Los viveros de la capital se reinventan

Los que van quedando venden más arbustos que árboles, porque hoy hay más terrazas que patios traseros.




LA habitual visita a los jardines con plantas y especies frutales para el cambio de estación eran panorama habitual en el Santiago de hace una, dos y tres décadas. Hoy, los efectos silenciosos de la densificación de Santiago y la llegada de los edificios a barrios residenciales han provocado que jardines y viveros hayan emigrado fuera de la capital. Y los que quedan son menos.

Así lo constata César Pozo, quien trabaja junto a sus padres en el Jardín Santa Rosa, ubicado en Padre Hurtado casi esquina Cristóbal Colón. "En esta zona existían por lo menos siete jardines y hoy no quedan más de tres", cuenta, y dice que ha visto en primera persona esta jibarización. "Por la escasez, llegan hasta acá habitantes de varias comunas para comprar sus plantas. Como las familias de Peñalolén Alto, que viven en la calle Antupirén", apunta César.

Este jardín de Las Condes existe desde 1982 y nació en una época en que esta zona de Santiago parecía aún parte de un mundo rural.

Hoy, en sus alrededores abundan los edificios, malls y strip centers. "Igual llegan algunos vecinos, buscando especies que ayuden a hacer cierres perimetrales de sus casas", añade.

Como éste, aún es posible encontrar otros jardines en el corazón de las comunas, entre ellas, Providencia, La Reina, Ñuñoa y Las Condes. Sobreviven sólo gracias a la determinación de sus dueños, quienes no sólo resisten una baja en sus ventas, sino, además, la tentación de entregarles por altas sumas de dinero sus terrenos a las inmobiliarias. Y no son cifras menores las que les ofrecen, pues sus paños fluctúan entre los 500 y los 2.000 m2.

ADAPTACION A LOS TIEMPOS

Como los departamentos tomaron la delantera, los viveros acusan ya no vender árboles o arbustos grandes, sino especies en formato más pequeño.

"Por lo mismo, con mi familia hemos buscado otras entradas, pues ya no se vive de esto", cuenta Fresia Palma, dueña del Jardín Español, un oasis en la esquina de Av. Holanda con El Aguilucho, en Ñuñoa.

Ahí, en 1.000 m2, ofrece las plantas que cultiva en su vivero de Nos. "Si una dueña de casa adquiría antes 150 especies para su antejardín, hoy necesita 50 para la terraza del departamento. A eso hay que sumarle que un edificio reemplaza a dos o tres casas", explica Fresia.

Muy similar es la mirada de José Miguel Galindo, quien continúa con el jardín que abrieron sus padres hace 72 años, en Hernando de Magallanes, y que se llama Los Leones. Sus 2.000 m2 de terreno también procuran albergar la más amplia variedad de especies y flores. "Acá, lo que más sale son las plantas de interior", indica.

Galindo destaca que las familias tampoco tienen tiempo para dedicarse al cuidado del jardín, por lo que los viveros deben tener plantas más resistentes y maceteros autoregantes". Cuenta que ha recibido ofertas de empresas por su terreno, pero no ha querido vender, porque, según dicen, "esto no es un trabajo para mí, sino un hobby. Es un gusto para mí poder dedicarme a las plantas y no lo cambiaría por nada".

En lo que sí concuerdan los dueños de estos acotados "pulmones verdes" es que su principal competencia son las empresas de retail que también se dedican a la venta de especies paisajísticas.

Así y todo, no están pensando en salir del rubro, pues además de vender arbustos, tierra, abono, semillas, almácigos y maceteros de los más variados materiales, ofrecen asesoría seria sobre qué plantar y cuándo, según sean las características del lugar, como la cantidad de luz y agua disponible. "Eso no lo tienen las otras tiendas que han salido a competirnos", dice José Miguel Galindo.

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