Leonardo Padura: “Estén o no, por ahora, Fidel y Raúl siguen dirigiendo la vida en Cuba”

El escritor cubano Leonardo Padura, premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el autor habla de la situación actual en la isla, de su novela sobre el exilio y de la charla que dará el martes para La Ciudad y las Palabras de la UC.


Durante la pandemia publicó una novela y avanzó en otra. No salió de Cuba, pero se mantuvo conectado con el mundo: participó en festivales y dio charlas digitales desde La Habana. En ese aspecto, “no me fue demasiado mal, pues trabajé mucho, pero sentí también que me faltaba el movimiento”, dice Leonardo Padura. “Para mí ir y venir es parte de mi vida, y se refleja en mi obra. Solo con esa posibilidad de viajar y volver he podido escribir las novelas que he escrito”, cuenta ahora desde España.

Después de un año y medio, el escritor salió de Cuba, visitó a sus editores en Barcelona y se reunió con productores por un proyecto en cine del que prefiere no adelantar detalles aún. Padura viajó cuando la pandemia comenzaba a crecer en la isla, luego de un 2020 de contagios acotados.

-En este 2021 se ha descontrolado, en contagios y muertes, aunque aun no llegan ni siquiera a mil fallecidos. Ahora las esperanzas de todos están en las vacunas cubanas, que pasan pronto de fase experimental a inoculación masiva. Y estoy seguro de que dará resultados muy favorables. Al menos eso espero, la gente en Cuba lo necesita, pues además de la pandemia se sufre una crisis económica muy, muy severa.

Premio Príncipe de Asturias de las Letras, Padura (1955) viaja pero no cambia de residencia: su vida está en La Habana, así como la materia y las historias que dan forma a sus ficciones. El próximo martes, en el ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC, el escritor hablará de su visión literaria de La Habana en la conferencia “La ciudad de Carpentier, Novás y Padura”, a las 18.00, a través del canal de YouTube del Doctorado en Arquitectura (www.doctoradofadeuc.cl)

La misma ciudad retratada por tres escritores. “Uno la ve desde la altura de sus edificios, otro desde el nivel de la calle, y el resultado es que se parecen pero son diversas. Mi ciudad, escrita varias décadas después, en otras condiciones históricas e incluso físicas para la ciudad, está ya escrita, apropiada por esos autores y otros como Guillermo Cabrera Infante, y puedo verla más desde dentro. Mis personajes ven la ciudad, la describen y a la vez la viven y también la ven languidecer, que es una tendencia en marcha desde hace 30 años en la narrativa cubana”, cuenta.

En septiembre del año pasado, Padura editó Como el polvo en el viento, una novela que se aparta de su saga en torno al detective Mario Conde y que aborda el fenómeno y el drama del exilio. En 670 páginas, el autor de El hombre que amaba a los perros ofrece un relato ambicioso y abigarrado en torno a un grupos de amigos separados por la diáspora del exilio. El relato se abre en numerosas historias y personajes vinculados, que atraviesan países y continentes, desde Miami a Madrid, Barcelona y Buenos Aires, y avanza ágil, con vigor y fuerza narrativa.

Usted tiene familia en Estados Unidos. ¿Nunca tuvo el deseo o la oportunidad de exiliarse?

Nunca me he propuesto seriamente vivir en otro sitio que no sea Cuba, La Habana, mi casa del barrio de Mantilla. He pensado muchas veces que me gustaría estar tiempo en algún otro sitio, pero no lo he hecho, aunque viajo bastante, pero a muchos lugares diferentes. Y es que yo necesito a Cuba para escribir. Mi literatura se alimenta de esa realidad y quiero estar cerca de ella, en la vida cubana están mis conflictos, los de mi generación, los de la mayoría de los cubanos, y creo que tengo el deber de reflejarlos desde mis capacidades y perspectivas.

Como casi cualquier cubano, tengo familia en Estados Unidos, incluso un hermano, y sobre todo tengo muchos amigos, y me encanta visitarlos, estar con ellos, recuperar la cercanía y la complicidad. En ese sentido humano diría que soy hasta un poco promiscuo: disfruto el abrazo, el recuerdo, la memoria compartida.

