¿Modelo económico agotado?
El domingo recién pasado el Presidente de la República rindió su Cuenta Anual. A pesar de su extensión, ella resultó ser interesante, gracias a la extraordinaria retórica de Gabriel Boric.
Como es costumbre, el Presidente de la República dedicó una parte de su discurso a la economía. Fue, a mi parecer, la sección más pobre de todas. Durante la lectura de esa sección el mandatario se notaba incómodo y no realizó un diagnóstico acertado de los motivos por los cuáles el país crecía a una tasa baja. Tampoco expuso las razones de la evolución tan precaria del empleo, no se refirió a la delicada situación fiscal, y menos aún expuso cómo se podrían financiar las nuevas iniciativas que propuso.
Sin embargo, en un pasaje de la Cuenta sostuvo que, si bien el país había progresado en el pasado bajo el modelo económico chileno, en la actualidad dicho modelo económico estaba agotado. ¿Es eso cierto?
La realidad es que el actual problema económico chileno no tiene su origen en que el modelo -definido como un esquema teórico que describe una realidad compleja- se haya agotado, sino que ha cambiado y lo ha hecho en algunos aspectos fundamentales. En efecto, no sólo se ha modificado el modelo, sino que se ha generado una importante incertidumbre en torno al sistema económico, es decir, al conjunto de reglas o principios que subyacen a nuestra institucionalidad económica.
En efecto, hasta comienzos de siglo el modelo económico chileno era uno que se basaba en el principio de la subsidiaridad, es decir, en que las acciones y decisiones se debían llevar a cabo al nivel más cercano posible al individuo o la comunidad afectada, siempre que sea efectivo y eficiente. El modelo correspondiente -que llegó a tener gran apoyo a comienzos de los años 2000- fue el de una economía de libre mercado, sujeto en esencia sólo a correcciones por fallas de mercado y por medidas destinadas a igualar oportunidades.
Esta situación empezó a cambiar notoriamente durante la primera década de este siglo, cuando el modelo descrito empezó a ser cuestionado por algunos sectores políticos chilenos de izquierda más radicales, que demandaron una acción mucho más activa del Estado en la asignación de recursos, con la finalidad de propender a una distribución menos desigual del ingreso. Estas demandas se fueron haciendo parcialmente realidad, generando un importante grado de incertidumbre institucional, lo que repercutió, entre otras cosas, en menores tasas de inversión, y por ende en una baja tasa de crecimiento económico. Tanto así, que nuestra experiencia le parece estar dando la razón a Milton Friedman, que sostenía que una sociedad que antepone la igualdad a la libertad no tendrá ninguna de las dos cosas, en cambio una sociedad que antepone la libertad a la igualdad obtendrá en gran medida ambas.
Por Rolf Lüders, economista
Lo último
Lo más leído
1.
2.
3.
4.
5.