Opinión

Presupuesto 2026: Retomar el ancla fiscal

MARIO TELLEZ

En los próximos días se iniciará la tramitación del proyecto de ley de presupuestos 2026. Como advirtió el destacado economista austriaco J. Schumpeter en 1918, “el espíritu de un pueblo, su nivel cultural, su estructura social y los hechos que puede deparar su política…están escritos con claridad en su historia fiscal”.

Y nuestra historia fiscal, en estos últimos dos años, no ha mostrado su mejor cara. Acumulamos dos períodos consecutivos de incumplimientos en las metas de balance fiscal, con gruesas desviaciones que alcanzan a US$ 7.000 millones (2 puntos del PIB). Y, en 2025, la historia volverá a repetirse con un déficit estructural otra vez significativamente mayor que el originalmente presupuestado. Un registro inusual para un período sin crisis económica.

En efecto, para lograr el cumplimiento de la meta de balance estructural en 2025, los ingresos tributarios no mineros deben crecer cerca de un 12% durante lo que resta del año, cuando su tasa de crecimiento en doce meses es de apenas 3,8%. Todo indica entonces que la meta de déficit estructural en 2025 de 1,1 puntos del PIB superará los 2,1 puntos del PIB. Es decir, el incumplimiento acumulado durante los últimos tres años alcanzaría US$10.500 millones (3 puntos del PIB). A su vez, el déficit estructural anual de la actual administración promediará 2% del PIB.

Hemos perdido el ancla fiscal, base de nuestra política presupuestaria.

Por eso, la tarea primordial en la discusión presupuestaria 2026 es que la política fiscal recupere su ancla, sincerando los ingresos estructurales consistentes con la recaudación esperada y no con la sueña. Perderle el respeto al cumplimiento de la regla fiscal es despreciarla e hipotecar el futuro de las próximas generaciones. Porque nuestro país probablemente seguirá por un buen tiempo teniendo acceso a buenas condiciones de costo y plazo de financiamiento en el mercado local e internacional. El verdadero límite para contener el crecimiento de la deuda será respetar la trayectoria del cierre de la brecha negativa entre ingresos y gastos. Para lo cual se requiere un compromiso firme y sostenido.

Entonces, para retomar el ancla fiscal en 2026: ¿Cuál es el nivel de gasto público en 2026 que nos permite alcanzar un déficit estructural de -1,1 puntos del PIB comprometido? El gasto de cada año no se calcula como algunos plantean partiendo de los gastos comprometidos y sumándole un poquito por aquí y otro poquito por allá. Chile tiene una regla de balance estructural desde 2001: los ingresos permanentes y la meta de balance que define el Ejecutivo determinan cuál será el nivel de gasto para el año.

Si el gobierno corrige su proyección de ingresos que a todas luces parece sobreestimada, y pese a parámetros estructurales-cobre y PIB tendencial algo más favorables- el gasto público debería caer respecto al año 2025, para que sea compatible con la meta de balance estructural. Considerando que los ingresos están sobreestimados, cada punto porcentual que crezca el gasto real implica agregar 0,25 puntos del PIB adicionales al déficit de partida de 1,1 puntos del PIB. Es decir, es esperable que con un crecimiento real del gasto de 2%, el déficit estructural de partida se situaría en 1,8 puntos del PIB y no 1,1 puntos del PIB como plantea el Ejecutivo.

Otro aspecto que debería ocupar un lugar relevante son las 34 propuestas que realizó la Comisión Asesora para Reformas Estructurales del Gasto Público a pedido del Ministerio de Hacienda, donde aparentemente existe un amplio consenso. Pero llegada la hora de la verdad, suelen irrumpir las excusas y presiones políticas de todos los sectores para no materializarlas: “no es momento de innovar”; “sí, pero no toquen este gasto”; “de acuerdo, pero más adelante”; “este sector es clave, todo lo demás es música”. Ahí sabremos, en el debate presupuestario, las verdaderas intenciones de las candidaturas presidenciales: quiénes son, cuáles son sus prioridades y cuánto están dispuestos a respetar las instituciones y sus reglas.

Retomar el ancla fiscal no es capricho ni voluntarismo tecnocrático. La responsabilidad fiscal no puede ser de izquierda o derecha, de gobierno u oposición. La responsabilidad fiscal es a secas: la única forma de resguardar el equilibrio de las finanzas públicas hoy y mañana.

La generación que nos precedió nos legó disciplina, bajo nivel de deuda y ahorros para tiempos difíciles. Honremos esa herencia.

Y como decía Schumpeter, escribamos hoy la historia fiscal que permita alivianar la carga y entregar a las generaciones futuras unas finanzas públicas realmente sostenibles.

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