Alejandra Azcárate, comediante: "Nunca volvería a Viña. Esa barbaridad sólo se hace una vez"

Ale

La colombiana que triunfó en el pasado Festival de Viña del Mar, regresa a Chile para presentarse en el Teatro Nescafé de las Artes, con una rutina extendida de lo que fue su show en la Quinta Vergara. En entrevista con La Tercera, habla de cómo vivió su comentado paso por la cita, el que no repetiría, y de lo que vino después.


Antes del 29 de noviembre del año pasado, el nombre de Alejandra Azcárate era desconocido para la gran mayoría de los chilenos. Ese día, la producción del Festival de Viña del Mar anunció a través de las redes sociales a los humoristas de la edición 2018, y ahí destacaba esta colombiana que, casi tres meses después, triunfó en la Quinta Vergara con su rutina de stand-up.

Hoy, cuando su aplaudido paso por la cita ya es historia, Azcárate regresa con dos presentaciones en el Teatro Nescafé de las Artes, los próximo viernes 20 y sábado 21 de este mes. "Lo que presenté en el Festival fue una sintetización editada de 40 minutos de mi monólogo, que dura dos horas. Esta vez lo voy a presentar entero y con la cronología del texto original", adelanta la comediante.

¿Cómo evalúa su paso por Viña?

Fue una experiencia inolvidable desde todo punto de vista. Una mezcla de temor y valor que me dejó una enorme satisfacción. Puse en juego mi carrera, desafié mi mente, enfrenté mi inseguridad y logré saldar como actriz de comedia negra todas mis deudas pendientes.

Tras esa presentación se enfermó. ¿Qué le pasó puntualmente?

No me enfermé, eso es una exageración. Simplemente me cayó el agotamiento encima por tanto estrés y presión interna, lo que creo que es normal cuando uno se compromete al mil por ciento con su trabajo, y estuve dos días en cama recuperando energía.

¿Por qué decide volver a Chile?

Ahora regreso a Chile sin angustia, sino cargada de gratitud. La generosidad del público chileno fue y ha sido conmovedora para mí. Mi monólogo completo dura dos horas, en el Festival solo integré cuarenta minutos, así que me faltó mucho por decir. Eso fue tan solo un abrebocas. Esta vez lo presentaré entero y sin el menor filtro frente a mi percepción de la realidad.

¿Y esta vez no hay ni un tipo de estrés ni de presión interna?

Eso en mí no desaparece, afortunadamente, porque como artista es lo que me genera la euforia para subirme a un escenario, justamente esa adrenalina al enfrentarme a lo desconocido. Sin embargo, ya no siento miedo sino emoción.

Mucho se destacó de su rutina su forma de hablar sin garabatos. ¿Siempre es así en los escenarios?

Agradecí que valoraran de manera resaltada ese punto, porque tanto en la escritura, como en la actuación y en el lenguaje, he sido muy rigurosa. Creo en el poder del humor sin garabatos, sin ordinarieces y sobre todo sin vulgaridad. Considero que esos recursos, además de básicos, son obvios e inapropiados frente al público que merece respeto.

También se alabó su elegancia. ¿Eso es parte de su propuesta?

Siempre. Hace parte de mi sello y mi estilo artístico. El vestuario es fundamental para mí en el escenario, porque es una herramienta actoral. No tengo elementos distractores como una mesa o una silla, voy con el espacio limpio, así que yo misma debo llenarlo. A través de los vestidos y las faldas largas transmito información. Solo con un leve movimiento, la gente interpreta el significado de un silencio, así que soy cuidadosa hasta en la escogencia de las telas y los colores de acuerdo con lo que necesite exponer. Agradezco el halago, estoy convencida de que la elegancia no se exhibe, se percibe.

En Chile, algunas críticas recurrentes sobre las humoristas es que suelen hacer rutinas bajo los mismos conceptos: los hombres y las relaciones con ellos. ¿Qué opina de esas críticas?

No hablo del trabajo de mis colegas por respeto, excepto que tenga algo bueno que comentar al respecto. Creo que el tema de las relaciones de pareja no solo es interesante, sino fascinante e inagotable. Por ende no importa cuántas veces se toque, sino cómo se haga. La autenticidad es lo único que marca la diferencia a la hora de sumergirse en temáticas recurrentes. Es la visión propia y la impronta que uno cree como artista, lo que permite que esa postura sea única.

En Chile hoy hay muchos colombianos. Frente a esto, ¿incluirá en su rutina algún guiño a sus compatriotas inmigrantes?

Parte del gran reto en el Festival de Viña fue haber logrado seducir al público chileno con un trabajo netamente colombiano. Al texto solo le modifiqué cinco modismos puntuales, el resto lo expuse tal cual lo había escrito. ¿Qué mayor guiño que ese? Representé con orgullo a mi país y mis compatriotas no solo se rieron, sino que lloraron de emoción al ver un triunfo tan majestuoso ante un público tan exigente.

¿Volvería a Viña?

Nunca. Esa barbaridad solo se hace una vez. Salí con dos Gaviotas en las manos y frente a la ovación de un público de semejante magnitud, aplaudiendo de pie, así que prefiero guardar para siempre en mi corazón ese maravilloso recuerdo.

¿Pudo ver algo del Festival?

Fui a la Quinta por primera vez la noche previa a mi show. Vi la rutina de Alison Mandel.

Con lo rápido que hablamos los chilenos, ¿logró entender la rutina de Alison?, ¿le gustó?

Entendí sin la menor dificultad. Ella vocaliza bien y conoce su oficio. Me gustó, me pareció una propuesta fresca.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.