Lasarte y los jugadores quieren Calama: las ventajas que puede sacar Chile ante Argentina en el desierto
La idea de ser local a 2.250 metros de altitud toma fuerza. En los próximos días, una comisión de la federación se trasladará al norte para revisar el estadio y la cancha. Expertos del fútbol desmenuzan las posibilidades de jugar en la ciudad minera.
Chile cae ante Ecuador y más que nunca necesita puntos para reposicionarse en la carrera por llegar directamente al Mundial. La búsqueda de esas unidades se diversifica. Por un lado, tendrá que ver con las decisiones técnicas que deberá adoptar Martín Lasarte para reencaminar a la Roja, lo que irá de la mano de la recuperación de figuras claves como Charles Aránguiz y Ben Brereton. Y, por otro, con las gestiones que realiza la dirigencia de la ANFP, que encabeza Pablo Milad, para concretar una idea que hace rato se baraja en Quilín y que puede resultar decisiva para sacar alguna ventaja frente a Argentina, el próximo rival: recibir a la Albiceleste en Calama, ubicada a 2.250 metros de altitud, según la convención entre distintos estudios geográficos.
La idea cuenta con el pleno respaldo de Martín Lasarte y de los jugadores. De hecho, tras el revés ante el equipo de Gustavo Alfaro, Gary Medel, uno de los referentes de la Selección, la aprobó públicamente. “Lo que sea extra para nosotros, lo vamos a hacer”, declaró pocos minutos después de la dolorosa caída en San Carlos de Apoquindo”, dijo el Pitbull. La materia ya se trató en una reunión con los referentes. Además de Medel, intervinieron Claudio Bravo, Mauricio Isla, Alexis Sánchez y Arturo Vidal. Muy probablemente el Rey no estará, producto de la expulsión ante los del Guayas, pero también asintió. El Niño Maravilla fue el más entusiasta, por el origen de su carrera, en Cobreloa. La aprobación se suma a la de Machete, que incluso le asigna un doble beneficio: por un lado sabe que no sería un lugar cómodo para la escuadra de Lionel Scaloni, que recién en octubre del año pasado pudo romper una sequía de 15 años de victorias en La Paz. Ese proceso incluyó papelones, como el 6-1 de la Albiverde sobre la Argentina de Diego Maradona, en abril de 2009.
La ANFP avanza aceleradamente en la concreción de la idea. La próxima semana, una comisión del organismo visitará Calama para revisar el estadio Zorros del Desierto. Paralelamente, se desarrollan gestiones para que el aeropuerto de la ciudad sea habilitado como internacional, lo que permitiría que Argentina llegue directamente y no a través de una escala en Santiago. La segunda opción también es factible, considerando la experiencia que debió afrontar la Roja cuando viajó a Santiago del Estero. Esa vez, incluso, debió soportar una larga y tediosa espera.
Chile tiene hasta siete días antes del encuentro para presentar el estadio (20 de enero), pero la convicción ya está formada. Incluso la que tiene que ver con que el recinto, inaugurado en 2015 y con capacidad para 12 mil espectadores cumple con todas las condiciones para recibir el duelo.
El aspecto físico es clave
¿Qué tan ventajoso sería para Chile recibir a Argentina en Calama? La respuesta es relativa y tiene múltiples factores, aunque es cierto que hay elementos que le dan la razón a la apuesta. “Ventaja tan abierta no es. Lo sería si los chilenos que jueguen estuvieran siempre en altitud y nuestras principales figuras, como las de Argentina, provienen del mismo lugar, Europa”, considera Marcelo Oyarzún, preparador físico de O’Higgins y quien preparó un plan de adaptación para el viaje a la capital boliviana cuando era parte del staff de Juvenal Olmos en la Roja. “Cuando fuimos a ganar a La Paz, con Juvenal, hicimos un trabajo con el doctor Fernando Yáñez, el sistema de cámara hipobárica para favorecer la adaptación de los jugadores. Además, Juvenal eligió jugadores como Reinaldo Navia, que jugaba en Ciudad de México y algunos que estaban en Cobreloa. Es decir, que estuvieran adaptados. Había cámaras en Quillota, en el hospital de la FACH. Los sometimos a 12 sesiones previo al partido y fuimos la semana antes a Calama. Siete días de Calama más 12 sesiones de hipobárica te daban una cierta adaptación a ese partido en La Paz”, recuerda.
