La Tierra tiene fiebre

TIERRA

La Tierra está enferma, ya no es ninguna novedad. Hemos diagnosticado al paciente y, al parecer, tiene un severo caso de "humanos". Sin embargo -y a pesar de que seamos una de las principales causas de su enfermedad- simultáneamente estamos tomando el rol de doctores, intentando encontrar el mejor tratamiento posible.

Al igual que un niño que se encuentra desarrollando un cuadro de fiebre, la temperatura promedio superficial de la Tierra va en un aumento progresivo. Las causas y consecuencias de esta enfermedad son de conocimiento público. El aumento en emisiones de gases efecto invernadero ha alterado los patrones climáticos, derritiendo hielos y aumentando el nivel del mar, entre otras consecuencias.

Sin embargo, no muchos conocen sobre el tratamiento que este paciente enfermo necesita, ni sobre la expectativa de vida que tiene. ¿Qué tanto le tenemos que bajar la temperatura a la Tierra?

Actualmente, nos encontramos en un estado de sobrecalentamiento de aproximadamente +1°C en comparación a temperaturas preindustriales, anomalía que ya está mostrando importantes secuelas medioambientales. En el año 2015, se llevó a cabo la COP 21 en París, cumbre medioambiental donde se estableció como meta crucial mantener la temperatura de la Tierra en un umbral máximo de +2°C.

Luego, en 2018, se publicó un reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) advirtiendo sobre los peligros de llegar a los +2°C, haciendo énfasis en que el objetivo debiese ser limitar el aumento de temperaturas a +1,5°C. Las diferencias entre ambos umbrales serían considerables: las olas de calor aumentarían en 2,6 veces y el nivel del mar en 60 mm adicionales, la pérdida de biodiversidad podría llegar al doble y los arrecifes de coral podrían desaparecer prácticamente por completo.

Entonces, las pregunta que muchos se hacen son: ¿estamos cumpliendo los compromisos suficientes para limitar estas catástrofes medioambientales? y ¿podremos llegar a limitar la temperatura promedio hasta +1,5°C? La respuesta no es muy auspiciosa. En base a las políticas globales actuales, nos encontramos en vías de llegar a una anomalía de temperatura de +3,3°C a fines de este siglo. Incluso si es que hacemos la suposición que todos los países se comprometerán a llevar a cabo las políticas más optimistas, que han sido presentadas hasta el momento, estaríamos hablando de un aumento de aproximadamente +3,0°C.

Las organizaciones científicas que han calculado estas proyecciones incluso señalan que son escenarios conservadores, advirtiendo que, si no se incorporan oportunamente políticas de reducción de emisiones de gases efecto invernadero, podríamos fácilmente llegar a un escenario de +4,0°C. A nivel país, el comportamiento de Chile en cuanto a políticas de cambio climático se encuentra catalogado como "altamente insuficiente" para cumplir las metas propuestas en la COP 21. De hecho, como métrica referencial se señala que, si todos los países del mundo tuviesen el nivel de acción que tiene Chile, llegaríamos a superar los +4°C a fines de este siglo.

En diciembre de este año se celebrará la COP 25 en Chile. Sin embargo, todavía está por verse si será una verdadera ocasión de celebración. Es evidente que nuestras ambiciones actuales no son suficientes para compensar el impacto medioambiental que hemos generado en el planeta. Por lo tanto, es fundamental enfatizar la urgencia por tomar acción, y por, sobre todo, respaldar esas buenas intenciones con políticas, leyes y herramientas de gobernanza que obliguen a cumplir los objetivos necesarios para comenzar a resolver este problema.

Aun así, fuimos testigos de cómo en la misma COP 21 -donde se firmaron acuerdos legalmente vinculantes- hubo países que posteriormente decidieron no cumplir con sus compromisos de reducción de emisiones. Esperemos que, en esta ocasión, no nos quedemos en buenas intenciones y entendamos que no solo se encuentra en juego nuestro medioambiente o el mundo natural, sino también nuestro propio bienestar y capacidad de subsistir como especie.

En muchos sentidos, somos el virus que tiene a este paciente con fiebre. Ahora tenemos que darnos cuenta de que también podemos ser su doctor, ya que está a nuestro alcance el tratamiento.

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