“La Batalla Épica de Chile en Pandemia”: El libro que retrata al país sumido en la lucha contra el COVID-19

“La Batalla Épica de Chile en Pandemia”, Ediciones USS (2023).

Por medio de 28 entrevistas, la periodista Lilian Olivares desgrana una historia que aún no termina: la crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2. La autora espera que el texto sea un aporte para comprender cómo enfrentamos el peor momento de una etapa llena de contrastes. Entre los testimonios destacan los de personas desconocidas que lograron salir adelante a pesar del dolor; así como científicos, académicos y autoridades que, desde sus cargos, enfrentaron la amenaza de un virus letal y desconocido. Se trata de un necesario ejercicio de memoria, impulsado por la U. San Sebastián, a través de Ediciones USS, a tres años del inicio de la peor crisis sanitaria de la historia reciente del país y del mundo.



La periodista Lilian Olivares cuenta que perdió a su marido, José Manuel García, el año pasado. Él estaba muy enfermo, pero sorprendentemente había logrado más de una década de sobrevida. Para conseguirlo, ella tomó una decisión que fue clave: tenerlo en la casa y no en una institución. Eso le significó pasar años dedicada sólo a cuidarlo y trabajar. Completamente encerrados y bajo medidas extremas, juntos superaron los momentos más complejos de la pandemia. Paradójicamente, su marido dejó de luchar en junio de 2022, justo cuando ella escribía el libro: “La Batalla Épica de Chile en Pandemia”, por encargo de la Universidad San Sebastián, a través de Ediciones USS, y que fue presentado el martes 28 de marzo en una ceremonia solemne encabezada por el rector, José Rodríguez, con invitados que fueron protagonistas en el combate contra el COVID-19, como el expresidente Sebastián Piñera y ex autoridades.

“Aquí tengo mi casa y mi oficinita”, cuenta Olivares, también autora de otros libros de investigación. Cada día -añade- le contaba a él todo lo que iba haciendo en el trabajo: “José Manuel nunca tuvo COVID-19, si lo tuvo, nunca me enteré. Nos hacíamos test periódicos, porque había mucho riesgo. Estoy muy agradecida, porque él estuvo bien en todo ese período”.

Olivares dice que él murió en sus brazos y que eso le da tranquilidad. También sabe que las duras circunstancias del enclaustramiento, temor y total precaución por las que pasó afinaron, y de modo profundo, su empatía: “Las personas que han sufrido, que somos la mayoría del país, tenemos más sensibilidad con lo que le puede pasar a la otra persona. Entiendo lo realmente terrible que era, por ejemplo, para enfermeras no poder entrar a un edificio porque las miraban como sospechosas”.

Es cierto. Las historias están ahí para corroborarlo: la crisis del SARS-CoV-2 sacó lo mejor y lo peor de los seres humanos. Hubo miedo, lo que se tradujo en violentas acciones de rechazo y discriminación. Pero también se vieron importantes muestras de solidaridad, las ganas de salir adelante, el trabajo en equipo y la esperanza. De esto último, habla el libro “La Batalla Épica de Chile en Pandemia”.

Los protagonistas del libro La Batalla Épica de Chile en Pandemia, de Ediciones USS, lanzado el martes 28 de marzo..

Son 28 entrevistas, en las que van mezclándose los testimonios de ex autoridades de la época y de expertos con los de seres humanos comunes y corrientes. Personas que afrontaron la tragedia más auténtica o que fueron capaces, desde sus mundos privados, de hacer un aporte al colectivo a pesar de la adversidad. El desafío no era pequeño para nadie: Un virus completamente desconocido y agresivo, para el que -como civilización- no estábamos preparados.

Olivares dice hoy que le habría gustado tener más historias humanas. Historias como la de Daniela Bustos Neira, una joven de la comuna de El Bosque (Región Metropolitana), quien el año 2020 tenía 20 años y estaba entrando a estudiar derecho en la Universidad Alberto Hurtado. Su testimonio abre el libro y es muy impactante.

Tras un primer contagio en la familia, el de su abuela de 92 años, fueron “cayendo” todos, incluida ella. Con escasos recursos, desesperados y sin conocer bien cómo aplicar protocolos de aislamiento, debieron encarar entre ella y una hermana una lucha solitaria que sólo desembocó en más dolor: Murieron la madre y su abuelo. Tras el shock, Daniela Bustos tuvo que recomponer los pedazos de su propia vida y hacer frente a la depresión.

