Umberto Eco entre la historia y la crítica a las redes sociales: “Internet es un peligro para el ignorante”

Umberto Eco entre la historia y la crítica a las redes sociales: “Internet es un peligro para el ignorante”

Fallecido un 19 de febrero de 2016, el destacado pensador, semiólogo y escritor italiano despuntó con la brillante novela El nombre de la rosa, donde inventó un género literario nuevo en base a lo histórico y lo policial. Hacia el final de sus días se mostró muy crítico con internet y las redes sociales, acusando el escaso filtro de información.


A sus 80 años, en 2012, Umberto Eco seguía plenamente activo y dando entrevistas. Mostrándose con una personalidad arrasadora, extrovertido y sobre todo muy lenguaraz, en las conversaciones con los medios no perdía ocasión para defender todo aquello que oliera al pasado y mostrarse crítico ante los elementos más nuevos. En ese año, en charla con el medio XLSemanal, despachó una defensa del libro en formato papel, a contrapelo de los nuevos formatos electrónicos, como la Kindle o los audiolibros.

Soy coleccionista de libros. Defendí la supervivencia del libro junto con Jean-Claude Carrière en el volumen Nadie acabará con los libros. Lo escribimos por motivos estéticos y gnoseológicos [relativos al conocimiento]. El libro sigue siendo el medio ideal para aprender. No necesita electricidad y puedes subrayar todo lo que te parezca. Considerábamos imposible leer textos en el monitor de un ordenador. Pero de eso hace ya unos dos años”.

Aunque de todos modos, la vorágine de los tiempos lo obligó a realizar ciertas concesiones, como comprarse un elegante iPad y terminó reconociendo sus virtudes. “En mi último viaje por Estados Unidos tenía que llevar conmigo 20 libros y mi brazo no estaba para muchos trotes. Por eso acabé por comprarme un iPad. Fue útil para transportar tantos volúmenes. Empecé a leer con el aparato ese y no me pareció tan malo. De hecho, me encantó. Así que ahora leo mucho con el iPad, ¿se lo puede creer? Pues sí. Incluso así, creo que las tabletas y los e-books sirven más como auxiliares de lectura. Son más prácticos para el entretenimiento que para el estudio. Me gusta subrayar y escribir notas, interferir en las páginas de un libro. Eso todavía no es posible con una tableta”.

La importancia del libro para Eco no era casual. Es uno de los hilos argumentativos de su brillante novela El nombre de la rosa (1980), ambientada en el siglo XIV, donde mezcló lo histórico con lo policial. El formato libro es un protagonista de la novela: los monjes de la abadía benedictina en el norte de Italia -donde llegan Guillermo de Baskerville y Adso de Melk- son copistas que trabajan el libro de manera artesanal; en los libros aparecen huellas que dan una clave para resolver los crímenes que sacuden a la abadía, y los libros son defendidos con celo por el bibliotecario español Jorge de Burgos, un monje veterano y ciego que recuerda al argentino Jorge Luis Borges. Por lo demás, un homenaje que el autor reconoció.

El nombre de la rosa le dio una llegada a nivel masivo a su autor. En entrevistas posteriores reconoció que -sin quererlo- creó un género literario particular, algo así como una “novela negra erudita”. “En El nombre de la rosa combiné erudición y novela de suspense. El libro ayudó a crear un tipo de literatura que veo con buenos ojos. Hay muchas cosas interesantes. Me gusta Arturo Pérez-Reverte, con sus fantasías que recuerdan a las aventuras de Dumas y Emilio Salgari que yo leía de niño”, dijo en 2012.

Aunque también lamentaba que su idea haya sido copiada hasta el cansancio. “Dan Brown me irrita profundamente porque parece un personaje inventado por mí. En lugar de asumir que las teorías conspiratorias son falsas, Brown las da por verdaderas, poniéndose del lado del personaje, sin cuestionar nada. Es lo que hizo en El código Da Vinci. Es el mismo contexto de El péndulo de Foucault. Pero él parece que prefirió acercarse a la historia para simplificarla. Eso provoca una oleada de mitificaciones. Hay muchos lectores que se creen todo lo que Dan Brown escribe, aunque, la verdad, no puedo criticarlos por ello”.

Fue tanto su interés por lo artesanal que representa un libro, que incluso la escribió a mano. Así lo contó poco después de haberla publicado en charla con el matutino italiano La Repubblica. “Todos piensan que la novela fue escrita en computadora, o que usé máquina de escribir. En realidad, la primera versión fue hecha con lapicera. Pero recuerdo que pasé un año entero sin escribir una sola línea. Leía, hacía dibujos, diagramas, en suma, inventaba un mundo. Dibujé cientos de laberintos y plantas de abadías, basándome en otros dibujos, y en lugares que visitaba”.

