Las cicatrices que dejó el encierro

"Zapatos rojos", instalación de la artista mexicana Elina Chauvet que se presentó en Chile el 2018 para sensibilizar sobre la violencia de género. Foto: Leonardo Rubilar Chandía / Agencia Uno.

La pandemia dejó un saldo sorpresivo en cuanto a violencia de género. No aumentaron los homicidios de hombres a mujeres, como se temía, pero sí se dispararon los femicidios frustrados: en un año, subieron 131%. Y si el delito no se concretó, creen las expertas, fue por la presencia de vecinos y familiares. Fue así para Angélica, una de las 190 sobrevivientes de la violencia en cuarentena.


“Me quería bañar para ir a la pega. Él se sacó la ropa y se acostó. Quería que se quedara dormido. Lo miré y estaba durmiendo”. Angélica (47) prefería esperar hasta ese momento. No tenían baño, por lo que se duchaba con un balde. Y mientras se echaba agua encima, la noche del 5 de julio del año pasado, sintió que le agarraban el pelo y la tiraban al suelo. Lo único que alcanzó a tomar, para defenderse, fue una toalla.

Su pareja recogió dos botellas de vino y las quebró. Las usó para hacerle dos cortes en el cuello, uno en el brazo derecho y otro en el abdomen. Su sangre y el vino, recuerda, se mezclaron en el piso de la habitación que compartían en el Campamento Casas Viejas, en Puente Alto.

-Y salió corriendo, así, a pata pelada, a puro calzoncillo. Y me dejó sola-, relata.

Angélica fue una de las 190 mujeres víctima de un femicidio frustrado en 2020. Mantuvo una relación de cuatro años con su agresor, hasta que, tras dos episodios de violencia, terminaron en 2019. Tras la ruptura, la mujer dejó Temuco y se fue a vivir a Puente Alto. No supo del hombre hasta febrero del año pasado, cuando “el Chito”, como le llamaba, llegó al campamento donde residía.

Él le pidió alojamiento por unos días, pues lo habían echado de la pieza que arrendaba. Angélica aceptó, pero cambió su turno de trabajo -como auxiliar de aseo en un hospital- por el nocturno, para no encontrárselo. Así, aprovechaba de dormir cuando él trabajaba. Pero con la pandemia el hombre perdió su trabajo y pasaba día y noche en la casa, borracho. Y el alcohol lo ponía más violento.

A inicios de marzo pasado, cuando aún no se veían los efectos del coronavirus en el país, distintas agrupaciones feministas advirtieron que, según experiencias en Asia y Europa, la violencia hacia las mujeres podría incrementarse durante el confinamiento. Temían que la convivencia entre víctimas y agresores pudiera llegar a un límite fatídico: un aumento en los casos de femicidios.

Sin embargo, estos delitos bajaron. Según datos del Ministerio Público, en 2020 hubo 43 femicidios consumados, siete menos que en 2019. Pero el descenso no significó una disminución en la violencia de género. Aquellos casos frustrados, en que el autor del delito intentó matar a la víctima sin lograrlo, se elevaron un 131%: pasando de 82 a 190.

Angélica cree que la intención de su expareja era matarla. Y aunque las dos denuncias por violencia intrafamiliar que hizo en 2015 y 2019 no lograron alejarla de él, la noche del 5 de julio no dudó en denunciar nuevamente. Llamó a su hijo (27) para que fuera a buscarla al campamento. Quería salir de ahí ‚por temor a que su agresor volviera. Se fueron a la casa del joven y recurrieron a Carabineros. “Llamamos y llamamos y no llegaron”, recuerda la mujer. Asegura que intentaron contactarse por lo menos 10 veces y recién contestaron cuando iban camino al hospital. Le dijeron que irían, pero nunca se encontraron.

Tras salir del hospital, Angélica, con parches sobre sus heridas, fue a la comisaría a hacer la denuncia junto a su hijo.

En su propia casa

Frente a la disminución de los femicidios, la directora de la unidad de DD.HH., Violencia de Género y Delitos Sexuales de la Fiscalía Nacional, Ymay Ortiz, tiene una teoría: lo que caracteriza al año en pandemia es que, como nunca en la modernidad, mujeres y hombres volvieron a recluirse, por lo que los agresores podrían tener menos razones para controlar a sus convivientes. “Vuelven a estar allí, donde se ocupan del cuidado de los hijos, no salen. Por lo tanto, el control del hombre es total, no hay razones para disciplinarlas, porque están a absoluta merced en esta sociedad patriarcal”, dice Ortiz.

