La startup chilena que crea “cuero vegano” a partir de hongos

Pablo Zamora (der.), uno de los fundadores de NotCo, se unió a Hernán Rebolledo (izq.) y José Miguel Figueroa (centro) en la aventura de producir "cuero vegano". Fotos: Pablo Sanhueza.

Spora Biotech es un emprendimiento como pocos en el mundo. ¿Su producto? Un cuero prácticamente idéntico al de origen animal, pero desarrollado a partir de hongos traídos del Amazonas. Con Pablo Zamora, uno de los fundadores de NotCo, como su Director de Estrategia, el objetivo hoy es producirlo a una escala suficiente para comercializarlo, al tiempo que conocidas marcas nacionales ya están interesadas en trabajar con él.


En el verano de 2017, varios incendios forestales azotaron grandes zonas del sur de Chile; en algún momento, corrió el rumor de que algunos eran provocados intencionalmente para favorecer el crecimiento de un hongo gourmet de alto valor llamado morchella, ya que existe el mito de que este prolifera en la tierras asoladas por el fuego.

Ese mismo año, unos meses más tarde, un grupo multidisciplinario de estudiantes de la Universidad del Desarrollo buscaba un foco para su proyecto de título: tenían que innovar en la industria agrícola. Entre ellos estaba Hernán Rebolledo (30), alumno de cuarto año de Publicidad, quien ya vislumbraba un posible foco con el reino fungi. “Pensamos: ¿Qué pasa acá? Y muy ingenuamente creíamos que, sin tener a nadie en el equipo que fuera agrónomo, podríamos cultivar morchella de forma automatizada”, recuerda con humor.

Un día, hablando con un amigo, se enteró de una empresa norteamericana que creaba ladrillos con una interesante parte del hongo: el micelio, una especie de “raíz” que crece por debajo de la tierra. Al día siguiente, en la universidad, Rebolledo comenzó a investigar sobre esta innovadora biotecnología y descubrió un mundo de materiales que se crean a partir de esta red de filamentos. “Me agarró la guata fuerte, mandé mails, todo, y pregunté: ‘Cómo puedo hacer eso’. Pero nunca me pescaron”, recuerda.

Sin embargo, la idea no lo dejaba dormir. Siempre en conversación con amigos que se desempeñaban en distintas industrias, supo de otro dato: en Estados Unidos estaban intentando hacer cuero a partir del micelio.

“La idea del cuero caló mucho más en mí, porque tenía una veta fuerte en la industria textil. Un amigo que trabaja con Nike y con varias marcas grandes me dijo: ‘Ojo con la industria textil, (porque estas innovaciones) están muy en boga con todo lo que es el fast fashion, los grandes contaminantes…’”, recuerda. “Yo ya había visto el documental The True Cost y me había dado cuenta cómo en la cadena de valor del cuero había una embarrada gigante”.

Grandes talentos, grandes ideas

La única forma de convertir la ambiciosa idea en algo real era conseguir la colaboración de un laboratorio que tuviese las capacidades físicas y técnicas necesarias para el proceso.

En esa misma época, José Miguel Figueroa (34), ingeniero agrónomo y gerente de Innovación y Nuevos Proyectos del Centro de Evaluación Rosario (CER) —espacio de innovación y desarrollo agrícola—, estaba llamando a distintas universidades para ver los proyectos que se tejían en torno a esa industria. Fue así como llegó al grupo de Hernán Rebolledo. “Les fui a presentar la idea, les mostré básicamente lo que se podría hacer y él me dijo: ‘Ya, trabajemos juntos’”, cuenta.

“Había ganas”, agrega José Miguel Figueroa entre risas. “Era una idea muy loca, pero algo de sustento técnico tenía”.

Sin embargo, antes de trabajar con el centro, los jóvenes tesistas querían hacer un prototipo casero: “Si yo, que soy un publicista, podía hacer un prototipo en mi casa, significa que había agua en la piscina”, recuerda Rebolledo. Fueron a un grow shop a comprar micelio, placas de petri, un box para inocular y, a punta de tutoriales y búsquedas en internet, en tres semanas llegaron a algo arcaica e ingenuamente similar a un cuero. “Era micelio metido en un horno, era gasa”, recuerda.

Lo que más llamó la atención de José Miguel Figueroa fueron las características de sustentabilidad del proceso de producción. “La tesis era bien loca, pero interesante de desarrollar, porque se hacía cargo de problemáticas medioambientales, sociales y humanitarias que hay por detrás. Pero, además, en el largo plazo era una idea competitiva, porque no era un proceso extractivista, sino realizado sobre la base de una materia que se regenera en el tiempo”.

El cuero producido por Spora Biotech a partir del micelio de los hongos tiene similar resistencia al cuero animal, pero su producción genera mucho menos impacto en el medioambiente.

