De víctimas a acusados por homicidio: la maldición de los hijos de Nabila Rifo

Felipe Torres dice que no tuvo otra opción que defenderse de la pareja de su madre. Que él los había amenazado a él, a su hermano y a Rifo de muerte. Pero la Fiscalía no ve eso: cree que Torres actuó de manera homicida. Foto: G.P. / La Tercera

Luis Torres Rifo, de 20 años, junto a su hermano menor de edad, están presos por matar a la pareja de su madre. A pesar de que el mayor arriesga pasar toda su vida en la cárcel, dice que para entender el crimen que cometieron, primero hay que entender la vida que tuvieron que vivir. Una que, según sus palabras, siempre estuvo marcada por la violencia.


Es el 1 de febrero de 2024 y Luis Torres Rifo, de 20 años, tiene una manopla en su mano derecha. Debajo de él está Gerardo Bañares, un mecánico de 35 años, a quien Torres golpea sin parar. Segundos antes, Bañares había recogido una piedra y embestido a Torres. Pero el hermano menor de Torres, Y.T., de 17, golpeó a Bañares con un bate. En ese momento, la situación estaba invertida.

Afuera de ese domicilio una mujer gritaba. Era Nabila Rifo, madre de los dos jóvenes. Siete años antes, Rifo había sido víctima de un ataque de su conviviente de entonces, Mauricio Ortega, quien la golpeó, le arrancó varios dientes y ambos globos oculares. Pero esa fría noche en Coyhaique, Rifo sollozaba por otra cosa: sus hijos golpeaban sin parar a quien era su actual pareja. La mujer, de 36 años, quería que la situación se detuviera. Sólo que ya no había vuelta atrás.

Ese 1 de febrero se cumplía casi un año desde que los Rifo conocieron a Gerardo Bañares. Llegó a su casa como mecánico, a arreglar una pana de su auto. Torres Rifo vivía allí con su hermano Y.T., y sus dos hermanos menores, de 11 y 12.

Bañares conoció en esa visita a Rifo. Le gustó de inmediato, dice Torres. También la reconoció por su caso. El mecánico empezó a curiosear.

-Nos preguntó si vivíamos solos. Si teníamos papá -recuerda-. Luego, pidió que lo invitáramos a tomarse unos mates.

Bañares siguió yendo a la casa de Nabila Rifo. Buscaba excusas, dice Torres, como la de revisar más repuestos que necesitaba el auto. Así, de a poco fue naciendo una relación. A Rifo, Bañares le parecía “cuentero” y “agrandado”, dice su hijo mayor, aunque con el tiempo empezaron a pololear. A las semanas, Bañares ya vivía en la casa de los Rifo.

Nabila Rifo, acompañada de sus dos hijos. Foto: Facebook.

Al momento de comenzar la relación, Bañares tenía causas previas por violencia intrafamiliar. Fue denunciado en junio del 2020 por VIF en Río Ibáñez. El mecánico le contaba que su expareja no lo dejaba ver al hijo que tenían en común, dice Torres.

De a poco, dice Torres, Bañares empezó a mostrar las facetas que ocultaba. Una de ellas era su fuerte consumo de alcohol.

-Nos decía ‘tengo una chambita con un camión’. Llegaba a los minutos y aparecía curado. Mi mamá le preguntaba por qué tan rápido. Era porque se iba a tomar y fumar marihuana a escondidas -dice Torres-. No ponía ni uno para la casa. Traía una bolsa de pan y se iba a acostar.

El punto de quiebre para Torres fue ver la primera agresión de Bañares hacia su madre. Dice que fue pocos meses después de que Gerardo Bañares llegó a vivir a su casa.

-Cuando bajé, vi a Gerardo con un cuchillo en el cuello. Le decía a mi mamá que él se iba a matar, porque ella no lo quería.

Torres recordaba todo eso mientras iba a buscar la manopla a su pieza esa noche de febrero, cuando Bañares llegó borracho a la casa de su familia y empezó a tirar piedras hacia adentro.

Un video de una cámara de seguridad que mostró la Fiscalía de Coyhaique fue clave en la audiencia de formalización: en él, se ve cómo los hermanos derriban a Bañares. En total, fueron 30 los golpes que recibió: 17 con la manopla de Torres Rifo y 13 con el bate de béisbol de Y.T.

Cuando llegaron los carabineros, el cuerpo de Bañares ya no era una amenaza. Estaba de costado, ahogándose en su propia sangre. Nabila Rifo lloraba mientras tocaba la cabellera que colgaba del cráneo del mecánico.

