Opinión

Un mes para (¿descongelar?) la elección

A un mes de la primera vuelta presidencial, las encuestas muestran un escenario congelado. Desde las primarias, la foto es prácticamente la misma: Jara y Kast lideran con holgura, Matthei se mantiene en un tercer lugar que no logra amenazar a los punteros, mientras Kaiser y Parisi intentan disputarle ese espacio.

Descongelar este escenario será el gran desafío de los retadores durante este último mes de franja televisiva y debates. Pero hacerlo será aún más difícil que en 2021. La polarización política ha cristalizado las posiciones y el voto obligatorio ha reducido el margen para la indefinición. En 2021, con voto voluntario, más del 20% declaraba su intención de votar nulo o en blanco; hoy esa cifra es menos de la mitad. La obligatoriedad, y la experiencia misma de haber participado en elecciones con voto obligatorio, ha generado un votante más politizado, estructurado y menos volátil.

El 80% del electorado tiene ya decidido su voto y, del 20% restante, solo un 11% declara una cierta disposición a cambiar su preferencia o a no anular. Por eso, quienes no lideran la carrera deberán disputar un terreno estrecho y ya ocupado. Ya no basta con proponer: deberán apostar por un golpe de efecto, un hecho político-electoral importante, capaz de cambiar la conversación o provocar un giro emocional que altere percepciones.

Cada candidatura enfrenta, así, un dilema estratégico. Kaiser espolea por derecha a Kast y compite por el electorado más antisistema con Parisi intentando desbancar a Matthei. MEO busca recuperar parte del voto progresista que hoy se inclina por Jara, mientras Matthei necesita mover el árbol de Kast y que esos frutos caigan en su canasto. Visto así, hay que quitar, la competencia consiste más en ganar votos a costa de otros y menos en expandirse a partir de los pocos indecisos.

En este contexto, los próximos debates y la franja televisiva cobran una relevancia máxima. Su impacto dependerá menos del formato que de la capacidad de los desafiantes para generar un hecho político: un contraste que desequilibre, una emoción que se imponga y, en especial, la destreza para hacer perder pie al adversario y con ello descongelar la elección.

Aun así, el desafío es más complejo que en 2021, cuando la incertidumbre -alimentada por los ecos del estallido, el proceso constitucional y la pandemia- abría espacio para los quiebres. Hoy el país llega más polarizado, estructurado y predecible.

Por eso, el riesgo para los desafiantes es que el mes que queda transcurra sin sobresaltos. Quizá por lo mismo, podría ocurrir que si los candidatos y sus comandos juzgan que ya no hay margen para mover el tablero, asistamos a una competencia simulada, una suerte de gatopardismo electoral. Una fase final en que, más que arriesgar para descongelar, se prefiera cuidar lo alcanzado; más que tensionar, se apueste por no comprometer futuras alianzas de cara a la segunda vuelta y por tejer, desde ya, la convivencia de un eventual próximo gobierno.

Noticia en desarrollo.

Por Cristián Valdivieso, director de Criteria

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