Columna de Diana Aurenque: Este domingo



Este domingo, Chile tiene la posibilidad de expresarse nuevamente sobre un proceso constitucional. Pese a las diferencias en sus orígenes, formas y protagonistas, en todos los anteriores se repite el mismo esfuerzo: movilizar desde la institucionalidad un cambio constitucional. Independiente de los dolores o alegrías que nos hayan provocado, lo cierto es que debemos reconocer que, en cada proceso, la institucionalidad democrática ha sido respetada. Algo no menor en tiempos de profunda desconfianza hacia las instituciones y el descredito de la política. Así, más allá de los resultados de este domingo y del evidente desinterés ciudadano en comparación con la agitación electoral del último plebiscito, este proceso representa un fortalecimiento de la democracia -al menos en lo formal.

No obstante, aquel robustecimiento formal -enriquecido por el voto obligatorio- no es lo único que deberíamos anhelar. En realidad, deberíamos esperar que la elección de los 50 consejeros refleje las expectativas de los chilenos; que quienes sean electos sean quienes mejor representan sus necesidades e intereses, valores y confianzas. Y en ello podemos vaticinar resultados.

Dado que de los cinco pactos electorales dos de ellos están íntegramente representados por partidos definidos -los Republicanos y el Partido de la Gente-, no puede sorprender que obtengan buenos resultados. Pues, mientras los Republicanos con su conservadurismo y acento en la seguridad, parecen atender mejor las necesidades de un país sumido en el miedo por la delincuencia, el PDG con su desprecio a la clase política y su rechazo a las ideologías políticas, parece una alternativa interesante para quienes creen que “todos los políticos son iguales”.

Pero hay algo perturbador en este vaticinio. No que los Republicanos logren una cantidad importante de votos -que Chile no es tan progresista o que la seguridad sea prioritaria, lo aprendimos. Preocupante para la democracia es otra cosa: que un partido que se declara sin ideologías políticas y “de la gente”, es decir, populista, gane institucionalidad material. Porque los populistas en su afán de ganar la simpatía y los votos de la ciudadanía, están dispuestos a tomar medidas contrarias al Estado democrático -un gran ejemplo el asalto al capitolio de Estados Unidos por adherentes de Trump.

Este domingo Chile tendrá nuevamente la posibilidad de decidir si la Constitución ha de tener tintes más de derecha, centro o izquierda. Y esto es legítimo. Ojalá sí que no elija activamente -y menos anulando- a miembros de un partido liderado por alguien como Franco Parisi, quien, con total descaro, parece estar por sobre la institucionalidad; que suma denuncias por acoso sexual, deuda por pensión de alimentos, deudas previsionales a trabajadores o fraudes electorales como su presidente -y donde incluso una de sus candidatas fue condenada por microtráfico.

Podemos ser de derecha, centro o izquierda y elegir una Constitución que también lo sea -pero, ¿será sensato optar por quienes carecen de ideologías o se salten las leyes? Veremos lo que quiere Chile -este domingo.

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile

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