La columna de Tomás Rau: “03-03-456: La tonada desnuda del Chile de hoy”

"Abandonemos proyectos populistas como la condonación del CAE y usemos eficientemente los recursos. Consensuemos una reforma previsional sensata que aumente las pensiones hoy pero también las futuras, vía ahorro en las cuentas individuales".



El país está estancado desde hace una década y estamos viviendo un momento político, económico y social sumamente complicado. La economía no repunta; con un Imacec de octubre de 0,3% terminaremos cerca del 0% este año y, dado el crecimiento de la población, en términos per cápita decreceremos en torno al 1%. La inflación de noviembre nos sorprendió con un 0,7%, y el ansiado relajamiento de la política monetaria parece aletargarse. La delincuencia está desatada, los niños juegan con temor a ser baleados, y las estudiantes caminan intranquilas por temor a ser apuñaladas a la salida de sus universidades. La incertidumbre política sigue elevada, con un proceso constitucional que parece eternizarse y la ineficacia de las instituciones es bastante preocupante.

Si hablamos del mercado laboral, observamos un deterioro severo. La baja tasa de ocupación de 55,6% implica que se requiere crear 418 mil puestos de trabajo para llegar a la ocupación previa a la pandemia (58,2%). Tanto demanda como oferta de trabajo se contraen. Los avisos laborales caen desde 2015, y la tasa de participación laboral está un poco más de dos puntos por debajo de su nivel pre-pandemia. Con todo, el desempleo permanece en un altísimo 8,9%, y un poco más de 880 mil personas buscan trabajo y no encuentran. La informalidad laboral, en 27%, alcanza los 2,4 millones de personas de las cuales una gran mayoría no cotiza, lo que implica bajas pensiones futuras.

Si miramos el crecimiento del PIB tendencial, la capacidad de crecimiento de mediano y largo plazo calculado por el Banco Central, se proyecta una trayectoria descendente que promediará 2,1% en el decenio 2023-2032, similar a la década pasada que ya se denomina “la década perdida”. Y como bien calculó la comisión Marfán, por cada punto de crecimiento, los ingresos fiscales aumentan 0,24 puntos de PIB, es decir, más de US$ 700 millones. Pero las autoridades insisten con una reforma tributaria (pacto fiscal) mientras los proyectos de inversión agonizan con la insufrible “permisología”, el empleo público crece al alero del extemporáneo estatuto administrativo, y el botín del Estado (que no se moderniza) engorda, hasta la próxima elección.

Más que un pacto fiscal, necesitamos un armisticio político y volver a ponernos de acuerdo. Sí, como en los 30 años más prósperos de la historia de Chile. Que el pragmatismo, el sentido común y los consensos sean el laudo que arbitre la recuperación de Chile y termine con esta “tonada desnuda”, por no decir cueca en pelota, que nos tiene sumido en este pantano.

El gobierno ha propuesto un gabinete de crecimiento económico. Enhorabuena. Quienes hace poco argumentaban que la reducción de la pobreza según la última Casen se debía a las políticas públicas y no al crecimiento, hoy enarbolan la bandera de este último. Pero para dejar de crecer al 0,3 y volver a crecer al 4, 5 o 6%, invocando a la gran Raffaella Carrà, debemos dejar de hacer lo mismo. Reduzcamos la permisología e impulsemos una agenda de seguridad estricta para volver a invertir y andar sin miedo. Abandonemos proyectos populistas como la condonación del CAE y usemos eficientemente los recursos. Consensuemos una reforma previsional sensata que aumente las pensiones hoy pero también las futuras, vía ahorro en las cuentas individuales. Reduzcamos la informalidad laboral, modernicemos el estado y el empleo público. En fin, no es necesario redescubrir la pólvora, sino que volver a ponernos de acuerdo y a trabajar.

* El autor es profesor titular y director del Instituto de Economía UC

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