Columna de Daniel Grimaldi: Menos y mejores partidos

SALA


El sistema político chileno tiene una gran paradoja: al mismo tiempo que aumenta la desconfianza hacia los partidos se incrementa también el número de partidos políticos. Los datos de Latinobarómentro sobre confianza en los partidos muestran que en 1995 con 7 partidos en el Congreso un 64% confiaba poco y nada en ellos; en el 2013 con 9 partidos la desconfianza aumentó a 83,5% y tras la reforma política del 2015, hoy, con 21 partidos en el hemiciclo la cifra de desconfianza sube a 88,3 % (y según la CEP es 97%!).

El problema puede tener parte importante de su origen en la forma en la cual se interpretó la “crisis de confianza en los partidos políticos”, un fenómeno mundial que involucra al corazón del principio de la representación en las democracias liberales. En Chile tuvo su interpretación asociada en gran parte al sistema electoral binominal y al voto obligatorio con inscripción voluntaria. Con los años se cambió el sistema electoral hacia uno más proporcional, se otorgó financiamiento público a los partidos, se regularon mejor las campañas y ahora existe inscripción automática y voto obligatorio. A pesar de ello, la confianza en los partidos sigue empeorando.

Maurice Duverger (1951), célebre politólogo francés, distinguía entre partidos de origen externo e interno los sistemas de partido, los primeros venían de movimientos o grupos fuera del parlamento y los segundos producto de escisiones o reagrupaciones de dirigentes de partidos ya existentes, principalmente con fines electorales. Pues bien, desde el 2013 a la fecha tenemos 14 partidos nuevos de los cuales sólo 6 han sido en estricto rigor de origen externo y que tal vez podrían representar algo nuevo en política o grupos anteriormente excluidos. Los 8 partidos nuevos restantes son más bien producto de conflictos, reacomodos, oportunismos y emprendimientos personales de dirigentes, sin tener verdaderamente una propuesta política diferenciadora. Cuando hablamos de la fragmentación política en Chile, no podemos dejar de considerar este hecho y evaluar qué tan conveniente resulta seguir fomentando la creación de más partidos de la “política pequeña”.

No hay una respuesta única a la desconfianza ciudadana hacia los partidos, pero es razonable pensar que ello se debe en gran parte a la falta de eficacia para llegar a acuerdos, otros aspectos ligados a los privilegios que tienen los congresistas, la mala calidad de la deliberación política y también a la percepción de corrupción de sus actos. Una reforma al sistema político debiera abordar estos puntos como objetivo, si queremos recuperar en algo la confianza en la política.

Las reformas políticas no salen de los laboratorios y jamás serán perfectas, sobre todo, si son los incumbentes los que las crean, por lo mismo, deberíamos considerar los acuerdos de la Comisión Experta en esta materia como lo más razonable dadas nuestras limitaciones: un umbral en torno al 5% para acceder a escaños como en Alemania, Suecia y Bélgica y, la pérdida del escaño por renuncia al partido para evitar el transfuguismo. Esas dos medidas podrían ayudarnos a tener menos y mejores partidos y a comenzar a encontrar una ruta hacia la gobernabilidad y encaminarnos hacia una reforma mayor cuando existan mejores condiciones.

Por Daniel Grimaldi, director ejecutivo de Chile21

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