Vinka Jackson: “Apresurar condenas públicas por abuso es un fenómeno que destruye vidas y deja secuelas terribles”

La sicóloga Vinka Jackson.

La sicóloga, especialista en la ética del cuidado y la violencia sexual contra niños, publica Derecho al Tiempo. Tras impulsar la ley que declaró que los delitos sexuales contra menores no prescriben, reflexiona sobre la reparación y sanación como proceso colectivo. Habla del riesgo de las denuncias y funas por redes sociales, y del devastador efecto de las falsas acusaciones por abuso sexual.


Hay un proverbio africano que Vinka Jackson suele citar: “Se necesita toda una aldea para criar a un niño”. Cuando la sicóloga vio la película Spotlight (2015), sobre los abusos en la Iglesia Católica de Boston, se estremeció con el comentario de uno de los abogados: “Y se necesita a toda una aldea para abusar y encubrir el crimen”. Ahora ella complementa la idea:

-También se necesita a toda una aldea para reparar y sanar.

Reparar y sanar son dos ideas que están en el corazón de su nuevo libro, Derecho al tiempo. Trauma y ética del cuidado. Recién publicado por Debate, el texto es una extensión de su primera obra, Agua fresca en los espejos, un ensayo autobiográfico en torno a su experiencia de sobreviviente de abuso sexual infantil.

Derecho al tiempo fue el concepto que delineó cuando impulsaba la ley que decretó que los delitos sexuales contra niños no prescriben. La iniciativa se aprobó en 2019, después de 12 años de promoción y discusión legislativa. Y se basa en la evidencia de que la violencia sexual en la infancia, en una abrumadora mayoría, no se revela durante la niñez. Seis de cada siete víctimas de abuso infantil solo lo hablan en la adultez o hacia el final de sus vidas. Y aun hay muchas que nunca atraviesan el velo del silencio.

“Tiempo para comprender, procesar, para afrontar la memoria, articular, verbalizar lo vivido, escucharse relatando lo indecible, en un espacio seguro y lejos de quien perpetra el daño: solo entonces resulta posible recurrir a la justicia”, escribe.

En su nuevo libro, Vinka Jackson desarrolla el enfoque del derecho al tiempo para los traumas sociales y se refiere a la reparación como un profundo proceso colectivo .

-La reparación no es sólo denunciar y acceder a la justicia, no son sólo los procesos de salud; es el acompañamiento que se da, ocurre con los otros. La aldea no sólo puede acompañar, sino también hacerse la pregunta de cómo aporto mi grano de arena en el cuidado. Si hay una denuncia pública, ¿lo primero que hacemos es salir a dar nuestro dictamen? ¿Nos preguntamos qué siente la víctima antes de preguntar por qué viene a hablar 40 años después? ¿Pensamos en el daño extendido, en las familias?

“Viendo lo que ocurre en las redes sociales, creo que buscaría el espacio seguro de la terapia. No me expondría ni expondría a mis hijas, a sus compañeros, a mi familia. La pregunta por el cuidado ojalá atravesara también la forma de acompañar”.

Vinka Jackson, quien es cercana de la actriz María José Prieto, procesó los abusos que sufrió de niña a través de una larga terapia. No tuvo opción de recurrir a la justicia. Si hoy la tuviera, dice, lo pensaría, por el nivel de exposición que enfrentan las sobrevivientes.

-No lo digo por la revictimización durante el proceso; la justicia ha ido avanzando en eso. Ni siquiera hablo de los resultados. Con fallos decepcionantes y todo, prefiero la justicia y la democracia a la barbarie. Solo estoy hablando de lo que significa en nuestra aldea la exposición de tu dolor. Viendo lo que ocurre en las redes sociales, creo que buscaría el espacio seguro de la terapia. No me expondría ni expondría a mis hijas, a sus compañeros, a mi familia. La pregunta por el cuidado ojalá atravesara también la forma de acompañar.

¿Cómo evalúa movimientos como el #MeToo, que usaron el soporte de las redes sociales?

Yo les tengo mucho respeto a los movimientos sociales. #MeToo abrió una ventana de toma de conciencia sobre todas las violencias sexuales que sufren las mujeres, y también las niñas y niños. Abrió una serie de denuncias en distintos entornos, relatos silenciados compartidos como una suerte de historia personal. Si todavía había quienes no querían ver, ya era imposible no verlo.

¿Cuáles fueron sus aspectos negativos?