La casa fue el lugar donde, según la fiscalía, 148 mujeres estuvieron cerca de perder la vida en manos de un hombre en 2020. El caso de Angélica fue uno. Y otro fue el de una mujer que casi murió en octubre en Quellón, Chiloé. Entremedio de botellas de alcohol y discusiones por celos, Joel Sepúlveda (53) apuñaló con un cuchillo en una pierna a su conviviente (51). Según la fiscal a cargo del caso, Karyn Alegría, los gritos de la mujer provocaron que su hijo (23) bajara desde el segundo piso del hogar a socorrerla. Al ver al joven, el agresor huyó. Poco después lo encontraron, y hoy permanece en prisión preventiva.

La presencia de terceros, como ocurrió en Quellón, es fundamental para evitar los femicidios, explica la socióloga del Observatorio Género y Equidad, Tatiana Hernández. Ella sostiene que el aumento de los casos frustrados podría tener relación con que familiares, amigos y vecinos están más alertas. “La sociedad está más sensible, sabe que es posible que ese hombre la mate”, sostiene. Sin embargo, de acuerdo a la experta, frustrar un femicidio no implica que la comunidad haya respondido a tiempo: “Si intervinieran a tiempo, la violencia extrema no ocurriría”.

De los 190 casos de femicidios frustrados ocurridos en 2020, las regiones que más casos acumularon fueron la Metropolitana (46), La Araucanía (24) y Coquimbo (18), según datos de la Fiscalía Nacional. En cuanto a los consumados, la Región Metropolitana también lideró los casos con 12, seguida de Valparaíso (6) y O’Higgins (5). El arma blanca fue el modus operandi más frecuente en los femicidios frustrados, con 69 casos. Le siguen los golpes corporales o con objetos contundentes (47) y la asfixia o ahorcamiento (45).

Expertos en violencia de género asocian los femicidios a algunos factores de riesgo, como el consumo de alcohol y drogas, o la cesantía del hombre. Aunque aclara que no existe una relación de causalidad, Tatiana Hernández reconoce que la desocupación sí podría ser un factor de riesgo importante en 2020, porque los agresores tienden a querer demostrar “qué tan viriles son” a través del éxito laboral. La Región de Coquimbo, por ejemplo, es una de las que lideraron los casos de femicidios frustrados, y también fue la que tuvo la mayor tasa de desocupación el último trimestre del año, con 12,6%, según el INE.

Angélica piensa que el hecho de que ella quisiera salir a trabajar en lugar de quedarse con su expareja cesante, en el campamento, hizo que él fuera violento. “Que yo quisiera ir a trabajar y no me quedara con él, era como decirle que ya no lo amaba. Yo creo que sintió que perdió territorio, que perdió el control de la situación”, relata.

Después de la denuncia

Si bien el alza en los femicidios frustrados sugiere un incremento de la violencia de género, esto no se condice con un aumento en las denuncias. Según datos de la Subsecretaría de Prevención del Delito, de enero a noviembre de 2020 se registraron 79.211 casos policiales de violencia intrafamiliar, tanto denuncia de hechos pasados como situaciones en flagrancia. La cifra muestra una baja de un 6,9% en comparación al año anterior. Pero un dato que fundamenta la preocupación es el explosivo crecimiento de los llamados a los teléfonos de ayuda. El jefe del Departamento de Protección de la Familia y Grupos Vulnerables de Carabineros, mayor Raúl Fuenzalida, dice que recibieron 22.550 llamadas a “Cenco Familia 149” el año pasado, un 97% más que en 2019.

Lo mismo ocurrió con la línea de prevención de la violencia del Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, el 1455, con más de 126 mil llamadas en 2020, un 148% más que el año anterior. Sin embargo, la utilidad del servicio fue cuestionada por la Contraloría. Según un preinforme de la entidad: “No consta explícitamente que se haya realizado un ofrecimiento de derivación a algún dispositivo habilitado por el SernamEG”, en las 3.401 llamadas categorizadas como graves o vitales.

También se reparó que el servicio efectivamente lleve a cabo el seguimiento de las denuncias ingresadas por Carabineros.