Umberto Eco

El éxito -inesperado para alguien que siempre fue académico- lo hizo sentirse algo ahogado. “Es fatal sentirse acorralado -dijo a La Repubblica-. Por otro lado, constatar que en torno de El nombre de la rosa se editaron miles de páginas de crítica, centenares de ensayos, libros y textos de monografías -la última me llegó la semana pasada- me hace sentir bastante obligado a pronunciarme sobre algunas cuestiones de poética. Es legítimo que un autor declare cómo trabaja, mientras que la crítica interviene respecto del modo en que se lee un libro.

Tanto fue así que en 1987 publicó algo que los escritores suelen hacer poco: un libro sobre su libro. Apostillas a El nombre de la rosa, se llamó, y en un formato de tratado, habló sobre cómo fue creando la novela que le dio nombre. Además, vio cómo se llevó al cine, en un filme de 1986 dirigido por Jean-Jacques Annaud y estelarizado por Sean Connery, como Guillermo de Baskerville, y Christian Slater como Adso de Melk, claro que este último aparece con el hábito café de los franciscanos, en vez del negro de los benedictinos, como en la novela.

Umberto Eco versus internet

En sus últimos años, Eco vio quizás la gran revolución tecnológica de fines del siglo XX y comienzos del XXI. La era digital. Como buen semiótico, se interesó en estudiar el fenómeno que cruza la tecnología y la comunicación, pero su análisis distaba de ser generoso. En 2012 indicó en XLSemanal: “Internet no selecciona la información. Hay de todo por ahí. La Wikipedia presta un antiservicio al internauta. El otro día publicaron algunos chismes sobre mí y no me quedó más remedio que intervenir y corregir varios errores y absurdos. Internet todavía es un mundo salvaje y peligroso. Todo surge ahí sin jerarquía. La inmensa cantidad de cosas que circulan por la Red es mucho peor que la falta de información. El exceso de información provoca la amnesia. Demasiada información hace mal. Cuando no recordamos lo que aprendemos, acabamos pareciéndonos a los animales. Conocer es cortar y seleccionar”.

“Si uno sabe qué sitios y bancos de datos son de confianza, entonces sí, tendrás acceso al conocimiento. Ahora bien: usted y yo, que gozamos de cierta riqueza de conocimientos, podemos aprovechar mejor Internet que aquel pobre señor que está comprando salami en la charcutería de ahí enfrente. En ese sentido, la televisión era útil para el ignorante, porque seleccionaba la información que él podría precisar, aunque fuera información estúpida. Internet es un peligro para el ignorante porque no filtra nada. Solo es buena para quien ya conoce y sabe dónde está el conocimiento. A largo plazo, el resultado pedagógico será dramático. Veremos multitudes de ignorantes usando Internet para las estupideces más diversas. juegos, conversaciones banales y búsqueda de noticias irrelevantes”.

Por ello, planteaba que era indispensable ejercer un sentido crítico al sumergirse en la web. Así lo comentó en El Mundo: “Una de las primeras cosas que habría que enseñar a los niños es cómo filtrar noticias en internet, a distinguir las verdaderas de las falsas. Un ejercicio podría ser elegir un argumento y buscarlo en 10 sitios distintos. Haciendo una comparación se podría crear un sentido crítico. Hay síndromes del complot que resulta muy fácil demostrar que son mentira y otros que no tanto. Por ejemplo, esa idea de que los estadounidenses no llegaron a la Luna y que las imágenes que se ven son una reconstrucción que se hizo en un estudio. ¿Cuál es el argumento contrario? Que si esto hubiese sido así, los soviéticos lo hubiesen dicho y demostrado. Pero si se callaron, es que no había ninguna prueba y, por tanto, es una estupidez. O ‘Los protocolos de los sabios de Sion’, cuya falsedad se demostró hace 100 años, pero en internet sigue circulando y en las bibliotecas árabes está entre los libros más consultados”.

No estoy seguro de que internet haya mejorado el periodismo, porque es más fácil encontrar mentiras en internet que en una agencia como Reuters”, agregó en la misma charla.

Por ello no extraña su dura posición ante las redes sociales. “Le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”, dijo en La Stampa junio de 2015.

Umberto Eco falleció el 19 de febrero de 2016 en su casa en Milán a las 22:30 hora local, producto de un cáncer.

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