Celestino Aós Braco, arzobispo de Santiago, quien será creado cardenal por el Papa Francisco: “Como ciudadano, me alegró constatar que los chilenos podemos convivir y respetarnos”

Celestino Aós encabeza la Iglesia de Santiago desde marzo de 2019. Foto: Mario Téllez

El prelado llegó en marzo del año pasado a la Iglesia capitalina y reconoce haberse sentido sorprendido por su nombramiento. También aborda algunos aspectos sociales del reciente plebiscito, el liderazgo de la institución católica en el país y su relación con la Conferencia Episcopal.


“Hay cuestionamientos buenos, que aportan luz y estímulo para que corrijamos lo equivocado y avancemos”, plantea el arzobispo de Santiago, Celestino Aós, respecto del complejo escenario que ha vivido la Iglesia Católica chilena durante los últimos años, fundamentalmente en el manejo de los casos de abusos.

Los suyos han sido meses acelerados. El 23 de marzo de 2019 llegó desde Copiapó a la Iglesia capitalina en calidad de administrador apostólico, en reemplazo de Ricardo Ezzati, a quien se le aceptó la renuncia por cumplir los 75 años. El 27 de diciembre de 2019 el Papa lo ratificó, ya en propiedad, como arzobispo. Y el reciente 25 de octubre el Pontífice anunció que lo creará cardenal. En este artículo, a través de un cuestionario respondido por escrito, Aós aborda su nombramiento, el plebiscito y el liderazgo de la institución católica, entre otros temas.

¿Lo sorprendió el anuncio del Papa de que usted será creado cardenal? Pregunto no por sus méritos ni trayectoria, sino por lo cuestionada que está la Iglesia chilena.

Evidentemente que el Papa Francisco podría responder en plenitud la pregunta. Si pienso en mi persona, me sorprende la elección como cardenal. Subía de joven las montañas y sé que llegan momentos en que mirando lo que nos falta y el esfuerzo que estamos haciendo, uno se desanima y viene la tentación del abandono; pero hay que mirar lo que ya se ha andado. Nuestra Iglesia chilena tiene un camino recorrido, está recorriendo un camino y se dirige hacia la meta de una fidelidad mayor al Evangelio de Jesucristo.

El día en que se anunció esta noticia religiosa Chile vivía un importante hecho cívico-político, con el plebiscito. ¿Cómo evalúa lo ocurrido en las urnas? ¿Baja la presión del estallido social?

No soy analista social ni político. Como ciudadano, me alegró constatar que los chilenos podemos convivir y respetarnos. No son los gritos, ni los insultos ni la violencia lo que nos une y construye; el camino es el diálogo, la participación, el aporte, la reflexión y el compromiso. Los logros ciertamente rebajan la tensión, pero nosotros seguimos teniendo problemas sociales de injusticia, corrupción, narcotráfico, precariedad en la educación y en la asistencia médica, cuidado y pensiones de vejez, respeto a las etnias y respeto a la libertad de conciencia y ejercicio del culto, el respeto a la vida, etcétera. Si echamos al olvido los problemas y no trabajamos los valores edificaremos sobre arena. Pero la sensatez nos avisa que las cosas no se consiguen de golpe y hay que respetar tiempos y procesos.

¿Qué lectura hace, desde el punto de vista social, al hecho de que tres comunas acomodadas concentraran un tipo de voto?

No tengo una lectura del porqué, como tampoco tengo una lectura del porqué hubo muchos que no fueron a votar. Expresar su opinión es ya un aporte. Por eso animé a que fueran a votar y me alegro por los que estuvieron en las urnas. Algunos no fueron por edad y temor al coronavirus.

Volviendo a la Iglesia Católica en Chile, ¿cree que ha perdido legitimidad y liderazgo o considera que se trata de una opinión aún respetada en medio de la crisis sanitaria?

En tiempos de marketing se compite por obtener reconocimientos y premios en la sociedad. ¡Hay tantos concursos y galardones! La Iglesia, que yo sepa, no ha de entrar en esa línea. ¿Sabe usted cuántas personas comen de las ollas comunes que se preparan en las parroquias? ¿Sabe usted cuántos que han muerto o que se recuperaron del coronavirus han recibido la asistencia religiosa porque lo pidieron, aun cuando el sacerdote arriesgara su propia salud y vida? ¿Sabe usted cuántos ancianos están en las residencias que cuida la Iglesia? ¿Sabe cuántos migrantes o enfermos se alojaron en edificios o salas de la Iglesia? ¿Y cuántas llamadas atendió el teléfono que habilitamos? ¿Sabe cuántos varones y mujeres rezan? Claro que para quien no tiene una fe eso no cuenta... Dice la historia que, en los primeros tiempos, en ambiente pagano y hostil, la gente señalaba a los cristianos diciendo “miren cómo se aman”. No sé cómo saldremos de la crisis, ni sé cómo nos organizaremos después de la Constitución, pero sé que tenemos tarea para ofrecer el Evangelio de Jesucristo y para atender a los pobres, que siempre los hay.

¿Ha tenido noticias de los avances en la investigación de la fiscalía respecto de abusos?

Sé que la justicia tiene su ritmo y su tiempo; a veces parece lento, pero hemos de pensar que no es por desidia, sino porque no se llega a más. Los tribunales deben buscar la verdad e impartir sanciones según juzguen. Queremos saber qué pasó realmente, para avanzar y poder descubrir cuáles fueron los motivos por los que eso ocurrió, queremos así llegar a reparar a las víctimas y ordenar las cosas de forma que no se produzcan de nuevo hechos similares.

Tres días después del anuncio de su nombramiento, la Conferencia Episcopal le envió una carta pública de felicitaciones. El texto parece algo breve y frío. ¿Cómo está la relación de la Iglesia de Santiago con la Cech?

Un texto se da en un contexto, y ciertamente que quien lo lee lo interpreta y valora. Respeto su interpretación y valoración, es la suya. Le aseguro que no hay, que yo sepa, conflictos o problemas que dificulten o dañen la relación de la Iglesia de Santiago y la Conferencia Episcopal de Chile. Es tiempo de colaboración, de sinodalidad, le llaman ahora.

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