Con el CER formalmente colaborando en el proyecto, comenzaron a hacer distintos prototipos en sus laboratorios hasta principios de 2018, cuando los estudiantes entregaron la tesis. Las demás integrantes del grupo universitario dejaron el proyecto para seguir otros rumbos profesionales, y Hernán Rebolledo con José Miguel Figueroa crearon una empresa llamada Spora Biotech. Al final de ese mismo año ganaron un fondo Corfo y comenzaron la aventura de dar vida a una startup de biotecnología textil.

Paralelamente, Hernán Rebolledo empezó a hacer llamadas y presentaciones a jóvenes profesionales con poder adquisitivo para convencerlos de invertir en la startup. El fondo Corfo los ayudaba, pero no les permitía vivir de una empresa que estaba lejos de ver utilidad monetaria en su producción; lo único que tenían era una idea.

“Comí harta tierra”, recuerda Hernán Rebolledo. “No sabía si iba a funcionar y por mientras trabajé en lo que viniera. De community manager, haciendo videos, páginas web… De todo para poder ganar 300 lucas al mes. Fueron dos años y medio de meterle con todo sin recursos, sin nada. Lo que teníamos era la disposición del laboratorio a ayudar, pero había que levantar plata como fuera”.

Ambos sabían que la idea, las ganas y los prototipos no eran suficientes para cumplir el sueño de crear un cuero a partir de hongos con las mismas —o mejores— capacidades que el cuero animal y que, además, fuera más barato.

“Lo más importante es juntarte con personas que sean, de verdad, los mejores del mundo en su área”, afirma Rebolledo. El primero en coquetear con la idea fue Pablo Zamora (40), uno de los fundadores de NotCo y doctor en Biotecnología de la Universidad de Santiago. Zamora había llegado a gerenciar una oficina de transferencias de la UC Davis Chile, se venía topando en varias reuniones y colaboraciones con José Miguel Figueroa y Spora Biotech fue un buen punto de intersección entre la biotecnología y la agronomía. Ante el interés natural en la idea, sin casarse con el proyecto, Zamora trajo un nuevo nombre al equipo: el venezolano Leopoldo Naranjo, doctor en Biología Molecular y Biotecnología de la Universidad de León que trabajaba como profesor titular en una universidad en el Amazonas, al tiempo que se desempeñaba como científico asesor de MycoWorks, una startup estadounidense que produce materiales a partir del micelio.

Naranjo había comenzado a toparse con Pablo Zamora hacía más de diez años en distintas conferencias y proyectos, y habían llegado a formar buenos lazos de amistad. Mientras crecía el interés de Zamora por Spora Biotech, se enteró de que Leopoldo Naranjo estaba trabajando para esta importante empresa norteamericana y no dudó en contactarlo.

Así, a comienzos de la pandemia, el equipo fundador en Chile y Leopoldo Naranjo desde el Amazonas se reunieron telemáticamente para la presentación del proyecto con todos sus detalles. Solo había un pequeño gran problema: Naranjo trabajaba para la competencia. “No me costó mucho decidirme. Hubo una empatía muy buena y renuncié a mi cargo para asumir un rol en Spora Biotech”, cuenta ahora.

Ya con él en el equipo y con levantamiento de recursos económicos privados, Pablo Zamora decidió por fin ser parte de la empresa y se convirtió en socio principal. Spora contaba ya con uno de los mentores chilenos de startups más exitosos de la última década y uno de los mejores editores genéticos de hongos del mundo.

Con las ganas y la necesidad de crear un equipo virtuoso de profesionales, Leopoldo Naranjo trajo al equipo a la experta en nanotecnología Keyla Fuentes (38), doctora en Química con dos postdoctorados en nanomateriales. La rapidez con la que esta científica, también venezolana, puede comunicar en una frase todas las posibilidades de la nanotecnología en la industria textil es impresionante: se pueden hacer desde trajes que son capaces de detectar con mini sensores, invisibles a la vista humana, las concentraciones de CO2, hasta ropas que brillan en la oscuridad con bioluminiscencia.

Finalmente, hace solo un par de meses llegó al equipo el encargado de llevar a puerto de producción “consumible” este cuero vegano. Diego Valdés (36), ingeniero agrónomo, llevaba nueve años trabajando en la empresa de hongos comestibles Champiñones Abrantes. Después de que Hernán Rebolledo escuchó repetidas veces su nombre por la recomendación de un amigo, intentó incentivarlo con el proyecto, pero no fue sino hasta finales del 2021 que el agrónomo dio el sí.