Según el parte médico del hospital, Bañares murió 59 minutos pasada la medianoche. Su situación neurológica, indicó el personal de urgencias, era irreversible. Su cráneo tenía varias hemorragias, que lo llenaban de sangre por dentro.

Minutos después de la golpiza, Luis Torres Rifo se entregó en la Primera Comisaría de Carabineros a la 1.00 am. Su hermano fue detenido en la casa de un familiar cuatro horas más tarde.

Hoy, Luis Torres Rifo está sentado en una biblioteca de la Cárcel de Coyhaique. Es de estatura más bien baja, habla con un acento sureño cantado y muestra movimientos un tanto erráticos.

Al recordar esa noche, dice esto:

-¿Si me arrepiento...? Lo he pensado, pero no sé cómo decirlo. Me manché las manos con él, yo creo que caí en su provocación. Pero siento que no había de otra.

Felipe Torres Rifo en la Cárcel de Coyhaique. Dice que su vida ha sido marcada por la violencia. Esto le trajo problemas de salud mental y cambios en su conducta. Foto: G.P. / La Tercera

Golpe mortal

El 14 de mayo de 2016, la noche en que Mauricio Ortega dejó ciega a su madre y casi la mata, Luis Torres no estaba en la casa, sino que donde su abuela materna. Siempre hacía esto cuando escuchaba que había discusiones en su casa entre Ortega y su madre. Torres dice que había una razón para eso.

-Un día estaba viendo películas. Se pusieron a pelear y no nos dejaban dormir. Yo les decía, oye, váyanse a dormir. Y ellos no me escuchaban -recuerda Torres-. Y por eso, me vino un ataque de pánico. Me faltaba el aire. Sentía desesperación. Quería irme de allí, arrancarme, desaparecer.

Cada vez que Rifo y Ortega peleaban, dice, sentía náuseas y ganas de vomitar. Esos síntomas sólo desaparecían cuando llegaba donde su abuela y lograba conciliar el sueño.

Una vez que su madre quedó ciega, dice Torres, su vida se alteró por completo. Él y su abuela tomaron roles de cuidado en su casa, mientras su madre se adaptaba a las consecuencias de sus heridas.

-Fui a la psicóloga cuando mi mamá aún estaba en el hospital -cuenta Torres-. Le dije que sentía rabia. Me daba impotencia no poder haber estado allí cuando le estaban pegando. Me decía a mí mismo: ¿Por qué me habré ido esa noche?

Según Torres, la última vez que fue al psicólogo fue el 2017. Después de eso, su personalidad también cambió. Se volvió una persona desconfiada y callada. Le costó mucho abrazar a su primera polola. Ese también fue un mal año académico: repitió sexto básico con tres promedios rojos.

Para su hermano Y.T. fue peor, dice Torres: comenzó a tener malas juntas. Eso derivó en una una causa por robo en lugar no habitado en Coyhaique de julio del 2023, y una causa vigente por robo con intimidación.

Un día, ese hermano le regaló una manopla. Torres la guardó en su pieza porque la encontró bonita, explica.

Su madre, cuenta él, les decía que se sentía sola. Nabila Rifo tuvo un par de parejas, recuerda Torres, pero esas relaciones no prosperaron. Entonces apareció Gerardo Bañares.

El episodio del cuchillo en la cocina fue la primera agresión de la que Torres fue testigo. Pero, recuerda, hubo más episodios: una cachetada que Bañares le pegó a su madre frente a su abuela y un empujón.

Lo que más recuerda Torres es que la violencia que ejercía Bañares era más bien psicológica. Se metía en el celular de Rifo a leer conversaciones y a borrar contactos. Eso también terminaba en amenazas, dice.

-Una vez vio que ella hablaba con un amigo. Y él (Bañares) le dijo: ‘voy a matar a este huevón, lo voy a hacer cagar a cuchillazos. Y tú vas a estar al lado mío, para que sepas cómo le hago eso’.

Rifo, dice Torres, terminó adoptando una actitud sumisa ante esos abusos.

-Yo le decía que estaba mal lo que él hacía. Ella me decía ‘es que estoy sola. Necesito una pareja’. Y le decíamos está bien, pero que el loco no ande curado todo el día. Nos respondía no te metái, si ya va a estar sano.

Nabila Rifo fue contactada, pero no quiso participar de este reportaje.

Rifo declaró ante Carabineros la noche en que Bañares murió. Contó que llevaba un año viviendo con el mecánico, que él le admitió que era bipolar y no seguía su tratamiento médico. Además, veía que tenía problemas de consumo de alcohol.

