Un padre, un hijo y los pedales

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Martín Vidaurre ya ha tenido éxito en el mountainbike, siguiendo el camino que trazara su padre, Cristóbal. El piloto del Rally Nacional no está retirado del MTB, acompaña a su hijo incluso fuera de Chile y compite -y gana- en series para mayores. Dice que no lo obliga a nada y que a los 17 años, ya cumplió todas las expectativas. Y su carrera recién parte.




"Con lo que ha hecho ya me siento pagado, como padre, como mentor de su carrera".

¿Quién habla? Cristóbal Vidaurre, hoy conocido por su participación en el Nacional de Rally, pero ex motociclista y destacado mountainbiker en su juventud. No ex mountainbiker, porque todavía corre, y con éxito.

¿De quién habla? De su hijo Martín, a pocas horas de bajarse del avión que los trajo de Canadá, donde el joven fue segundo en la Bear Mountain, una carrera que daba puntos UCI, en su primer año como Junior.

¿Por qué lo dijo? Porque a los 17 años, Martín ha cumplido buenas actuaciones internacionales. Sudamericanas y también panamericanas, coronadas con lo hecho en Canadá.

No más preguntas

Cristóbal Vidaurre tiene en su casa bicicletas, motos y algunos autos y partes, muchas partes, de todos esos vehículos. "Mi gran pasión son las bicicletas", reconoce, vestido para la foto con el buzo que usa para el rally. Está dedicado a las bicis, tiene una tienda, hace seis años que enseña a niños (cerca de 80 hay en su escuela, Vidaurre Bikes).

Cristóbal Vidaurre (44 años) asegura que nunca ha empujado a sus hijos al mountainbike. "Martín empezó bien chico, con la más pequeña de las bicicletas, la de aro 12. Habrá dejado las rueditas a los dos años y medio y empezó a andar perfecto al tiro, como si hubiera sabido desde un principio, y fue evolucionando. Es cierto, me veía a mí, pero él siempre se vio interesado, no tuve que empujarlo mucho, al contrario, él siempre quería llevar su bicicleta", cuenta.

Se puede dar fe de sus palabras, pues la menor de sus tres hijos, María, ni piensa en cerros, aceites ni suspensiones, pues juega vóleibol, pero la del medio, Catalina, también le gusta el MTB.

En esa bici pequeña, Martín supo de sus primeros aplausos. Pasó un día que Cristóbal quería subir Huinganal, pero para el pequeño era complicado el ascenso. El papá decidió tirarlo con una cuerda y cuando llegaron arriba, los ciclistas presentes los aplaudieron espontáneamente. Tenía unos cinco años.

A esa edad, Martín Vidaurre disputó su primera carrera. Lo hizo contra chicos de ocho años "y anduvo bien, ya estaba muy orgulloso", dice su padre. A los 12 tuvo su primera experiencia internacional, en Balcarce, Argentina, donde se subió al podio.

Eso en 2012. En 2014 fue segundo en el Latinoamericano en Argentina. En 2015, sexto en el Panamericano de Colombia. El año pasado fue campeón nacional y panamericano de cross country y chileno de XC. El título del Eliminator es importante, pues no hay categorías de edad: le ganó a los adultos.

Una familia

No sólo Martín compitió en Canadá. Cristóbal corrió en Master y fue segundo y se ha subido al podio de su categoría en los panamericanos de los últimos cuatro años. Catalina también participó.

Esa participación aclanada no sólo ha mantenido a la familia unida (o al menos a tres de sus cinco integrantes), sino que ha significado un aporte enorme a la carrera de los hijos de Vidaurre en cuanta competencia han ido. Al Panamericano, en Argentina, que ganó en cadetes (15-16) el año pasado, no iba con grandes esperanzas de ganar, pues, como recuerda el joven ciclista, "el año anterior había ido a Colombia, al Panamericano, era un año más chico, es cierto, pero no me fue bien, me caí y quedé sexto, así que no tenía mayor expectativa". Pero ganó.

Ése fue su primer gran triunfo. Cristóbal lo recuerda: "Fue una situación divertida. Yo corro antes, siempre se dio que en las carreras importantes, él sacaba el mismo lugar que yo había obtenido temprano, pero ese día se rompió, él ganó y yo había sido tercero. Y hasta la última vuelta, venía tercero, pero en el giro final estuvo fantástico y ganó".

Esa competencia más temprano da otra ventaja a los Vidaurre. En todas las carreras, en Colombia, Canadá, o ayer mismo en la Copa Lippi en el cerro San Cristóbal, donde los tres ganaron sus categorías, el recorrer antes le permite aconsejar a sus hijos. Un espía.

