Columna de María José Naudon: Diez desafíos

Diez desafíos
Diez desafíos. Foto: Andrés Pérez

Cambiar en tiempos de incertidumbre plantea enormes desafíos, entre ellos la necesidad de equilibrar el cambio con la preservación de la identidad. Esto implica encontrar el punto de equilibrio donde el cambio la fortalece y no la diluye.



Mucho se ha hablado estos días sobre la necesidad de cambio y la dificultad de llevarlo a cabo. El cambio, por su naturaleza, conlleva desafíos y, en ocasiones, genera resistencias. No es un fin en sí mismo y, por lo tanto, no debe realizarse a cualquier costo. Por otra parte, cambiar en tiempos de incertidumbre plantea enormes desafíos, entre ellos la necesidad de equilibrar el cambio con la preservación de la identidad. Esto implica encontrar el punto de equilibrio donde el cambio la fortalece y no la diluye.

¿Cuánto cambio puede tolerarse sin que la identidad resulte irreparablemente dañada?

La respuesta no es sencilla e implica riesgos significativos. Vayan 10 reflexiones pensadas para la derecha, pero aplicables (muchas de ellas) a cualquier sector.

1.- No incorporar los grandes procesos sociales y culturales de nuestro tiempo a los criterios de análisis y comprensión del entorno, es un riesgo enorme y limita la capacidad para generar un proyecto político viable. La naturaleza humana es contradictoria, compleja y cambiante y está en la base de la política. No hay balas de plata que resuelvan de manera inmediata todos los problemas; cada solución requiere un entendimiento profundo de la realidad y una adaptación constante a sus cambios.

2.- Reducir los desafíos políticos a dimensiones puramente económicas es un error que limita nuestra comprensión de la sociedad. Una observación multidimensional del ser humano revela la complejidad que enfrentamos. Estas dimensiones, entrelazadas, ofrecen una visión más completa del bienestar social y muestran la necesidad de incorporar diversos factores en la proyección de políticas futuras. Equivocadamente, este enfoque suele rendirse a la tecnocracia, donde se privilegia la expertise técnica y la peligrosa tendencia despolitizante.

3.- El tercer riesgo se presenta como la imposibilidad de transformar las identidades religiosas en identidades políticas funcionales, basadas en valores compartidos. Por otro lado, se manifiesta en confundir los valores conservadores con expresiones antidemocráticas, excluyendo visiones perfectamente válidas en el juego político participativo.

4.- La tendencia a simplificar lo que de suyo es complejo, propia de las lógicas populistas, es también un riesgo que se manifesta en un rechazo a la política tradicional, una postura antiélite y un desprecio tanto por el espíritu de las normas como por la ciencia y el conocimiento técnico,

5.- Lógica amigo-enemigo o la moralización de la política. La política no es un juego de suma cero sino una sumatoria de avances y retrocesos. En este contexto, la moderación y la compostura no son sinónimos de cobardía ni traición. De hecho, se necesita mucha valentía para no seguir la moda de turno, criticar el populismo simplón, salir de la zona de confort y defender los principios históricos de la democracia representativa. Política no es moral, no se resuelve entre el bien y el mal Su exigencia es ética.

6.- En política ganar no es lo mismo que gobernar. Una cosa es contrarrestar la hegemonía progresista, pero otra muy distinta es hacerla mayoría y transformarla en leyes y reformas; darle porte institucional.

7.- Es imprescindible que en una coalición puedan coexistir un espectro de posiciones más liberales y otras más conservadoras, pero es igualmente imperioso que el progresismo acrítico, el inmovilismo, el integrismo, la vociferencia, los reaccionarios, la intolerancia a la diversidad deban excluirse. En política forma y fondo son igualmente relevantes.

8.- Tentación de la nostalgia: Existe una nostalgia reflexiva que supone añorar el pasado, incluso llorarlo, pero sin aspiración de recuperarlo. Muy distinto es el caso de la nostalgia restaurativa que aspira a “reconstruir el hogar perdido”, sin comprender el pasado con todos sus matices e imperfecciones. A menudo, este tipo de nostalgia se asocia con teorías conspiranoicas que tienden a buscar enemigos para operar como chivos expiatorios.

9.- Tentación de una gestión al desnudo vs la capacidad de mostrar esperanza y futuro. No es posible compartir un futuro cuando el sentimiento que lo acompaña la desesperanza. Cuando esto ocurre, se abren espacios para que otros cumplan la labor del estado o bien para abrir las puertas a sistemas de corte populista o autoritario que se hagan cargo de esa frustración e ineficiencia.

10.-Capacidad de abrazar nuevas banderas o repensar las propias. La política no puede limitarse a una defensa reactiva frente a las iniciativas de otros. Para ser verdaderamente efectivos, los actores políticos deben ser capaces de repensar sus propios valores y principios, adaptándolos a los desafíos contemporáneos. Esto implica no solo defender lo que siempre han creído, sino también tener la audacia de abrazar nuevas banderas cuando sea necesario.

Por María José Naudon, decana Escuela de Gobierno, UAI.