“Ella vino a mi casa y conversamos como tres horas o más”, dice Olivares. Y añade: “Pensé que era fundamental partir con ella, porque lo había vivido todo en este drama que fue la pandemia y la verdad es que la memoria es tan frágil. Se nos olvidan las cosas muy rápido”.

Daniela Bustos Neira junto al rector USS, José Rodríguez.

La autora cuenta también que, en el origen, este libro -al que fue invitada a participar- iba a ser una crónica. Terminó optando por hacer solo entrevistas. Dice que, desde su perspectiva, era mejor que hablaran los protagonistas, quitarse ella todo lo posible de en medio. Para hacer el trabajo, y dadas sus circunstancias personales, tuvo el valioso apoyo de otras tres destacadas periodistas: Lina Castañeda, Paulina Salcedo y Cinthya Carvajal, quienes han trabajado en diversos medios de Comunicación como La Segunda y El Mercurio, entre otros.

Dos ex ministros de Salud, Jaime Mañalich y Enrique Paris; de Hacienda, Ignacio Briones y Rodrigo Cerda, entregan sus testimonios en “La Batalla…”. También lo hace el ex ministro de Economía Lucas Palacios. Curiosamente, se muestra cómo la persona que dio con una de las soluciones económica de emergencia, la Ley de Protección del Empleo (LPE), que permitió los trabajadores echar mano de sus seguros de cesantía mientras sus empleadores estaban paralizados, fue una abogada y licenciada en Historia: la ex ministra del Trabajo, María José Zaldívar.

Las periodistas que dieron vida al libro La Batalla Épica de Chile en Pandemia: Cinthya Carvajal, Lina Castañeda, Lilian Olivares (a cargo del proyecto) y Paulina Salcedo.

Los seis forman parte de una lista de entrevistados que, más que sorprendente, es rigurosa. Si se mide a partir de la perspectiva de aquellos que se vieron obligados a gestionar la emergencia desde su lugar en el Estado, están todos. Desde el expresidente Piñera hasta el primer alcalde que decretó una cuarentena preventiva, José Manuel Palacios (La Reina). También está Raúl Figueroa, el ex ministro de Educación que quiso hacer volver a los estudiantes a clases presenciales lo antes posible.

Figuran, además, representantes de las universidades que, muy pronto, salieron a ofrecer su ayuda como “socios estratégicos” en la Estrategia Nacional de Vacunas COVID-19 y la Estrategia Nacional de Testeo, Trazabilidad y Aislamiento. Desde su vereda, el ex presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), Juan Sutil, relata cómo el empresariado puso a disposición del gobierno sus contactos y recursos para la llegada de los ventiladores y diversos otros insumos necesarios y que eran escasos debido a la competencia global por adquirirlos.

También hay científicos. Entre ellos, el infectólogo Miguel O’Ryan y la doctora María Teresa Valenzuela, ambos integrantes en distintos momentos del Consejo Asesor COVID-19, ella también fue subsecretaria de Salud Pública. El inmunólogo Alexis Kalergis, quien hizo de puente para que la vacuna de Sinovac llegara a Chile y para que empleara laboratorios chilenos en sus estudios clínicos para la Corona-Vac. Para desarrollar esos estudios en Chile, se contó con el soporte de un consorcio de universidades locales, -dentro de ellas la U. San Sebastián- y que fue liderado por la Pontificia Universidad Católica. Uno de los entrevistados, por cierto, es el rector de esa casa de estudios, Ignacio Sánchez.

El inmunólogo Alexis Kalergis junto al rector USS, José Rodríguez.

Al observar la mezcla de testimonios, que comienza con el de Daniela Bustos y continúa con el del ex ministro de Salud Jaime Mañalich, es posible advertir al menos cuatro grandes hitos: El Plan para combatir el COVID-19, la masificación del uso de los PCR como parte de la estrategia para la confirmación diagnóstica, la última cama y la llegada de las vacunas.

Quizá hoy, con algo de distancia, de todos estos eventos, el más importante sea el acceso temprano y universal de la vacuna, único medio conocido para combatir a este virus. Significó asumir riesgos importantes, partiendo por el de jugarse al éxito en los esfuerzos que, desde el comienzo de la pandemia, iniciaron la comunidad científica internacional y las grandes farmacéuticas.

Jamás una vacuna había sido producida para uso masivo en tal volumen y con tal velocidad. Normalmente, los protocolos hablan de años de prueba, pero -en este caso- ya en 2021 había primeras dosis certificadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En el libro, Alexis Kalergis lo define así: “De alguna forma, durante el año 2020, la pandemia había sido estar como en la Edad Media, donde estábamos todos muy asustados porque no había vacuna, mientras que en 2021 pasamos al Renacimiento, donde la ciencia logró descubrirla y las personas lograron vacunarse”.