“Fue un salto de fe. Estaba muy feliz, vengo de una escuela de Abrantes que me gustaba mucho, un gran equipo humano, no tengo una mala experiencia, sino que al revés. Y después de diez años fue como, chuta, ¿me dejo soñar o no en otro desafío mayor?”, cuenta Valdés. “Pero fue tirarse a la piscina, sin duda. No estoy arrepentido, estoy muy contento, me he encontrado con un grupo humano muy entusiasta, que tiene ganas de hacer grandes cosas”.

Su experticia está en la planta de sustrato, que es donde se cultiva el micelio en condiciones controladas para que este crezca y así poder llevar a cabo un proceso escalable. Es decir, un producto que sea lo suficientemente grande como para poder ser parte de un zapato o, incluso, del tapiz de un automóvil.

Buscando hongos en el Amazonas

Los procesos de Investigación y Desarrollo (I + D) de la startup chilena han superado tanto las expectativas de sus fundadores como las internacionales, y esto se debe —en gran parte— a que la materia prima que utilizan es diferente. Con el principal talento escondido en el rincón verde del planeta con uno de los niveles de biodiversidad más grandes del mundo, no dudaron en realizar una expedición allí. La aventura no estuvo exenta de experiencias místicas y espirituales.

La próxima expedición de los fundadores de Spora Biotech en busca de hongos será a la Patagonia. Luego irán a Asia y Europa.

En febrero de 2021, cuando las cabezas de Spora eran Hernán Rebolledo, José Miguel Figueroa, Pablo Zamora y Leopoldo Naranjo, los tres primeros viajaron a la selva amazónica a buscar los hongos que necesitaban. El hallazgo no era seguro, pero en vista de las características del lugar, era difícil salir con las manos vacías.

El equipo —que incluía a un camarógrafo, técnicos científicos y un chamán, Patricio Andie, el último líder espiritual de la comunidad Atacapi— recorrió los bosques y selvas en búsqueda de muestras para aislar en un laboratorio que, también, montaron en medio del Amazonas. No pueden hablar más sobre los lugares exactos del Amazonas donde estuvieron porque, si bien es cierto tienen claros los puntos geográficos, los mismos eran alcanzables solo después de largos viajes en botes, zodiacs, autos y avionetas.

La última expedición fue en diciembre de 2021. A ella se sumó Diego Valdés, ya como gerente de Operaciones, quien necesitaba ver en persona cómo ocurría todo el proceso. “Se metió e hizo todo, desde encontrar los bichos, pasar por la colecta, ir al laboratorio y hacer la evaluación”, cuenta Pablo Zamora. “Y él tiene la mejor visión, creo yo, del proceso completo: desde la biodiversidad en la selva hasta el cuero que tenemos en la mano”.

Luego de cuatro expediciones en un año, los prototipos elaborados en Chile y el Amazonas prometen llegar a un escalamiento industrial en poco tiempo, según afirma Hernán Rebolledo. “La siguiente excursión será este mismo año y va a ser en la Patagonia”, anticipa Rebolledo. “Y, posiblemente, Asia y Europa”.

Un producto doblemente sustentable

La principal motivación de llevar a la industria este cuero vegano pasa, según todos los miembros del equipo, por aportar con un grano de arena a la sustentabilidad en la industria textil. Que la producción no sea únicamente amigable con el medio ambiente, sino que también a un precio democrático y que se haga cargo de sus externalidades sociales.

Actualmente, Spora Biotech asesora financieramente a comunidades amazónicas: ayuda a emprendedores a desarrollar procesos de negocio y producción, además de permanecer en constante diálogo con ellos.

Además de las características más evidentes de crueldad animal que trae consigo la producción de cuero de carácter animal, el tratamiento posterior de la piel es contaminante y genera enfermedades en sus trabajadores, según explica Hernán Rebolledo. Y su alternativa, el “ecocuero”, proviene del petróleo. “En el fondo no es animal, pero ¿eco? Es petróleo; saquemos la huella de cuántas especies han matado los derrames del Amazonas por el Golfo de México”, agrega.

La creación de este biotextil a raíz del micelio no forma parte de un rubro extractivista y su producción genera menores externalidades que gran parte de la industria agrícola, explica Diego Valdés. A pesar de que la “alimentación” de los hongos es, principalmente, a través de grano (los cuales compiten con el consumo humano), desde Spora quieren encargarse hasta del más mínimo detalle. “Por el momento los estamos alimentando con granos, pero el objetivo es escapar un poco de ello y buscar residuos de la agroindustria. Justamente, para tener un precio competitivo y que el producto esté al alcance de todos, y para ayudar en esta economía circular”, explica Valdés.

Actualmente se preparan para una nueva recaudación de fondos con varios inversionistas interesados en lista de espera. Y, hasta el momento, marcas textiles y de accesorios como Gnomo, Karün y Bestias son parte de las primeras que aplicarían el cuero de “Sporatex” cuando tengan el producto final.

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