Opinión

Un conjunto extraordinario

Este miércoles, los ojos del mundo se volverán al Vaticano, y la Plaza de San Pedro se llenará de fieles a la espera del humo blanco.

Un conjunto extraordinario Vatican Media

Este miércoles, los ojos del mundo se volverán al Vaticano, y la Plaza de San Pedro se llenará de fieles a la espera del humo blanco. ¿Sabe usted cómo se conformó ese lugar extraordinario, que reunió a una constelación de los mejores arquitectos y artistas? Aquí unas claves.

San Pedro fue crucificado en el Circo de la Colina Vaticana, y luego enterrado cerca. El sitio preciso era conocido solo por los fieles durante las persecuciones, pero, cuando ellas terminaron en el siglo IV, Constantino construyó en el mismo lugar una enorme basílica para venerar al santo. Ese edificio estuvo en pie algo más de mil años, y en el Renacimiento el Papa Nicolás V encargó mejoras a Alberti y Rossellino. Sin embargo, a Julio II, en 1505, le pareció necesaria la construcción de una nueva basílica desde cero, de acuerdo con el gusto renacentista (el mismo Papa de “La Agonía y el éxtasis” que muestra el choque de titanes entre él y Miguel Ángel mientras pintaba la Capilla Sixtina, lugar del cónclave). El edificio, encargado a Bramante, comenzó en 1506, con planta de cruz griega -con los dos brazos del mismo largo- y una cúpula central inspirada en el Panteón (que para esa época tenía 1.400 años), a apenas 2 km de ahí. Tras su muerte, retomaron las obras varias otras lumbreras del Renacimiento, entre ellas Rafael y Sangallo el Joven, que optaron por un plan de cruz latina (con un brazo más largo que el otro). Sin embargo, no hubo durante varios años avances en la cúpula, que suponía desafíos técnicos gigantescos. En 1546, el Papa Paulo III encomendó la tarea a un ya septuagenario Miguel Ángel, que la resolvió con maestría, y que se terminaría después de su muerte gracias a Della Porta. El edificio se concluyó en 1626, con la fachada de Carlo Maderno.

Sin embargo, aún no estaba resuelta la plaza frente a la fachada. En el siglo XVII, Bernini acometió ese trabajo colosal: propuso la famosa columnata, a la manera de “brazos” con los que la Iglesia acogía a sus fieles. La elipse de la plaza se distanciaba de la basílica lo suficiente para apreciar la magnífica cúpula, y en el centro de ella se ubicaría el obelisco egipcio que, instalado en el siglo I en el circo romano, fue “testigo” de la ejecución de San Pedro. En la idea de Bernini, la impresión de la llegada a la plaza se acentuaba con el efecto sorpresa, para lo cual incluso proyectó un “tercer brazo” -no construido- que terminaba de cerrar ese espacio.

El conjunto se terminó recién en el siglo XX, cuando Mussolini encargó la construcción de la controvertida Vía de la Conciliación, que vincula la plaza con la ciudad, pero al mismo tiempo atenta contra ese efecto sorpresa anhelado por Bernini. En esas décadas, excavaciones arqueológicas confirmaron la existencia de los restos de San Pedro justo debajo del altar de la basílica, y de la gran cúpula.

Mientras veamos las noticias del cónclave, aprovechemos de apreciar esa pieza urbana maestra, donde una posta de genios fue sumando sus talentos para la creación de un conjunto irrepetible.

Por Ricardo Abuauad, decano Campus Creativo UNAB, profesor UC

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