Chile -según se señala el libro- compró al comienzo a ciegas o “en verde”. El gobierno logró acuerdos importantes con Sinovac, Pfizer, AstraZeneca-Oxford, Johnson y Johnson. El expresidente Sebastián Piñera, relata: “Tomamos esa decisión conociendo los riesgos, porque esa compra temprana nos iba a permitir ganar varios meses en el proceso de vacunación, y en consecuencia salvar muchas vidas. Me acuerdo de que con el ministro Mañalich conversábamos que, si acertábamos, íbamos a salvar muchas vidas. Pero si nos equivocábamos, y esos laboratorios no llegaban a puerto en forma oportuna con una vacuna segura y eficaz, podíamos ir presos”.

El expresidente Sebastián Piñera y el rector USS, José Rodríguez.

Él y otros entrevistados revelan cómo costó movilizar recursos y esfuerzos. No sólo para asegurar, una vez autorizadas las primeras vacunas, que los laboratorios y los países asociados a ellas respetaran el acuerdo con un país como éste, que no por proactivo dejó de estar en los confines del mundo.

También fue complejo asegurar suministros médicos en general, porque había permanente riesgo de requisamiento en algún puerto o aeropuerto. Para sacar de China los ventiladores de la CPC hubo que articular una operación por la vía de embajadas y desarrollar una ruta aérea alternativa, que no pasaba por Europa ni por Estados Unidos sino por Oceanía.

La última cama

El arco de la última cama tiene un componente dramático y ético, que es casi odioso: a quién pasársela en el caso de que haya más de una persona esperándola. Los testimonios en “La Batalla…” reflejan que Chile jamás debió someter a sus pacientes a ese dilema. Pero las autoridades tuvieron que preverlo, ver qué hacer y cómo hacer para evitarlo.

No solo se aumentó la capacidad de camas críticas, a las que debía asociarse personal altamente especializado y escaso, además de aspectos técnicos como el flujo de oxígeno. También hubo que articular un sistema logístico, para poder trasladar enfermos graves a la zona del país donde hubiese disponibilidad de atención.

En mayo de 2021 -afirma “La Batalla…”- había en el país 4.544 camas UCI, cuatro veces lo que existía antes de la pandemia. El ex subsecretario de redes asistenciales Arturo Zúñiga resume: “Todos los días me dormía con esa ansiedad de no saber si al día siguiente uno se iba a levantar con camas disponibles o no”.

El doctor Enrique Paris hoy es el presidente del Instituto de Políticas Públicas de Salud de la USS. Tomó el relevo de Jaime Mañalich, tras su renuncia al ministerio de Salud en junio de 2020. Detalla en el libro el ejercicio de cálculo con las camas: “Había un equipo entero de matemáticos y epidemiólogos que nos podían adelantar. Podían decir: ‘van a necesitar 200 camas más en 20 días’”.

Para tener esa precisión fue clave el papel del ex subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo. Hoy decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Autónoma de Chile, iba de hospital en hospital consiguiendo camas. Su tarea también era la de proveer de respiradores y la de colaborar en el monitoreo de que no hubiera quiebre de stock en el suministro de medicamentos.

En “La Batalla…”, Castillo relata que pasaron por momentos muy duros: “Hubo unos días en que tuvimos muy estrecho el sistema, prácticamente repleto”. La enfermera Paula Espinoza, quien trabaja en el hospital Sótero del Río, que atiende a la zona sur oriente del área metropolitana, agrega: “Nos vimos agobiados en algún momento con los ventiladores en la Urgencia, pero buscamos el apoyo en los distintos pisos del hospital”.

Un tercer arco, que no por menos doloroso fue menos vital, se desarrolló alrededor del desafío que abordaron instituciones públicas y privadas, entre las que está la Universidad San Sebastián, dueña de la editorial que está detrás de este libro: orientar con la mayor rapidez posible esfuerzos para contar con un diagnóstico oportuno a través de los análisis de laboratorio, cuyo aporte fue fundamental para que las autoridades pudieran mejorar la trazabilidad del virus.

En plena crisis pandémica, el aeropuerto Arturo Merino Benítez tenía instalada una verdadera línea de producción de PCR. Toda persona que llegaba al país era sometida de modo gratuito a un test. Debía, además, entregar todos sus datos para ser monitoreada por el Ministerio de Salud (Minsal) que obligaba a realizar aislamiento preventivo antes de poder circular.