Como respuesta, el SernamEG emitió un informe en diciembre pasado, donde detalla las acciones que se llevaron a cabo. Al respecto, la directora (S) nacional del SernamEG, Johanna Olivares, explica que es frecuente que el primer llamado que se hace a las mujeres no sea exitoso, por lo que es necesario repetirlo varias veces. Por eso, el ofrecimiento de derivación no se puede hacer tras cada llamada. “Tenemos que acomodarnos a las características particulares que tiene cada mujer. Muchas veces ellas nos informan en qué momento podemos tomar contacto con ella, si podemos o no ir a su domicilio”, afirma.

Pese a que el SernamEG asegura que se hace un seguimiento, la abogada experta en temas de derecho de familia y penal, Susana Borzutzky, considera que herramientas como los teléfonos de ayuda, aunque van en la dirección correcta, son reactivas y no ayudan a las mujeres que temen denunciar. Además, la abogada de Corporación Humanas, Camila Maturana, dice que las mujeres que denuncian no siempre tienen a mano la información que requieren para continuar el proceso. Algunas ni siquiera saben cómo activar una medida de protección o cautelar.

La directora (S) del SernamEG sostiene que cada una de las mujeres que ha aceptado el apoyo legal del servicio tiene un abogado o abogada que lleva su causa y la mantiene informada, y se dedica a explicarle lo que cada paso significa en el proceso legal. Sin embargo, este no necesariamente es el caso de las mujeres que de manera particular presentan denuncias.

E incluso para las mujeres que se atreven a hacer la denuncia es complejo, pues su agresor podría no recibir una condena. En el informe sobre el acceso a la justicia de las mujeres, publicado por el Poder Judicial en octubre de 2020, se señala: “Solo una tercera parte de las mujeres que inician un proceso obtienen una sentencia de condena de su agresor”.

El agresor de Angélica fue citado a una audiencia en agosto del año pasado, pero no llegó. Quedó con prohibición de salir de su vivienda desde el 13 de julio, pero ahora estaría en Temuco. Incluso, tiene una nueva causa en esa ciudad por robo con violencia. Desde el Ministerio Público comunican que se está a la espera de citarlo a un juicio simplificado por las agresiones a Angélica, pero aún no tiene fecha. En cuanto al robo, existe una orden en curso en la Fiscalía de Nueva Imperial para investigar con diligencias. Pero, hasta la fecha, el agresor no ha sido encontrado.

Perder el control

Desde octubre del año pasado, Angélica está refugiada en el sur del país. Quiere empezar de nuevo, sin que el hombre al que denunció conozca su paradero. La abogada Borzutzky explica que el confinamiento refuerza dos elementos que utilizan los agresores para someter: el control y el aislamiento. “El agresor, en su búsqueda de poder, se encontró con el momento perfecto. La víctima, su presa, no posee escapatoria”, señala.

Aunque el encierro proporciona las condiciones para tener a las mujeres bajo el control de sus agresores, algunos expertos en violencia de género temen lo que pueda pasar cuando las restricciones disminuyan. La vocera de la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres, Silvana del Valle, sostiene que la “pequeña disminución de casos” durante los meses de encierro se vio interrumpida por el desconfinamiento. Desde entonces, explica, ocurrieron casos más seguidos. Por ejemplo, cuando se redujeron las restricciones sanitarias en octubre, se registró el número más alto de femicidios frustrados por mes durante 2020, con 25 casos.

El incremento de los casos a medida que acaba el confinamiento no pasa solo en Chile, sino que es una tendencia que también se ha visto a nivel global, afirma el experto español en temas de género, Miguel Lorente.

Y hoy, a ocho meses de la agresión, las heridas de Angélica cicatrizaron, pero aún se notan. Dice que podría ponerse un frasco de maquillaje encima y no sería posible ocultarlas del todo. Le preocupa, sobre todo, que sus nietos las vean, porque le hacen preguntas. A ellos les dice que se le cayó un palo encima. Y como saben que a su abuela le gusta construir en madera, le creen. Pero a los adultos no puede mentirles. Cuando le preguntan qué le pasó, ella prefiere cambiar el tema. “Veo que nunca más voy a poder ser la misma -se lamenta-, porque cada vez que vea esas cicatrices me acordaré de esa persona”.

Tabla comparativa de femicidios y femicidios frustrados entre los años 2019 y 2020.

============Credito Periodista REP (50518914)============

Por Emilia Palacios y Cristóbal Fuentes

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