Volver a ser una opción de futuro

Hoy la centro y centroderecha deben primero que nada mirarse a sí mismas de forma crítica. No deja de sorprender que los partidos de Chile Vamos hayan decidido en primera vuelta dar la espalda a su opción presidencial y respaldar a un candidato que siempre mostró índices de rechazo entre el 50 y 60%. Sólo con ese dato hubiera sido posible proyectar lo que ocurriría en una segunda vuelta.



*El autor es exdiputado y fue el coordinador político de la campaña de Sebastián Sichel.

Hoy ya tenemos los resultados electorales en mano. Y aunque los tiempos para reflexionar serán muchos, existe uno que es el punto de partida: la única forma para que el centro y la centroderecha vuelvan a ser una opción de futuro en el país y puedan ofrecer un proyecto suficientemente convocante como para ser gobierno, es abrazando su compromiso de renovación, pero en serio, hasta el final.

José Antonio Kast y su Partido Republicano se declararon oficialmente oposición al gobierno de Sebastián Piñera y su coalición Chile Vamos en marzo de 2020, en el peor momento posestallido y empezando la pandemia.

Cuando se planificaron las primarias, el Partido Republicano descartó participar. Claramente, no estaba en su horizonte generar un proyecto común, sino más bien intentar potenciar sus propios intereses. Lo que no es algo malo, pero es lo que ocurrió.

Sebastián Sichel se sometió a primarias y ganó. Pudiendo ir directo a primera vuelta y evitando con eso las mochilas que se le enrostran al candidato “oficialista”. Pero para resguardar la institucionalidad pidió participar, logró participar y se impuso por un amplio margen. Los descuelgues comenzaron inmediatamente después del primer debate. Hoy se ha conocido que incluso ministros del gobierno, pertenecientes a esa misma coalición de la que Republicanos se declaró opositor, votaron por Kast en primera vuelta y las directivas de los partidos, al parecer, creyeron que esto finalmente era una segunda primaria. No se respetaron los compromisos, no se cumplió con alinear a los parlamentarios y los problemas se ventilaron por la prensa.

No es justo tampoco asignarles toda la culpa a los partidos de Chile Vamos. Sichel tuvo errores propios, pero el fuego amigo sólo los intensificaba, los hacía más visibles y copaban la agenda.

A esto se sumó la condición, por decir lo menos extraña, de que no era bien visto señalar diferencias programáticas con la candidatura de Kast. El candidato de Republicanos no solo se había negado a ir a primarias para formar un proyecto colectivo, sino que también en primera vuelta tenía derecho a una inmunidad por ser “del sector”.

Pero esto implicaba también una ceguera de sus propios adherentes. Supuestamente, al no mencionar los problemas de su programa, las personas no se iban a enterar de que estos problemas existían.

Los primeros análisis señalan claramente que son las mujeres de menos de 50 años quienes impulsaron la victoria de Boric. Y que esto se debe tanto a los aspectos que se percibían como retrocesos en el programa de Kast como a su entorno, con declaraciones machistas o fake news como las de Kaiser o Gonzalo de la Carrera. Sumado a esto, lo que es posible leer hoy como un error garrafal que fue ir a pedir el apoyo de Parisi. Esto último no sólo demostró con creces que los votos no son endosables, sino que, además, reafirmó que asociarse con un candidato que es reconocido por su falta de pago de pensión alimenticia, denuncias de acoso en el extranjero y líos económicos, probablemente fue una estrategia que perjudicó a Kast más que favorecerlo.

Sichel intentó acercar a Kast al centro. Sus nueve medidas entregaron una posibilidad de reconocer errores y asegurar los cambios. Pero el portazo del senador Edwards resonó en todos quienes ya miraban el proyecto con temor, y los cambios posteriores no lograron entregar la certeza.

Hoy la centro y centroderecha deben primero que nada mirarse a sí mismas de forma crítica. No deja de sorprender que los partidos de Chile Vamos hayan decidido en primera vuelta dar la espalda a su opción presidencial y respaldar a un candidato que siempre mostró índices de rechazo entre el 50 y 60%. Sólo con ese dato hubiera sido posible proyectar lo que ocurriría en una segunda vuelta.

La culpa no es de Kast. Él tiene derecho a plantear sus ideas y defenderlas. La culpa es de una centroderecha que se planteó como renovada, pero que al parecer sólo lo era en tanto los votos estuvieran con esas ideas renovadas. Cuando esos votos cambiaron, las ideas de renovación se convirtieron en “detalles” o “errores”. Quizás la gran reflexión de la derecha y centroderecha es entender que aquello que ellos llaman “matices”, para la ciudadanía no lo son. Los “temas valóricos”, como se han llamado, son fundamentales para los nuevos chilenos y el nuevo Chile. Los ámbitos de género, de diversidades o medioambientales no son temas que se puedan arreglar sobre la marcha. El supuesto temor a la izquierda no es suficiente para que una persona esté dispuesta a votar en contra de principios que cree fundamentales.

Los chilenos y chilenas no se movilizan por miedo, no creen en campañas que son contra algo, sino que esperan proyectos de futuro por algo, convocantes y que inviten a generar mayorías que den gobernabilidad. Seguir insistiendo en campañas anticomunistas no solo es inconducente, sino completamente alejado a lo que sienten la mayoría de nuestros compatriotas.

La diferencia entre primera y segunda vuelta es de 1,2 mm de chilenos. Por alguna razón, ellos decidieron que la elección era lo suficientemente importante para ejercer su derecho. Y esto generó que, en un hecho histórico, la segunda mayoría de la primera vuelta sea el actual presidente electo. Esto es lo que debe impulsarnos en el proyecto que debemos ofrecer al país.

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