Columna de Hugo Herrera: El pacto Boric-Republicano

07/05/2023 ELECCIONES CONSEJO CONSTITUCIONAL FOTO: MARIO TELLEZ / LA TERCERA


Cambian los poderes al interior de los sectores, pero los resultados de las elecciones no redibujan la conformación de fuerzas del país en lo fundamental. Las derechas quedan en alrededor del 56,5 por ciento, las izquierdas en el 37 por ciento. Es una gran victoria para las derechas y una derrota maciza (que se suma al 4 de septiembre) para las izquierdas. Pero ningún sector aplasta al otro (y hay que contar con el PDG y los nulos). Izquierdas y derechas son fuerzas socialmente irreductibles.

Chile sigue necesitando un gran acuerdo, si quiere evitar nuevos estallidos sociales, la polarización y la violencia, así como favorecer las condiciones de un efectivo despliegue espiritual y material del pueblo. Requiere de algo en común que opere como marco de acción y símbolo intangible de la unidad nacional. No se conocen democracias maduras que no hayan producido ese gran acuerdo. En nuestro caso, la vía que está abierta para el mentado acuerdo es la de una nueva Constitución.

Aquí hay un hecho crudo que constatar. Si ese acuerdo fundamental ha de producirse, se deberá renunciar a los discursos más extremos. Se deberá renunciar a ellos por responsabilidad con la República.

Tanto el economicismo de la derecha, cuanto el moralismo de la izquierda han de ceder, para que la política pueda operar. El moralismo académico-frenteamplista -su programa de transformación de las consciencias para volverlas estrictamente generosas, prohibición en áreas enteras del mercado como “mundo de Caín”, y discriminación de quien piensa distinto, declarando su posición, en el momento crítico, como “inaceptable”- es el responsable del fracaso colosal de la Convención-1. Tal Convención fracasó porque sus liderazgos, bajo las premisas de tan estreñido discurso, intentaron excluir a las derechas.

Hoy las derechas han triunfado. Si ellas quieren producir una Constitución, no pueden repetir el gesto de exclusión de la Convención-1. Para eso tienen que renunciar desde ya a un economicismo que ve en la sociedad una agregación de individuos preexistentes y abrirse a producir las bases de un auténtico Estado social.

Las palabras iniciales de los republicanos han sido prudentes y de mirada amplia. Entre sus miembros hay muchos de quienes cabe presumir intenciones de integración y responsabilidad nacional. Y el Presidente Boric ha dado algunas muestras serias de compromiso con el país más que con el pequeño credo de los moralizantes.

De manera inteligente, ha interpelado de manera directa al Partido Republicano. Ambos se han reconocido preliminarmente como los protagonistas del proceso político que adviene.

El asunto es incipiente y podría frustrarse. De lado y lado se tildará de “traición” cualquier esfuerzo de entendimiento. Sin embargo, es el país el que está en las manos de ambos interlocutores. De que se comprometan con las conversaciones a las que están llamados depende que prevalezca alguna unidad. Una más básica, por cierto, que la que quisieron imponer en su minuto Pinochet y la Convención-1. No resulta así. Y de que lo entiendan las partes mencionadas depende la viabilidad de la República.

Por Hugo Herrera, profesor titular Fac. de Derecho UDP

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