Rodrigo Pica, ministro del Tribunal Constitucional: “En la Cámara hay voces que insisten en ver al TC como un feudo del cuoteo”

Rodrigo Pica, ministro del Tribunal Constitucional.

El magistrado aborda los criterios de las cartas que han surgido para relevar los nombres de los ministros García y Romero en el órgano. A su juicio, se debe acabar la lógica de "cuoteos políticos" y plantea que no se está reflejando el alto nivel de abogados constitucionalistas presentes en el país.


Aunque por estos días permanece en España, el ministro del Tribunal Constitucional (TC) Rodrigo Pica se mantiene al pendiente de las nuevas designaciones para el tribunal. El próximo 18 de marzo, cuatro ministros del órgano cesarán en sus cargos: dos deberán ser nombrados por el Parlamento, y otros dos, por designación directa del futuro Presidente, Gabriel Boric.

En medio de ese proceso, Pica es crítico de los criterios de los perfiles que han circulado desde la Cámara para las vacantes de Juan José Romero (quien actualmente preside el tribunal) y Gonzalo García. Y es que en ese contexto, han asomado distintos nombres ligados a Chile Vamos y a la Democracia Cristiana (DC) -en función de las cercanías políticas de los ministros- para relevarlos.

Esto último, aborda, obedece a “dinámicas de cuoteo” político. Y a juicio del magistrado, “ese tipo de malas prácticas es lo que la ciudadanía repudia y que es parte del descontento de la época en la que vivimos”.

De lado y lado han aparecido nombres para reemplazar al ministro Romero y a García. ¿Qué le ha parecido la discusión en torno a esas designaciones?

Más allá de los nombres y para que no se malentienda que lo estoy personalizando, hay un muy mal síntoma. En la Cámara hay voces, colectivos y parlamentarios que insisten en ver al TC como un feudo del cuoteo, con reparticiones propias de la época binominal, como un premio de consuelo para parlamentarios que no fueron electos. Las grandes críticas al tribunal en gran parte provienen del mundo político que está en la Cámara, en el Senado y en los gobiernos. Resulta que entre el Ejecutivo y el Legislativo designan al 70% del mismo tribunal que ellos critican. Eso llama a reflexionar por qué y para qué hacen designaciones con un perfil como ese. No es un buen lugar el TC para nombrar vicarios o mandatarios en base a cuota partidaria y hacer eso hoy es no entender qué ha ocurrido en el país en los últimos tres años. Ese tipo de malas prácticas es lo que la ciudadanía repudia y que es parte del descontento de la época en la que vivimos.

La Cámara comenzará a discutir durante esta jornada las designaciones. ¿Cree que hay una urgencia de votar antes de la renovación del Parlamento, antes del 11 de marzo?

Si la Cámara puso el tema en tabla para la última semana de funcionamiento y mandato de los parlamentarios que hoy están en ejercicio, no deja de llamar la atención que lo hagan con tanta premura, en lugar de tomar nota que evidentemente la correlación de fuerzas parlamentarias dentro de la Cámara es distinta. Lo que hemos visto en medios de comunicación en los últimos dos días da cuenta de que los nombramientos están siendo entendidos como una repartición de cuota partidaria para mantener el cupo que cada fuerza política entiende que tiene. Esa es la peor forma de entender la administración de justicia constitucional.

Hay consenso en la Convención Constitucional de reformular el TC como se entiende actualmente y avanzar hacia cortes constitucionales. ¿Se debe profundizar el método de designación de ministros?

Evidentemente si se opta por una jurisdicción especializada -en lugar del Poder Judicial como supremo garante de la Constitución- la definición del perfil y de los requisitos que debe cumplir quién va a ser nombrado y el mecanismo de nombramiento son elementos claves y básicos de la fisionomía a la hora de definir todo sistema de jurisdicción constitucional. En ese sentido, la dinámica de cuoteo o de parcelas que hemos visto esta semana en estos nombramientos, es parte de aquello que debiera acabarse.

Como está definido ahora, no le gusta.

No es que me guste o no me guste, es el método que tenemos, el que se consensuó en la reforma del año 2005. Todo método de nombramiento tiene sus ventajas y desventajas. El 2005 se consideró que el hecho de que participaran los tres poderes del Estado y que designaran cuatro magistrados quienes tenían legitimidad directa de urna era lo pertinente. Pero el cómo se ha desarrollado eso después y cómo termina deviniendo en una dinámica de repartición de cuotas y parcelas ya es harina de otro costal. Todo indica que es una mala praxis.

¿La discusión en la CC sobre la eliminación del TC puede estar inhibiendo a que personas calificadas no quieran ser ministros de este tribunal y reservarse para una futura corte en una nueva y eventual Carta Magna?

No soy el indicado para contestar eso, menos desde el lado interno del mesón, pero como dijo Gianni Buquicchio, el presidente de la Comisión de Venecia a propósito de su visita a Chile, hay excelentes constitucionalistas en el país, de diversas generaciones, el foro constitucional en Chile es muy rico, de alto nivel. Por eso también llama doblemente la atención de lo que estamos viendo. Evidentemente tenemos dos órdenes constitucionales: una que se está creando y otra que -dependiendo de qué salga de la Convención y del resultado del plebiscito de salida-, en vías de término. A la hora de tomar decisiones, toda persona que quiera ejercer la profesión en el área del derecho constitucional evidentemente tiene que elegir en qué se enfoca.

No se está reflejando este “alto nivel” en los nombres que han aparecido...

Sería una buena noticia que se reflejara, parece que no es así.

El 18 de marzo próximo cuatro ministros dejan el tribunal y finaliza la presidencia de Romero. ¿Cuál es su evaluación?

El presidente Romero tuvo una destacadísima labor, asume en los últimos 6 meses del tribunal en un contexto muy complejo que supo sortearlo bien y los desafíos que vienen son administrar el TC en paralelo a lo que es el proceso constituyente. Habrá un cambio de integración del pleno que esperamos que le haga bien al tribunal, sobre todo en función de los conflictos que dejó la presidencia anterior a la del ministro Romero, que es una presidencia que es evidente que al tribunal no le hizo bien. La de Romero ha sido una gestión que ha promovido la unidad y la cohesión en el pleno, cuestión que redunda en que el funcionamiento del tribunal, el ejercicio de sus atribuciones y la eficiencia están mucho mejor de lo que estaba antes.

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