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Padura nació y vive en La Habana.

A menudo, los cubanos del exilio suelen radicalizar sus posturas y parece haber una distancia grande entre esa comunidad y los cubanos que se quedaron. ¿Cómo lo ve Ud?

Lo veo de muchas maneras, y es un fenómeno difícil de explicar y sintetizar. Digamos que en Cuba y en el exilio hay cubanos, muchos, y que por tanto hay muchas posturas respecto a la isla, la política, el exilio. El problema es que, por lo general, solo se ven las más extremas, las más vociferantes, las más fundamentalistas. Y es que esas posturas pagan: los que promueven esas actitudes radicales, dentro y fuera de Cuba, tienen intereses políticos en confrontación, y para esa guerra hace falta generales, pero también soldados que no solo viven en esa guerra, sino que también viven de esa guerra. Y su algarabía no deja ver en ocasiones que hay mucha gente que asume sus vidas y sus destinos sin dejarse ganar por el odio, la ofensa, la sed de revancha, que aspira y necesita la conciliación. Y eso es algo muy importante: siempre he dicho y creído que el futuro de Cuba (o sea, lo que es ya su presente) debería pasar por la conciliación entre los cubanos, por la superación de los rencores (no dije olvido, solo superación), pero desde hace unos años veo cada vez más distante esa posibilidad. Y es que hay gente que no solo vive en y del enfrentamiento, sino que canaliza a través de él sus frustraciones y miserias, es incluso su modo de hacerse visible. No quiero decir con esto que no haya mucha gente con razones respetables, personas también respetables en uno y otro lado de la raya, porque hay de todo. Y no sigo, porque esto no es un ensayo sobre Cuba y su exilio y porque creo que incluso en un ensayo me quedaría lejos de poder explicar la complejidad de ese trauma. De ahí que pueda parecer esquemático.

En el libro hay secretos y una sensación de temor que persigue a algunos personajes, ¿ese miedo tiene que ver con la vida en Cuba?

Sí. El miedo es un tema constante en mis novelas. No es el miedo que pudo sentir un militante chileno bajo Pinochet. Es algo más ubicuo, extendido en el tiempo y propio de una estructura social en que el Estado es todo poderoso y puede decidir las vidas individuales de cada uno de los ciudadanos. Quien ha vivido en un sistema de Estado todo poderoso lo entenderá. Y hay gente que se deja aplastar por ese miedo y otros que lo enfrentan, como es mi caso, pero no por valentía, sino por instinto de supervivencia y necesidad existencial: si me hubiera dejado vencer, quizás me habría ido de Cuba o no habría escrito las novelas que he escrito y publicado.

En la novela los personajes usan redes sociales y Facebook, pero usted no tiene redes sociales, ¿por qué?

Creo que las redes sociales son un instrumento utilísimo de comunicación e intercambio de información. Que han cambiado muchas formas de relación, en todos los aspectos de la sociedad y de la vida. Pero creo que su uso excesivo puede ser como una adicción. Yo prefiero estar lejos de ellas sobre todo por el tiempo que suelen consumir, tiempo que no tengo para malgastar o invertir en cosas que no me interesan demasiado. A través del periodismo y de las entrevistas digo casi todo lo que pienso de casi todo, y decidí prescindir de las redes sociales. Creo, personalmente, que no las necesito. Y además, me provocan cierto rechazo por los niveles de exhibicionismo y agresividad que a veces sé que ocurren en ellas.

Usted suele subrayar que es escritor y no político, ¿esa postura le ha ganado críticas?

Yo digo que no soy político y que no hago un arte con fines políticos directos. No milito en ningún partido ni hago proselitismo. Pero no soy ajeno a la política y mis libros tienen posturas políticas creo que bastante evidentes, y en mis entrevistas suelo hablar bastante de política, porque me preguntan y opino. Es cierto que algunas personas quisieran que fuera un vocero de ciertas políticas, pero creo que muchas veces cuando el escritor se suma a un grupo político, es utilizado por los políticos, y eso no me interesa. El que quiera saber cómo pienso de lo que ha ocurrido y ocurre en Cuba, lo podrá encontrar en mis novelas. Y también hay personas que, con la justificación política, me acusan de todo lo que se les pueda ocurrir, muchas veces incluso mintiendo. Canalizan su odio y sobre todo su envidia como si se tratara de una confrontación política y en realidad es algo mucho más sucio y mezquino que la política.