"Ésa es mi gran virtud, mi gran experiencia pasa por leer bien el circuito, cuando uno hace eso tienes bien claro dónde apretar, dónde tomar agua, dónde se puede ganar tiempo, dónde cuidarse, dónde comer... Uno de los principales motivos por los que estoy activo aún en el mountainbike es Ése, poder tener un buen contacto con el circuito y poder darle mi feedback, independientemente de que él lo tome o no, yo cumplo con darle esa información a él y a Catalina, que aún está aprendiendo; Martín ya es seco".

Son una familia. Algo raro en estas competencias o, al menos, ellos no se han fijado que se replique en las carreras donde han compartido fuera del país.

El mountainbike no es menos peligroso que el rally o el enduro de motos. "Una caída es visita a la clínica seguro", dice el padre. Entonces, cómo toma como padre que sus hijos estén tomando rutas peligrosas que él conoce a perfección. Vidaurre padre asegura: "Hay un poco más de aprensión con la Catalina, que tuvo el año pasado una caída fuerte, yo no puedo cortarles las alas, si me pide estudiar una bajada peligrosa, la apoyo, porque no puedo decirle que es muy peligrosa".

Un sueño olímpico

Martín posa para las fotografías junto a su bicicleta. Cristóbal le dice que sonría, mira también su bici y dice:. "Si yo hubiera tenido de estas en mi época, uf. ¿Viste lo que pesa?". Tiene sana envidia, pero a la vez orgullo de que su hijo pueda tener un implemento de primer nivel. "Cannondale se ha portado muy bien con él. Yo no pago nada, todo se lo ha conseguido él, con su esfuerzo y ese es un orgullo", agrega.

Como sea, los resultados se le han ido dando a Martín, el más destacado de su generación. Eso sí, no es suficiente para soñar para llegar a unos Juegos Olímpicos. Se necesita que un grupo de ciclistas del mismo país vayan ganando puntos, para así conseguir un cupo país. Pero no hay muchos.

"Eso queremos, que algún amigo también viaje, porque entrenar solo, competir solo, es fome. A Canadá fue un amigo, también Junior, que es Nicolás Ramírez, tratamos de levantarlo a él y a varios más. No sacamos nada con tener uno bueno, mientras más haya, mejor será", dice el piloto de rally. Y asume sin problemas una triste decisión: "Si Martín tiene que irse de Chile, que se vaya, si es lo mejor, qué se va a hacer. El nivel está afuera, no acá, vivimos en un país maravilloso, pero es una burbuja, el nivel está afuera".

Martín ya fue a Canadá y entre junio y julio irá a Copas del Mundo en Suiza, Francia y Alemania. Cerrará antes su semestre en el Colegio Alemán (que lo apoya bastante) para finalizar en el Mundial de Australia. "La idea es que no le pase lo que nos pasó a todos, que llegamos a un ambiente distinto donde lo hacemos mal por eso, por la comida, el agua...".

A principios de los 90, Cristóbal Vidaurre pasó de las bicis a las motos de enduro y, después de un accidente, a los autos, cerca del año 2004. Estuvo en tres Six Days y preparándose para el cuarto tuvo el accidente contra un jeep que lo alejó de las dos ruedas motorizadas. Ahí volvió, para acelerar la recuperación, a la bicicleta.

Tal vez sea el mismo camino el que realice Martín en su vida. "Me gustan las motos, todo el rato, me llaman harto la atención, pero ahora estoy contento con la bici", asegura el joven deportista. Es la respuesta que da con mayor seguridad.

Esos objetivos

Antes de eso, ¿cuáles son sus objetivos en el mountainbike? Martín dice: "No sé si tantos. Ir mejorando año a año y ojalá, más adelante, llegar a elite y correr una Copa del Mundo, un Mundial".

Por ahora entrena casi todos los días, excepto los lunes, bicicleta, más el trabajo de preparación física, el sicólogo y acatar lo que diga su pauta de nutrición.

¿Qué objetivos sueña su padre? "Nos hemos puesto objetivos cada vez más grandes, por ejemplo, sus entrenamientos, ahora tiene un entrenador, dejar muchas cosas de lado, hay hartos sacrificios detrás. No nos olvidamos de que Martín es un niño, de que es un joven y que tiene que hacer las cosas normales. No hemos sido 'machaca', hemos puesto las herramientas en la mesa y él las ha ido ocupando de acuerdo a lo que quiere. A veces le digo que no salga a entrenar, pero él es muy mateo".

Pero, ¿qué espera de su hijo? La respuesta está dada: "Nada, con lo que ha hecho ya me siento pagado. Que se haya dedicado este tiempo a la bicicleta y con lo que logró, es un regalo de la vida. Si se retirara hoy de la bicicleta, estoy realizado, como padre y mentor de su carrera. Estoy orgulloso, lo que haga, lo hará por él. Mi nivel de exigencia es nulo, sólo estoy para apoyar".

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