“Al principio mis hijos lo aceptaban bien, lo querían. Hasta que un día yo le dije a Gerardo que le dejara unas empanadas a Luis -declaró Rifo-. Ahí Gerardo se enojó y me pegó un palmetazo en la cabeza, momento en que mi hijo se empezó a dar cuenta de que Gerardo me trataba mal”.

Al tiempo, dice Torres, su madre ya no respondía. Cuando él le gritaba, ella callaba. Todo eso lo escuchaba Luis Torres desde su habitación, en su segundo piso.

-Pensaba, ¿cómo voy a estar pasando por esto de nuevo? Si ya lo viví.

El Juzgado de Garantía de Coyhaique registra dos causas por actitudes violentas desde Bañares. El 31 de agosto del 2023, Y.T. y Luis Torres denunciaron al mecánico por lesiones leves. No obstante, se negaron a denunciar y constatar lesiones, por lo que la causa no avanzó. Doce días después, Carabineros denunció de oficio a Bañares por lesiones menos graves en contexto de violencia intrafamiliar hacia Rifo. Ambas causas se cerraron tras el fallecimiento de Bañares.

Torres asegura que su rutina se alteró cuando llegó Bañares. Se cambió de colegio para estar más cerca de su casa y reaccionar más rápido ante una agresión. También afectó la convivencia dentro del hogar: ya casi ni hablaba con Y.T., quien evitaba volver a su casa para estar en la calle con amigos. Por las noches, dice que trancaba su puerta con llave, cuando escuchaba a Bañares merodear afuera de su pieza.

Bañares también le prohibió a Rifo seguir con el negocio de compraventa de muebles que tenían como familia, con la excusa de que no le gustaba tener gente extraña en la casa. El mecánico comenzó a usar la ropa de Torres y el auto de Rifo. Un día, recuerda Torres, no le gustó la comida que había preparado ella y le arrojó el plato de vuelta.

Ese día, Luis Torres lo enfrentó.

-Le dije, ¿qué te crees, pasado a mierda? Te damos techo y andas agrandado. Me gritaba de vuelta, qué te metes tú, no te tengo miedo. Yo ando comiendo sobras acá.

La mañana del 1 de febrero, la madre de Nabila, Noelia Ruiz, de 56 años, visitó la casa. Ruiz fue contactada para participar de este reportaje, pero declinó contestar.

Hace meses que, según Torres, su abuela le pedía a su madre que se diera cuenta de lo mal que iba su relación. Mientras hacían sopaipillas, Bañares empezó a gritar nuevamente a Rifo. Después del almuerzo, las discusiones siguieron. Bañares, según Torres, lo miraba de manera desafiante. Por eso, con su hermano Y.T. decidieron ir donde su padrastro. Esto hizo enojar aún más a Bañares, dice Torres.

Cuando volvieron, se dieron cuenta de que Rifo y Bañares habían peleado y que el hombre ya no estaba en la casa. Su madre -asegura- les dijo que, si volvía a aparecer, no le abrieran la puerta.

Más tarde, Rifo dio otra versión en su declaración.

“Creo que toda esta pelea fue porque Gerardo, cuando llegó a la casa y golpeó la puerta, yo no escuché. Entonces, por lo mismo, comenzó a tirar piedras a la casa. Ahí fue que mis hijos, los mayores, se dieron cuenta y comenzaron a provocarlo o devolverle los insultos. Yo les dije a mis hijos que no hicieran nada, pero ellos siempre me defendían. Pero Gerardo no era malo, a veces me gritaba, pero siempre lograba calmarlo”.

Luego Bañares regresó. Torres dice que escuchó como si alguien le pegara una patada a la puerta de su casa. Enseguida, el mecánico empezó a gritar y arrojar piedras a la casa.

-Nos decía, cabros cul…, me los voy a hacer mierda. A mi mamá también le decía, si te pillo sola, te voy a hacer mierda- recuerda el hijo mayor de Rifo.

Torres asegura que vio cómo el hombre tomaba una gran roca desde el piso. Por eso, dice, pensó que Bañares portaba un cuchillo. Según las pruebas exhibidas en el caso, Bañares no portaba armas en ese momento.

Esa vez, Torres no evitó confrontar a Bañares. Dice que sintió que era la última barrera entre su madre y Bañares. El veinteañero subió a su pieza y sacó la manopla que le regaló su hermano.

-En ese momento estaba enfocado en pelear con él, no me di cuenta cuando mi hermano le pegó a Bañares y él se cayó -dice Torres-. Yo pensé que seguía consciente. Pero vi el video, y él estaba como goma. No me acuerdo cuántas veces le pegué, pero fueron muchas.

Torres dice que entró en un trance mientras golpeaba al mecánico. Que nunca pensó en dejar de pegarle.