Afiche de la charla remota del martes en el ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC.

La novela arranca cronológicamente con la crisis del Período Especial. ¿Cómo es la situación que se vive hoy? ¿Se asemeja al Período Especial?

Hoy en Cuba se vive en una situación tensa en lo social, lo político e incluso en lo epidemiológico y puede tener semejanzas con el período especial de los años 1990 porque las carestías y faltas de productos se han acentuado, pero es un momento distinto. El gobierno ha hecho su mayor esfuerzo para que no se llegue a los extremos de aquellos años, sobre todo con los cortes eléctricos, que hoy podrían ser un motivo de mayores explosiones sociales. Pero si el período especial lo provocó un hecho político (la desaparición de la URSS y sus ayudas) lo que ocurre hoy es resultado de un desgaste de un modelo económico que se ha intentado reparar pero sigue sin funcionar, y también por el aumento de la presión del embargo norteamericano que Trump llevó a los niveles más altos y que Biden no ha tocado. Suma a eso que estamos en ese mundo de las redes sociales de que hablábamos antes, de que los más jóvenes en Cuba tienen otras y más aspiraciones, que la pandemia ha deteriorado aun más la economía de la isla… y llegamos a este punto crítico en el que la gente se siente asfixiada y no tiene siquiera la válvula de escape de la migración, pues ahora mismo no hay hacia donde ir. Hay gente que pasan cinco y más horas en un cola para comprar alimentos y la mayoría tiene que sacar muchas cuentas porque el dinero no alcanza. Es un momento jodido para una gran masa de la población cubana.

¿Qué significa para un cubano como usted que los Castro ya no estén en el poder?

Hay una cuestión sobre todo simbólica e incluso de personalidad. Fidel tenía un carácter, Raúl era diferente. Más impulsivo uno, más pragmático el otro, más de presencia física Fidel y más de vigilancia, su hermano. Pero en esencia fueron lo mismo y, en cuanto a política, siguen siendo quienes dirigen la vida del país. Así que los dos siguen ahí. El Congreso de Partido en el que Raúl ha dejado sus cargos se pronunció por la continuidad, y eso era algo que todos sabíamos. O sea, que en lo esencial, que estén o no, por ahora, no significa nada que implique una gran diferencia, porque en realidad están. Así que, al día de hoy, hay que verlo como un proceso biológico, una ausencia física, un cambio simbólico como he dicho y poco más. En unos años quizás las cosas cambien mucho, pero, de momento, no hay voluntad de hacerlo, sino de continuar una estructura política que comenzó a correr hace más de 60 años.

¿Qué es más urgente hoy en Cuba, lograr la libertad de expresión plena o la recuperación económica?

Yo no lo vería como una disyuntiva, sino como una conjuntiva: Cuba necesita más libertad de expresión y resolver sus problemas económicos. Las dos condiciones son muy importantes, esenciales. Hay mucha gente que no se plantea los problemas de la expresión y el pensamiento, pero que necesitan comer todos los días, vestirse, incluso tener algún momento de ocio. Y hay otros que además necesitan expresarse y decir cosas, incluso a esos que no se plantean las libertades expresivas aunque las necesitan. Ese es también su modo de alimentarse. Sería deseable, entonces, que se introdujeran al fin cambios en el sistema económico que mejoraran la vida cotidiana de la gente y que a la vez se permitiera un debate de ideas en el que cada cual pudiera expresarse con libertad y no empezar el debate por la descalificación del otro, del que piensa distinto, como ocurre hoy y ha ocurrido por años. La democracia, sea socialista o lo que sea, debe respetar esa condición, promover el diálogo, crearle espacios, pero no solo para los que piensan igual… Y es que estamos hablando de dos derechos humanos y civiles de los más importantes para las personas. Por eso yo no los categorizaría, sino que los pediría con igual urgencia, porque son eso, derechos.

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