equivoqué, pero ya lo hice’. Desde ese momento, me convertí en el primer enemigo del comunismo, las relaciones con ese grupo de artistas se rompieron absolutamente”.

Efectivamente, ese mal rato, entre la rechifla y las amenazas con un palo, marcaron un quiebre. Una grieta. Antes, Messone mantenía una relación fecunda y estrecha con artistas relacionados a la Nueva Canción Chilena.

Su lazo con Rolando Alarcón es histórico y se mantuvo incluso tras el impasse en el Estadio Chile. Mientras, hacia fines de 1966, en su debut solista, El solitario, incluyó un tema que hasta entonces nadie había grabado, llamado El cigarrito, el mismo que le pidió a Víctor Jara luego de escuchárselo en una presentación en vivo. Sólo un tiempo después el propio Jara lo incluyó en su primer disco, para eternizarlo como un clásico.

Pero a partir de los años 70, Messone nunca pudo zafar de la etiqueta de artista inclinado hacia la derecha política y derechamente de haber dado su apoyo a la junta militar que vía golpe de estado llegó al poder en 1973. Pese a ello, hubo un sector de la Nueva Canción Chilena que durante años no tuvo inconvenientes en reconocer sus dotes artísticos e interpretativos, lo que supuso un acercamiento tras esas “relaciones” que en un momento parecían haberse trizado para siempre.

No fue el caso, eso sí, de nombres como Patricio Manns. El también fallecido cantautor siempre mostró su distancia con la huella de Messone.

En una entrevista publicada por Interferencia en 2021, lo contó de la siguiente manera: “Algunos de ellos, como Pedro Messone, intentaron meterse con nosotros, meterse yendo a la Peña, pidiéndole canciones a Víctor Jara, a mí, a otra gente. Messone había cantado Bandido, que escribí yo, después le pidió a Jara algunas canciones. Lo pongo como ejemplo porque me acaban de contar una anécdota espantosa que pasó en Puerto Montt, donde me acusó de terrorista en un acto, hace poco, y subió al escenario un tipo y le partió la cabeza de un combo”.

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