Columna de Guillermo Larraín: El tigre “shileno”
Esta semana, Ricardo Caballero puso en duda que Chile haya sido un “Tigre”. Estoy de acuerdo, nunca he creído ese cuento. La autocomplacencia es mala consejera y nos ha hecho daño.
Los “tigres asiáticos” son ese puñado de países que eran muy pobres a mediados del siglo pasado y que han sido los más exitosos en términos de desarrollo económico. Por ejemplo, la octava potencia industrial del mundo hoy, Corea del Sur, luego de la guerra que diezmó al país, recibió ayuda de numerosas naciones. Una de ellas fue Haití, el país más pobre de América, pero cuyo PIB hacia 1950 superaba al coreano.
Chile tiene dos diferencias estructurales con los tigres. Primero, tiene recursos naturales y ellos no, solo tienen su gente. Eso hizo que ambas economías asiáticas, Corea de Sur y Taiwan, apostaran desde muy temprano por masificar y mejorar sustantivamente la educación y establecer, sobre todo en Corea, políticas destinadas a desarrollar industrias que se juzgaban clave. Segundo, ambos países vivían bajo la amenaza geopolítica de Corea del Norte y China. En ese contexto, ambos desarrollaron industrias que eran instrumentales a la defensa nacional como construcción naval, electrónica, siderurgia. Como partían desde cero, su productividad inicial era baja y todo el crecimiento venía de inversión. En el contexto de gobiernos autoritarios, la amenaza externa indujo alineamiento y disciplina con esa estrategia nacional tanto en la ciudadanía como en las empresas.
Chile es muy distinto. A diferencia de Caballero, sostengo que, por lejos, la principal reforma en Chile ha sido la apertura comercial seguida de las reformas financieras, incluyendo la reforma de pensiones, que permitió allegar ahorro de largo plazo a sectores con grandes ventajas comparativas. Con menos inversión Chile creció sobre la base de mucha productividad hasta 2005. El ciclo del cobre, inversión primero y superciclo de precios después fue importante, pero las ganancias de productividad vienen de otros sectores.
Los países asiáticos han sido modelos en evolucionar a medida que aprendían mientras producían. En 30 años, Hyundai pasó de producir autos de mala calidad a ser líder tecnológico. Otras empresas hicieron lo mismo. Las oportunidades que fueron apareciendo, particularmente en telecomunicaciones y semiconductores, las aprovecharon al máximo.
A Chile le ha costado evolucionar. Las dos fuerzas motrices del crecimiento están rindiendo menos. Seguimos teniendo ventajas en recursos naturales, aun cuando disminuyen naturalmente, pero las consecuencias ambientales han sido importantes y la ciudadanía exige incrementos de estándares que dificultan mantener el ritmo. El ahorro de largo plazo de las AFP cuesta que llegue a empresas medianas, mientras que las grandes hace rato han cambiado el foco de su desarrollo fuera de Chile.
Para retomar la senda del crecimiento debemos entender bien qué nos ha pasado y de ahí acordar metas que nos ayuden a coordinar mejor nuestras acciones públicas y privadas.
Por Guillermo Larraín, profesor, FEN U. de Chile