El infectólogo Carlos Pérez, decano de la Facultad de Medicina y Ciencia de la USS, lideró la integración de esa entidad al consorcio de universidades. Pérez explica: “Cuando se pudo desarrollar la técnica de reacción de polimerasas en cadena para el diagnóstico del COVID-19, fue evidente que iba a haber una gran demanda. Se pidió la colaboración de las universidades”.

Lo que esta entidad en particular hizo fue adaptar sus laboratorios de investigación y docencia para dedicarlos exclusivamente a el procesamiento de los exámenes de PCR en formato 24-7: “Tenemos investigadores de primer nivel, que pudieron rápidamente instalar las técnicas, en condiciones apropiadas. Pudimos instalar tres laboratorios, dos en Santiago y uno en Puerto Montt, que llegaron a hacer casi un millón de test para el sistema público”.

En términos generales, puede decirse que “La Batalla Épica de Chile en Pandemia” tiene una vocación comprensiva: busca ayudar a entender y sopesar el enorme desafío que el SARS-CoV-2 implicó -y sigue implicando- para los diversos actores involucrados, incluidos los ciudadanos de a pie. El doctor Enrique Paris es claro en señalar hoy: “Los especialistas y también la OMS, liderada por el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha repetido que continuamos en pandemia”.

“No debemos bajar la guardia”, agrega Paris. ¿Qué significa no bajar la guardia? Para el exministro es que la autoridad sanitaria mantenga una buena comunicación de riesgo, destinada a que las personas comprendan “que es muy importante vacunarse”. Paris es claro: “La vacuna protege de la muerte y protege de la infección grave, o sea, de caer hospitalizado en una UCI. No protege del contagio. Por lo tanto, eso hay que repetirlo hasta el cansancio para que las personas logren vacunarse”. Añade que la tasa de vacunación actual a nivel nacional está cercana al 27% de la población objetivo, tasa que el mismo ministerio se fijó: “Ese porcentaje es muy bajo”, afirma.

Para el doctor Carlos Pérez, “La Batalla…” es un trabajo que “recoge de manera muy completa” testimonios de actores nacionales que fueron relevantes en el manejo de esta grave crisis sanitaria. Refleja también cómo aunar esfuerzos público-privados llega a ser virtuoso: “Fue realmente una muy buena muestra de lo que podemos hacer como país, unidos ante situaciones tan graves como ésta”.

Las ollas comunes

El libro no deja fuera -de todos modos- los conflictos. El rol que jugó el Colegio Médico que hizo aún más difíciles las cosas; la politización de la pandemia; la demora en la entrega de las ayudas directas del Estado para las personas más afectadas económicamente por la crisis, o los graves problemas sociales derivados de la emergencia que desataron el regreso masivo de las ollas comunes.

Sobre una de ellas está el testimonio de Jessica Aguilar, una mujer de Conchalí. Con el lema “El pueblo ayuda al pueblo”, partió dando almuerzos en abril del 2020 en su población, la Juanita Aguirre. Llegó a dar 350 diarios, además de colaciones para la tarde y desayunos. Su sueño hoy es continuar, porque las necesidades están ahí.

Lilian Olivares piensa este conjunto de historias y testimonios que ella y sus compañeras recogieron puede “servir para la investigación sociológica científica” desde todas las áreas: “Creo que es importante que se estudie lo que fue el fenómeno de la pandemia y qué se hizo en el gobierno, qué hicieron las personas”. “La Batalla…” -añade- es un aporte al entendimiento de “cómo ocurrió”.

Es también una forma de no olvidar. Porque hubo sufrimiento y hubo también evolución: “Que uno no olvide cómo las pasó en esa época, porque en todas las casas vivimos una locura. La locura de no tener idea de qué iba a pasar si salíamos a la calle. Hay gente que iba a trabajar, porque si no este país se paralizaba. Hay mucho que aprender a partir de estos testimonios”.


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Entrevistados: Daniela Bustos, Jaime Mañalich, Arturo Zúñiga, Enrique Paris, Paula Daza, Paula Espinoza, Luis Castillo, María Teresa Valenzuela, José Manuel Palacios, Raúl Figueroa, Cecilia Gatica, Juan Sutil, Rodrigo Yáñez, Ignacio Sánchez, Carlos Pérez, Jessica Aguilar, Ignacio Briones, María José Zaldívar, Patricio Melero, Lucas Palacios, Rodrigo Cerda, Heidi Stange, Carolina Torrealba, Miguel O’Ryan, Alexis Kalergis, Juan Ignacio González, Mónica Winkler y Sebastián Piñera.

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