“Un acento plateado girando en los discos de oro”: cuando Pedro Lemebel alabó a Cecilia

En sus crónicas en Radio Tierra, y en su libro Loco Afán, el escritor despachó una floreada alabanza a la cantante.


Más fan de la cultura pop que de la literatura, y más cercano a las figuras del espectáculo que a la “callosa y prostática literatura masculina”, Pedro Lemebel tuvo siempre palabras para esas celebridades consideradas divas (como Madonna o Liz Taylor). De hecho, como relata Óscar Contardo en su biografía Loca fuerte, solía no perderse el Festival de Viña.

Cecilia, la incomparable, de hecho fue ganadora del certamen de la Quinta Vergara en 1965 (ahí donde inmortalizó su “beso de taquito”). Sobre ella publicó una floreada crónica, primero en su programa de radio Tierra, luego en su volumen Loco afán (1996, Seix Barral). Con algunos cambios entre uno y otro formato, el texto es más o menos el mismo.

Con su gusto por los detalles, Lemebel escribió: “Escotes de corazón y vestiditos de encaje arrepollaban sus caderas, prestándole el femenino encanto que hacía suspirar a la manga de admiradoras que amoldaban su lésbico andar al vaivén ‘Bom, bom, bom de un brillar mil estrellas’. En realidad, ella era otra voz, un timbre agudo que cruzaba el aire en la vitrola tersa de su canto”.

“Un acento plateado girando en los discos de oro que ganaba por superventas. Su voz era la nota de cristal que ganó el Festival de Viña de una plumada, y esa noche, todo Chile la vio en televisión “como una antorcha encendida en un mar de gente”.

“Cecilia era la reina de la engominada nueva ola, el violín mágico de los colizas que imitaban el falsete de su voz. Una voz demasiado fina, un colibrí mujer como estéreo símbolo de vaporoso traje a lo Brenda Lee, que por esos años cimbreaba su cintura de avispa chillona al compás del twist”.

“Después llegaron los setenta, y la estridencia rockera desgarró la balada pop de los ya no tan jóvenes coléricos. Muchos se fueron para la casa, y otros se quedaron animando programas del recuerdo con el zapateo yea, yea de la placa de dientes. Entonces, Cecilia, aprovechó este recambio para tirar lejos los tacoaltos y las enaguas almidonadas. De la noche a la mañana apareció travestida de Elvis Presley. Con buzo plateado pata de elefante y botas texanas, enfrentó desafiante la nueva década con su look chulesco. Pero este país, engarzado en la costra de la tradición, no aceptó la estética chicana que evaporó el tul feminoide de la estrella”.

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