La filósofa Linda Alcoff plantea una pregunta que me parece súper valiente, ¿y después de esto qué? ¿Cómo continuamos conviviendo los unos con los otros? Ella habla del caso de un académico acusado de acoso, que pidió perdón público. ¿Cómo hacemos en esos casos? ¿Tenemos la posibilidad de reconstruirnos socialmente? ¿Cómo nos abrimos a la pregunta de la educación de niñas y niños, no solamente desde la educación sexual y afectiva, sino de los mensajes que estamos transmitiendo en relación a lo que significa ser niña o ser niño y las violencias? Porque luego tienes a niños preguntándote, ¿todos los hombres son violentos? O a niñitas diciéndote que hay que eliminar a todos los hombres. Linda Alcoff recuerda que las feministas partimos en esto para mejorar las vidas de las mujeres y, en el fondo, de la humanidad, de hombres, mujeres y niños, y no podemos perder ese norte. Hay algo en torno a esas preguntas que quedan como sombras que tenemos que iluminar.

A nivel local tuvimos el fenómeno de LasTesis...

Yo recuerdo haber llegado a Chile en diciembre de ese año, y pregunté ¿no sería necesario trazar un límite que especifique que esta acción interpela al mundo adulto y no al mundo infantil-adolescente, que todavía está en desarrollo? Porque a poco andar de esta viralización y amplificación, El Violador Eres Tú podían ser niños de sexto, séptimo básico y de enseñanza media, y no por delitos, sino por faltas y torpezas en la interacción con compañeras. Varios niños salieron de colegios, hubo casos dolorosos de quiebres de salud mental, porque a esa edad ver el mundo quebrarse y quedar solo y condenado por un error que cometiste en séptimo básico es muy difícil. Se asume, además, que tu personalidad, de aquí a cuarto medio, va a seguir siendo la misma. Y eso cuando no hemos acompañado a las nuevas generaciones en estos temas, cuando no hablamos de consentimiento por décadas, o cuando los adultos hablamos de forma confusa y alejada de la realidad de los niños.

¿Qué piensa del uso de las redes para hacer denuncias?

Para mí, el espacio seguro es otro. Entiendo que para algunas personas las redes pueden tener una dimensión de apoyo, de fuerza, pero también tienen una dimensión tremendamente riesgosa. Se dicen cosas terribles de las víctimas. Poner las iniciales de alguien no es una protección si tú cuentas todos los detalles de un caso. Y parten los juicios inmediatamente: Y dónde estaba la madre. Yo quiero hablar de abuso, de lo que pasa con las víctimas y de lo que pasa también a muchas madres que se ven arrasadas por estos procesos. Y otras que no quieren o no pueden ver. Para mí es una pregunta desde el cuidado. ¿Qué pasa cuando frente a movimientos como El Violador eres Tú aumentan las revelaciones? Hay un efecto catártico que, por cierto, es liberador. ¿Y después qué? ¿Qué posibilidades de contar con reparación tenemos en Chile?

“Me parece que esa pregunta del cuidado nos tiene que atravesar a todos, incluso, por difícil que sea, también en lo referente al trato humanizante de quien quiera que sea el imputado”.

Se ha llegado a creer que una persona que se presenta como víctima siempre dice la verdad, decía una columna reciente. ¿Ha desaparecido el derecho a la duda?

Si nos guiamos por las cifras de denuncias que después se comprobaron falsas, de acuerdo a diversos estudios, son del 1% al 4%. Parece poquito, pero hablamos de personas. Con los niños, para cualquier revelación que uno reciba, primero que todo hay que escuchar, escuchar atentamente; agradecer y dar crédito, en el sentido de no poner en duda el relato. Eso mismo llevado a personas adultas que relatan eventos traumáticos de la niñez u ocurridos hace muchos años, es una premisa de humanidad escuchar, acoger ese relato, darle crédito a esa experiencia y empatizar en lo que podamos. Agradecer y comprometernos a lo que podemos hacer. Y ese acto de humanidad no significa que tú no puedas hacerte preguntas, no significa descartar a priori procesos de justicia y cuáles puedan ser sus resultados. Me parece que esa pregunta del cuidado nos tiene que atravesar a todos, incluso, por difícil que sea, también en lo referente al trato humanizante de quien quiera que sea el imputado, hallado culpable o condenado por esto. Y podemos tener distintas perspectivas y debates acerca de cómo deben proceder la justicia y las penas en estos casos.

Se han dado casos de personas que son condenadas en las redes y pierden trabajo, amigos, respeto, antes incluso de que puedan conocer los detalles de la acusación o probar su inocencia.

