El problema del presidencialismo chileno
SEÑOR DIRECTOR:
Uno de los problemas más graves de nuestro sistema político es que el Presidente es prácticamente invulnerable a la voluntad ciudadana. Las malas decisiones impactan su popularidad, pero la popularidad por sí sola es una herramienta deficiente para incentivar a los políticos a corregir sus errores.
Un sistema presidencial robusto requiere de un Parlamento capaz de fiscalizar y contener al Ejecutivo. A su vez, es vital que el electorado cuente con herramientas para evaluar –y eventualmente castigar– a diputados y senadores. De lo contrario, las presiones del Poder Legislativo sobre el Ejecutivo responderían meramente a las conveniencias individuales y partidarias de los parlamentarios.
El sistema proporcional que rige hoy en las elecciones del Congreso no nos permite realmente evaluar a nuestros representantes. Los parlamentarios tienen incentivos para apuntar solamente a sus nichos y pueden darse el lujo de ignorar al votante de centro. El sistema mayoritario uninominal está diseñado justamente para resolver este problema. ¿Hay alguna posibilidad de que podamos avanzar en esa dirección?
Mientras no tengamos un sistema presidencial robusto, mejorar la gobernabilidad es un arma de doble filo: un Presidente bienintencionado tendría la capacidad de resolver los problemas del país más eficazmente, pero un Presidente inepto o radical podría hacerle muchísimo daño a todos los chilenos.
Diego Cathalifaud