Niños entre 10 y 13 años: los más afectados por la pandemia

Ilustración: Gabriel Ebensperger.

Además de aprendizaje, dicen los especialistas que trabajan en Educación, los estudiantes de ese rango etáreo han perdido durante este período la posibilidad de sociabilizar, de afianzarse en la relación con otros y de descubrir su identidad. Para superar este largo impasse y recuperar el tiempo perdido, hay que trabajar en sanar sus emociones y revincularlos. Ministerio y colegios se están preocupando de ello y acá cuentan algunas iniciativas.



En el año y medio de pandemia en Chile, “el Covid-19 ha evidenciado lo oculto y lo invisible”, dice Carmen Gloria Garrido, directora de la Escuela de Educación y del Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Andrés Bello (UNAB). Se refiere a la desigualdad existente en la comunidad educativa y habla también de un grupo de estudiantes del que normalmente no tenemos mayores noticias, porque los vemos ‘en transición’. No son niños pequeños, tampoco son jóvenes. Son los preadolescente de 10 a 13 años, etapa en que es clave la sociabilización y la relación con sus pares, porque mediante ella comienzan a desarrollar su identidad personal y a reconocerse como individuos capaces de ser un aporte. También es una edad en que es necesario reforzar hábitos y rutinas, y estos se han debilitado en extremo.

¿Qué han perdido ellos en los últimos 18 meses? Mucho, dice Garrido: “Los espacios para conversar, los tiempos para encontrarse en las palabras, en los gestos, en los juegos y en el trabajo cooperativo -explica la académica-. A esta edad importan los amigos, pero también lo que pasa en el mundo. Tienen gran conciencia y hay que darles la oportunidad de ser gestores de cambio”.

Se dan sentimientos encontrados entre quienes aún están en clases telemáticas y a la espera de una reapertura completa de sus colegios y otros que han empezado a volver. Están cómodos mayormente en casa, sí, pero también ansiosos de volver a sus rutinas y a los compañeros. En este minuto muchos colegios del país han regresado a clases presenciales, aunque van de a poco, con grupos reducidos y por turnos, a la vez que mantienen las clases online para quienes continúan en casa.

Los preadolescentes, nativos digitales en su mayoría, se han adaptado a la modalidad. Esto, sin desconocer, por supuesto, que el gran problema ha sido la conectividad, por falta de recursos o por distancia. Por tanto, lo más difícil es el regreso absoluto. Teresita Janssens de Grenade, coordinadora nacional de Formación Integral y Convivencia Escolar del Ministerio de Educación, señala que el gran desafío será volver a las clases 100% presenciales, “porque los niños se acostumbraron a un sistema que, desde muchos puntos de vista, es más cómodo y menos exigente”. Sin embargo, agrega, se están haciendo todos los esfuerzos para concretar con éxito la presencialidad, y confía en la resiliencia de los niños, que tienen una mayor capacidad para adaptarse que los adultos.

Mauricio Salgado, director de la carrera de Sociología de la UNAB e investigador del Centro para la Educación Inclusiva, indica que encuestas del año pasado muestran que 1 de cada 4 escolares declaraba que había aprendido “poco o nada” durante la pandemia, situación expresada por un 20% de estudiantes de escuelas particulares pagadas y un 40% de las municipales. Es decir, el reto es enorme.

Durante la pandemia no todos los estudiantes ni todos los profesores han tenido las mismas herramientas para seguir aprendiendo y enseñando. “No había una línea de base de igualdad y esta situación no ha pasado, permanece incólume, y sus consecuencias nos acompañarán por largo tiempo”, dice Carmen Gloria Garrido, de la UNAB. Por ello, las acciones deberán ser sustanciales de ahora en adelante, porque el objetivo no es sólo equilibrar los aprendizajes, sino además apuntar de manera especial a la estabilización socioemocional de toda la comunidad educativa. “Se debe invertir en profesorado, para que las aulas tengan más de un profesor -agrega la académica de la UNAB-, un especialista en aprendizaje y profesores en formación. Esto, que no es nuevo, se realiza en otras propuestas y los resultados son valiosos porque se trabaja en conjunto”.

El retorno gradual

Nicolás, de 12 años, no quiere ejercitar matemáticas, porque dice que de nada le servirá, pero usa el mismo argumento con otras asignaturas. A las 8 de la mañana, cuando comienzan algunas clases, se conecta, pero no pocas veces se queda dormido. ¿Cómo enfrentar el plan retorno, en concreto, con chicos que han perdido el interés? La directora de la Escuela de Educación y del Laboratorio de Aprendizaje de la Universidad Andrés Bello dice que es necesario facilitar procesos internos también. “Si las clases continúan igual, como si nada hubiera pasado, habrá resistencia por aprender, resistencia frente a esa forma de trabajo que no considera las narrativas personas, las historias de todos -afirma-. Hay que hablar más, dar voz a todos, dentro y fuera de la clase, para rearmarse”.

Ivana González, directora de Educación de la Municipalidad de Providencia y directora del Colegio Providencia hasta hace unos días, piensa parecido. Dice que, sin perder el foco en el desarrollo del aprendizaje, el gran problema es el de la salud mental, de la motivación. Si el estudiante no está sano, no podrá aprender. En estos momentos, el 50% del estudiantado de su exestablecimiento está en clases presenciales, respetando los aforos. Y en la comuna están trabajando para que la comunidad educativa se estabilice socioemocionalmente. “Se cortó la vida como la conocíamos y cuando ésta comienza a recuperarse, queremos colaborar para que los niños se sientan seguros, en espacios bonitos y alegres, felices porque estarán jugando con sus compañeros”, señala. Luego añade: “Si el niño sigue preocupado porque sus papás no tendrán trabajo o comida en la mesa, ese niño no va a aprender. Por eso estamos abordando la problemática de manera sistémica, con los apoderados y con los profesores”.