“Hicimos estudios, durante los entrenamientos, de saturación de oxígeno, lo que nos permitió saber quiénes toleraron mejor las condiciones, quiénes tenían un buen consumo de oxígeno. Se preparó un partido desde el punto de vista de la adaptación física. Eran sesiones de una hora simulada a tres mil metros de altura. El cerebro capta eso y la médula ósea estimula una mayor producción de glóbulos rojos, que son los encargados de distribuir el oxígeno en los músculos”, profundiza el profesional. Su juicio es categórico: “Si no vas a hacer eso y vas a traer a los jugadores y vas a ir a jugar no sacas ventajas respecto de Argentina. Al menos desde el punto de vista sicológico”, sostiene. También influyen las capacidades individuales. “Marcelo Salas, sin estar en altitud, tenía mejor producción de glóbulos rojos que sus compañeros por una cuestión congénita”, ejemplifica. Oyarzún añade que incluso los jugadores de la UC, por entrenar diariamente a 800 metros sobre el nivel del mar en San Carlos de Apoquindo, tienen una ventaja comparativa.
Sensibilidad con el balón y sicología
La parte técnica se ve afectada por la altitud. Quienes han jugado en esa condición describen que el balón describe trayectorias diferentes y, a veces, impredecibles. En su tiempo, hubo cuerpos técnicos que emplearon curiosas estrategias para simular esa condición, como emplear balones de vóleibol en los entrenamientos. Algunos, incluso, les tapaban las fosas nasales a los jugadores con algodones para acostumbrarlos a la menor presencia de oxígeno. Actualmente, los equipos suelen llegar con poco tiempo de anticipación. A lo sumo, un día antes, para realizar un entrenamiento que permita dimensionar las diferencias de sensibilidad con la pelota.
Otro aspecto clave es el sicológico. “Siempre tuve buena relación con Marcelo Trobbiani y él me decía que ellos no querían ir a Bolivia, que la altura no les acomodaba. Imagino que en la actual generación argentina debe ser lo mismo. Por eso, Chile tiene que buscar todo tipo de ventaja”, sostiene Héctor Puebla, símbolo de Cobreloa y quien marcó impecablemente a Maradona en la Copa América de 1989, al punto de que el astro argentino le regaló su camiseta en tributo a su limpia faena. Víctor Merello, otra leyenda naranja, es más cauto. “Los argentinos le tienen terror a la altura, pero Chile también tiene que prepararse. Si llegan dos días antes, no hay ventaja. Tendrían que trabajar una semana allá. La altura pesa en lo climático y en el tema del balón. El golpe es distinto. Cualquiera que va a jugar a altura lo siente. Para sacar ventaja tienes que ambientarte. Mínimo son seis o siete días. Si es sobre la hora, se hará un gasto innecesario”, enfatiza el Chueco.
Marcelo Espina relativiza el efecto. “Está claro que el jugador argentino no está acostumbrado a la altura. En Argentina ni en Europa se juega en altura y en la lista no hay ‘mexicanos’, pero igualmente, Calama nada que ver con La Paz o con Quito. En La Paz y Quito la diferencia de efecto es mucho más. En Calama no es tan importante. Se siente un poco, sí, pero no es tanto. El proceso de recuperación post esfuerzo demora un poco más que en el llano. En La Paz la pelota vuela, en Calama es casi normal”, explica el ex capitán de Colo Colo y la Albiceleste, quien sí repara en el efecto sicológico adverso que supone. “Y ojo que Argentina ganó sus últimos dos partidos en altura”, subraya.
Oyarzún refuerza la importancia del aspecto sicológico. “Sí hay una ventaja que la conozco, porque trabajé seis años en Newell’s, es que el jugador argentino, uruguayo, paraguayo y brasileño no tienen una buena disposición sicológica a jugar en altura. Y es porque no tienen un estadio en altura, no lo conocen. Recuerda el partido de la Argentina de Maradona. La FIFA llegó a decir que le quitaría la localía a Bolivia en La Paz. No les acomoda la velocidad del balón. Passarella inventó eso de que la pelota no dobla, aunque efectivamente vuela distinto. Se van a sentir incómodos y esa sí es una ventaja”, concluye.
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