-Estaba como cegado, no despertaba. No me di cuenta de lo que estaba haciendo. Era como estar en un sueño. Después lo vi tirado. Entré a la casa y desperté. Vi la manopla ensangrentada. Le dije a mi hermano chico, perdón. Quizás me vaya preso, porque lo vimos tirado. Estábamos tristes. Fue raro. Nunca había experimentado algo así.

Nabila Rifo y Gerardo Bañares. Foto: Facebook.

Tras las rejas

Para el defensor penal público de Luis Torres, Mauricio Martínez, este es un asesinato distinto a los que suele ver en las causas que toma. Cree que acá hay que entender el contexto: eran dos jóvenes que estaban defendiendo a su madre y a sí mismos. Que Torres nunca quiso matar a Bañares.

-Pero nosotros argumentamos que esto fue una legítima defensa -dice Martínez-. Y buscamos que sea absuelto. Porque para nosotros, Luis estaba defendiendo su vida y la de su madre. Ya existían dos denuncias contra Bañares.

Eso no es lo que cree el Ministerio Público. El 4 de febrero los hermanos fueron procesados ante la justicia. El fiscal adjunto de Coyhaique, José Moris, alegó que Bañares estaba intentando entrar a la casa donde él también vivía, y que los que empezaron la pelea fueron los hijos de Rifo. Dijo también que lo que hicieron fue un homicidio calificado con alevosía. Es decir, que Bañares no podía defenderse.

“Luego de los primeros golpes la víctima se desvanece y, estando en el suelo, ambos imputados se le arrojan encima y lo continúan golpeando -dijo el fiscal en la audiencia de ampliación de detención- sin tener ninguna posibilidad de defensa, porque se encontraba inconsciente”.

Esto, dijo Moris, aleja el caso de ser una legítima defensa. Las penas por ese crimen van desde los 15 años y un día hasta el presidio perpetuo. La Fiscalía, requerida para este reportaje, decidió no participar.

La otra alternativa para Torres, dice su defensor, es que el juzgado decida condenarlo por homicidio simple con la atenuante de legítima defensa incompleta. “O sea, que existió legítima defensa, pero que fue excesiva, tanto por los medios empleados como por el resultado”, indica Martínez.

La pena en ese escenario, dice el defensor, es libertad vigilada y cumplir un plan de intervención durante un máximo de cinco años.

El hermano de Torres, Y.T., también está cumpliendo prisión preventiva en un centro de internación para adolescentes en Coyhaique, mientras espera que avance la investigación.

El frontis de la casa de Rifo, donde sucedió la golpiza que terminó con Bañares muerto. Foto: G.P. / La Tercera

Para Martínez, es importante entender la realidad en la que creció Torres. Dice que si bien el caso de su madre fue mediático y tuvieron ayuda, con el tiempo eso desapareció y volvieron a quedar a su suerte. Eso, sostiene, se observa en la falta de tratamiento psicológico apropiado para los hijos de Rifo.

-Según los antecedentes que, como Defensoría, hemos logrado reunir, no se realizó un tratamiento psicológico y psiquiátrico eficaz que haya abordado específicamente el trauma de la primera agresión que sufrió su madre. Los tratamientos nunca fueron de largo aliento ni totalmente reparatorios para poder abordar las consecuencias de la violencia que vivieron.

Lo otro que pudo haber evitado este escenario, dice el defensor, era que las denuncias que existían de parte de Rifo hacia Bañares hubieran seguido su curso.

-Hay tres denuncias en Fiscalía. Pero las investigaciones tendían a no avanzar, porque ella no ratificaba las denuncias. Al parecer, por la misma dinámica de violencia intrafamiliar o por susto -dice Martínez-. Esa parte no la tenemos clara, ya que era trabajo del Ministerio Público.

Torres, sentado en la biblioteca de la Cárcel de Coyhaique, con las manos sobre sus rodillas, se ve tranquilo. Dice que su madre lo ha ido a acompañar cada día de visita.

-El primer día que vino se puso triste. Me dijo, perdón hijo. Los dos eran pareja de ella. Y se siente culpable, porque ella los metió a la casa -dice Torres-. Nos dijo que no se dio cuenta antes y se arrepiente.

Torres dice que añora estar libre. Si lo estuviera, cuenta, compartiría más con su madre y con sus tres hermanos. También se proyecta al futuro: quiere estudiar mecánica o gastronomía.

Eso sí, dice algo más. Hay un miedo que desapareció desde que está acá dentro.

-Ahora estoy muy tranquilo. Estoy preso, pero por lo menos mi mamá está tranquila. Nunca nadie más le va a pegar, ni nada.

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