Como corporación, acota, están poniendo al servicio del niño y sus familias todos los programas que lo ayuden a aprender y a que esté más tranquilo, y a los papás a incorporar técnicas para poder relajarse y manejar el conflicto. “Estresarlos a los estudiantes no es necesario -asegura-, ya están lo suficientemente estresados”.

Ovalle, en la Región de Coquimbo, es una comuna mediana, con diversidad de segmentos socioeconómicos, por lo que habrá que esperar a que termine la pandemia para realizar una evaluación certera de lo que ocurrió desde marzo de 2020. Jaime Rojas, director del Colegio Santa María de esa ciudad, indica que están desarrollando algunas instancias para amortiguar las consecuencias de la pandemia en el aprendizaje de los alumnos. “Hemos mantenido una comunicación permanente y activa con las familias que conforman nuestra comunidad educativa. Estamos implementando un programa de apoyo para los estudiantes que hayan rendido bajo lo esperado en este período. Igualmente, los diagnósticos socioemocionales recomendados por la autoridad han sido aplicados en su totalidad”.

La falta de implementación tecnológica en hogares con mayores necesidades la pudieron solucionar con comodatos de equipos, dice, pero su mayor preocupación es sobre las consecuencias que puedan emerger dentro de esta generación en el futuro. “Las relaciones humanas se han resentido desde el punto de vista de la presencialidad y las emociones que se juegan en el frente a frente. Y respecto de la escolaridad, todos los alumnos se han resentido, ya que la presencialidad es esencial para el logro del aprendizaje significativo, sobre todo si consideramos que el mayor valor del colegio es la homogenización de las condiciones para aprender”, argumenta. En los preadolescentes, según su experiencia, se percibe temor a los contagios en las escuelas, a que no se respete el distanciamiento físico; todo ello, influido por las familias.

Y es que el cierre de las escuelas en Chile ha sido muy prolongado, explica Mauricio Salgado, de la UNAB. La pandemia y sus restricciones constituyen un acontecimiento único que ha alterado la vida de los estudiantes, “les quitó la experiencia de sociabilidad tan enriquecedora para su desarrollo por más de un año y medio -detalla-. Probablemente entre preadolescentes tendremos una mayor incidencia de problemas de salud, como el sedentarismo, o el uso problemático de la televisión, los videojuegos e internet”.

Pero lo que más debería preocuparnos, dice Salgado, son los niños que reingresen al sistema escolar una vez que todas las escuelas abran: “En un contexto económico adverso como el que vivimos, un grupo importante de ellos está ayudando a sus padres en tareas económicas o de cuidado, lo que amenaza seriamente con incrementar la exclusión escolar”.

Priorización curricular

Los períodos de crisis pueden ser oportunidades de crecimiento, manifiesta Teresita Janssens de Grenade, del Mineduc, pero asegura también que aún no estamos a tiempo de revisar los efectos positivos que la pandemia pudo traer a nuestra sociedad. Por lo pronto, existe una sola palabra: nocivos. “La suspensión de la presencialidad ha tenido un fuerte impacto en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, y en el ámbito curricular. Ambas son necesarias en la formación integral de niños y jóvenes”.

¿Qué espera el Mineduc? Que el Plan Chile se Recupera y Aprende rinda los frutos acordes con el esfuerzo que la cartera está haciendo. “Para eso se continuará con el diagnóstico integral de aprendizajes, que nos entrega luces e indicadores sobre los ámbitos en los que se requerirá mayor trabajo, y remediarlos”, aclara Teresita Janssens de Grenade, del Mineduc. “Estamos apoyando las escuelas desde Arica a Punta Arenas, a todas las comunidades educativas, para mejorar aprendizajes, colaborar en la contención emocional y el desarrollo de habilidades sociales, generar pertenencia y disminuir la posibilidad de deserción de los alumnos más vulnerables”, agrega.

La orden del Ministerio de Educación apunta a una priorización curricular, lo que implica quitar del plan regular de estudios ciertos objetivos que no se consideran prioritarios o prerrequisitos para aprendizajes futuros. Mario Aguilar, presidente regional metropolitano del Colegio de Profesores, no está de acuerdo con este lineamiento del Mineduc. “En el retorno real a la presencialidad, que no debiera darse en el corto plazo, más que la recuperación de contenidos, lo importante debería ser la reflexión y la capacidad de ir integrando a nuestras vidas esta experiencia, hacerla parte de la memoria personal y colectiva. Si nos obsesionamos por recuperar contenidos y cubrir el currículo sería un profundo error y un desaprovechamiento de las potencialidades educativas que tuvo este tiempo”. Habrá que hacer, sostiene Aguilar, desde el punto de vista técnico, “adecuación curricular y nosotros creemos que hay que apostar por una nuclearización curricular, que es un enfoque mucho más integrador de las diferentes áreas del aprendizaje”.

En una primera etapa, acota Aguilar, es fundamental la educación emocional. “El Ministerio propone una simple poda de contenidos. La nuclearización curricular prioriza saberes que tengan mayor capacidad de integración, contextualización y globalización, en los que importa la situación, el espacio geográfico, el territorio donde se están desarrollando esos saberes”, sostiene el profesor.

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