Elegir ser profesional: tres consideraciones


Por Cristóbal Madero, Departamento de Política Educativa y Desarrollo Escolar Universidad Alberto Hurtado

Estos días una buena parte de los más de 275.000 jóvenes que rindieron la Prueba de Transición a la educación superior en Chile optarán por un futuro profesional. Se trata de una elección importante para la cual se han preparado destinando tiempo y recursos. Sin duda, y no debiera sorprender, la desigualdad de base del sistema (y que leyes como de la inclusión va queriendo poco a poco remediar) se evidencia en este momento de la trayectoria educativa de estudiantes de 4to medio. Tampoco el que la masificación de la educación superior universitaria (y hasta cierto punto la técnica) ha devaluado su valor comparado a décadas anteriores: estudiar y mantenerse en la universidad durante todo el proceso, sigue siendo un privilegio. De cara a dicha elección que se inscribe en el contexto concreto de nuestro sistema educativo sus virtudes y debilidades, propongo tres consideraciones para la elección de las y los jóvenes estos días: reconocer la vocación, reconocer el sentido, y reconocer la responsabilidad.

Reconocer la vocación es no solo determinar el dominio en el que se tienen destrezas y aptitudes. Es mucho más que eso. De hecho, una batería de test más o menos bien calibrados ayudaría a llegar a esa respuesta. La vocación es más profunda pues toca a las emociones desde un punto de vista psicológico, a la dimensión espiritual en un nivel más profundo que el anterior y de la cual ningún ser humano es ajeno, y a la dimensión social en forma de necesidades a las cuales se puede responder. Tener vocación para desempeñarse en una determinada profesión (incluyendo el proceso de estudios que lleva a ese fin), necesita tocar la emoción, el espíritu, y la necesidad social. No en igual grado, ni al mismo tiempo, ni tampoco de forma sostenida en el corto plazo. Pero si deben estos elementos estar presentes, pues que triste sería la vida, y en qué tipo de sociedad nos transformaríamos si las y los jóvenes eligieran únicamente considerando los criterios de la elección racional en este momento de sus vidas.

Reconocer el sentido es por una parte tomar conciencia de que la elección de una profesión es importante, pero por otro decirse las y los jóvenes a sí mismos, muy fuerte y claro, que no es lo más importante en la vida. El estudio de una profesión y más adelante el ejercer la misma, debe ser puesta en perspectiva de un proyecto de vida mayor. Tal vez en lo que más falla nuestro sistema escolar es poner como perspectiva (cuando esto es posible) el estudio a nivel superior, en vez del inicio de un proyecto de vida, para el cual el estudio y la profesión misma son un medio. Un medio, las profesiones, que dicho sea de paso, serán (y ya van siendo) muy pocas las que no vayan a cambiar en tal forma, que serán irreconocibles en el tiempo por venir.

Reconocer finalmente la responsabilidad que significa tener la posibilidad de estudiar significa que independientemente de las realidades sideralmente distantes unas de otras donde unos trabajan para pagar los estudios, otros contraen deuda, otros cuentan con redes privadas familiares que costean, o bien esa red es el Estado, estudiar tiene una dimensión de retribución. El trabajo que se realizará desde una profesión tiene que ser visto desde la clave de la responsabilidad con quienes no han tenido las mismas posibilidades.

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