Es un fenómeno que se está dando súper reiteradamente y en una diversidad de ámbitos, de apresurar conclusiones, dictámenes y condenas públicas. Estamos hablando de un fenómeno que destruye vidas y deja secuelas terribles de por vida. Y una denuncia falsa es hoy peor que una serie de otros crímenes terribles. Se vio harto en Estados Unidos, una sospecha de recuerdo, personas que señalaban que ‘tuve un sueño de que algo pudo haber ocurrido’, y la respuesta de profesionales que acompañaban durante un largo periodo era entonces seguro que ocurrió. Y luego vinieron juicios de vuelta en los 90 contra muchos de esos profesionales y se terminaron comprobando que efectivamente habían sido pesadillas.

“El no decir más, incluso en casos recientes, muy mediáticos, no significa relativizar el dolor de las víctimas, tampoco desconocer la necesidad del debido proceso y el debido cuidado”.

¿Se pueden generar recuerdos falsos?

La sicoanalista Marie France Hirigoyen dice que se puede dar un clima incestual, una suerte de latencia sexual muy exacerbada en ciertos hogares que puede generar sintomatología. No es el ambiente adecuado, pero no hay vulneración. Ahora, y esto puede sonar una pregunta muy simple, pero ¿quién querría realmente relatar una historia así o tener esto atravesado en su vida como un relato posible? No obstante, hay una diversidad de situaciones que se han dado. Y lo hubo en la Universidad Católica hace unos años, cuando un candidato a la FEUC fue acusado de abuso, y luego la persona que lo diseminó confesó que lo había inventado. En esa época un grupo dijo que si bien era inocente, no iban a pedir disculpas, porque las funas seguían siendo un método legítimo de lucha o de activismo.

¿Qué piensa de ello?

En esa época varios escribimos una carta que se llamaba Una amenaza real, porque después de toda la lucha por tener derecho a denunciar había una serie de formas de debilitar eso que se había logrado y de desproteger a las víctimas infantiles, haciendo no sólo denuncias que pudieran ser falsas, como en ese caso, sino que podían ser reales, pero hechas de modo muy irresponsable. Eso hace un enorme daño. Insisto en el debido proceso, inseparable del debido cuidado humano. Yo prefiero equivocarme creyendo que no creyendo, o sea, después de todos estos años de lucha por el derecho al tiempo del trauma no vamos a desconocerlo. Pero creo que no podemos no tener esas conversaciones.

Eventualmente, hoy incluso el silencio ante una denuncia de abuso se condena.

Yo no me puedo imaginar algo más cruel que la violencia de los adultos contra los niños, llevada a su extremo en la violación de un cachorro humano. Pero aun así, no puede ser que por preguntarme cosas, por tratar de explicar, de ver de dónde viene, qué ha pasado con la historia de mi propia familia, eso te ponga del lado de mal o del lado de la monstruosidad. O, como pasa en muchas casas, hasta que no termine el proceso quieren apoyar a alguien de su familia. O porque están en medio de la agitación traumática de todo lo que está pasando, dicen yo quiero creerle a mi papá o a mi mamá. La gente se demora en procesar la información, pero esa demora no es equivalente a complicidad con el crimen ni una degeneración, ni maldad, ni indolencia humana. A cualquiera que le llegue esta noticia hoy día lo más probable es que le provoque una conmoción, demore en procesarlo y posiblemente hasta cometa errores de comunicación. Y por eso es tan importante acompañarse en estos procesos, porque esos errores pueden dañar más a otras personas, partiendo por la víctima.

Vinka Jackson recuerda otro caso: cuando se conoció la denuncia contra el cura O’Reilly, acusado de abusar de una menor en el Colegio Cumbres, un activista la increpó e redes sociales por no decir nada.

-Él sabía que mi parámetro y mi estándar de cuidado no es ser comentarista en los procesos. Si tanto luchamos por el acceso a la justicia, malamente iba a hacer comentarios y menos sin tener toda la información. Además, yo tenía una relación profesional con ese caso. Habría sido mucho más cuidadoso simplemente preguntar. Solo un tuitero me preguntó, pero en general todos se hicieron su juicio inmediatamente.

Agrega: “El no decir más, incluso en casos recientes, muy mediáticos, no significa relativizar el dolor de las víctimas, tampoco desconocer la necesidad del debido proceso y el debido cuidado. Respetar el proceso de justicia no significa valorar unos testimonios o experiencias sobre otras, ni menos olvidar que hay seres humanos involucrados y particularmente niños”.

¿Qué margen es posible esperar para curar esas heridas, en traumas individuales y colectivos?

No hay una vía única para recobrarse o elaborar las heridas traumáticas. Como digo en mi libro, hay más de una forma de repararse que permita vivir y tenga sentido para cada uno. Pensemos en el derecho al tiempo para sanar, seamos niños, adultos o un país.

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