¿Qué está pasando con la salud mental de los hombres?




De mayo a octubre del año pasado, el centro de investigación Núcleo Milenio en Desarrollo Social realizó un estudio longitudinal llamado Termómetro Social para dar cuenta, entre otras cosas, de cómo estaban percibiendo los y las chilenas su salud mental durante la pandemia. Dentro de los principales resultados, se reveló que de un total de 1.078 encuestados, un 22,6% declaró en la primera evaluación que presentaba sintomatología ansiosa y depresiva moderada a severa. En octubre, para la última evaluación, esa cifra había aumentado a un 27%.

Cuando esos resultados se desglosaron por sexo, se develó que si bien siempre son más las mujeres las que presentan sintomatología ansiosa y depresiva –eso se condice con estudios realizados previos a la pandemia–, la cantidad de hombres que presentó sintomatología ansiosa y depresiva en ese periodo temporal había aumentado más que el de las mujeres, por ende dando cuenta de una variación porcentual más grande. Y es que si en mayo del 2020 un 30,5% de las mujeres presentaba sintomatología ansiosa y depresiva, en octubre ese porcentaje llegó a un 33%. Pero para los hombres, mientras en mayo solo un 15% declaró padecer de síntomas ansiosos y depresivos, en octubre, ese porcentaje subió a un 22,6%.

La encuesta, liderada por el economista de la Universidad de Chile, Fabián Duarte, y el psicólogo y académico de la Universidad Diego Portales, Álvaro Jiménez, planteó entonces que si bien siempre han sido las mujeres las que sufren de mayores índices de ansiedad y depresión, el aumento de los hombres durante ese periodo determinado –y en particular de hombres jóvenes–, había sido mayor.

A esas mismas personas se les preguntó en octubre si habían sentido la necesidad de pedir ayuda profesional y recurrir a tratamientos en salud mental, a lo que un 25,7% dijo que sí, pero de esos, solo un 34% había accedido. Y ahí, fueron más los hombres los que optaron por no acceder. Dentro de sus razones se identificaron las siguientes: Por un lado las barreras estructurales o económicas –que afectaron tanto a hombres como mujeres–, como el alto costo de los tratamientos en salud mental o la escasa disponibilidad de servicios. Y por otro, las barreras actitudinales o culturales. Fueron estas últimas, dentro de las que se encuentra la estigmatización de las dificultades de salud mental, las que tuvieron mayor incidencia en los hombres.

Como explica Álvaro Jiménez, investigador del Núcleo Milenio y del estudio mencionado, dentro de las razones actitudinales también se encuentran el querer enfrentar los problemas por sí mismos, la vergüenza por consultar y la preferencia de hablar de las dificultades emocionales con amigos. “Para los hombres esas son las barreras que aun siguen siendo importantes, porque en el fondo fuimos socializados bajo la noción de que buscar ayuda es señal de debilidad de carácter. Esto tiene que ver con los estereotipos de género, que así como determinan que las mujeres son empáticas y están al tanto de las dificultades y necesidades de todos, los hombres se tienen que mostrar autovalentes, resistir y sobrellevar cualquier dificultad interna o dolencia emocional”.

En tiempos en los que se ha hablado mucho de la masculinidad tóxica, cómo afecta hasta el día de hoy a mujeres y hombres, y que derribarla es la revolución que aun está pendiente, ¿qué está pasando con la salud mental de los hombres?

Porque de base, y como explica el teórico y educador estadounidense Michael Kaufman en una entrevista con el medio Big Think, existe una paradoja en el sistema de masculinidad tradicional imperante; por un lado, han sido los propios hombres los diseñadores del modelo actual y por ende, son los privilegiados –privilegios que, por cierto, se construyen sobre la limitación de los derechos de la mujer–, pero por otro lado, están siendo afectados al no poder cumplir con las expectativas que se generan de ellos mismos.

Y es que la masculinidad hegemónica dictamina que hay una serie de comportamientos y patrones asociados a ideas tradicionales que determinan lo que es ser hombre. Evitar demostrar rasgos considerados tradicionalmente femeninos, enfocarse en la competencia, inclinarse hacia la violencia y rechazar cualquier apariencia de debilidad, son alguno de ellos, según se plantea en una guía publicada en el 2018 por la Asociación Norteamericana de Psicología. Y esto, como explica la psicóloga y miembro del Family Relations Institute, Lorena Soto, se materializa cuando vemos que si bien existe mayor participación por parte de los hombres en relación a la crianza, el cuidado de los hijos, y las tareas del hogar, el rol que siguen asumiendo dentro del género masculino como compañeros y proveedores, no ha cambiado tanto. “Al ser más competitivos –cosa que se les fomenta desde que son niños incluso con la elección de los juguetes–, no les es fácil compatibilizar eso con la expresión emocional. No pueden verbalizarla, validarla o diferenciarla, y desde ahí es mas difícil que estén sanos a la hora de relacionarse en distintos ámbitos”, explica. Eso también podría interpretarse, como sugiere Jiménez, como que cuentan con menos herramientas al momento de lidiar con contextos de incertidumbre y estrés como la pandemia. Pero ciertamente, y como explica Kaufman, no son víctimas, porque eso lo han definido ellos.

“La masculinidad entendida como la validación de la autosuficiencia, la autonomía, la hostilidad, la competencia sin apoyarse en otros, la rabia o la frustración. Eso va generando psicopatologías en la línea de depresiones encubiertas”, explica Soto. “Versus las mujeres que fueron socializadas bajo el constructo que determina que son la expresión sin filtro de las emociones. Por eso los hombres se desconectan tempranamente, y por eso cuando piden ayuda es cuando en verdad han llegado al límite”.

En mayo de este año la comunidad virtual denominada The Female Activists, que busca generar consciencia respecto a la discriminación que viven las poblaciones ‘minoritarias’, las mujeres y las disidencias, compartió en sus redes una publicación que tituló “Men and Mental Health” en la que plantearon que si bien ha habido progreso en cuanto a reducir el estigma y aumentar las oportunidades de apoyo, los hombres aun sienten culpa y vergüenza y por ende están menos dispuestos a pedir ayuda cuando la necesitan. Cifras que lo demuestran, según profundizaron, establecen que si bien en Estados Unidos hay 6 millones de hombres al año que tienen depresión, solo uno de cada cuatro recurre a un profesional. Y es que tal como postula el poeta y columnista de The Guardian, JJ Bola, en la columna de opinión We Need To Redefine Manhood. Our Warped Ideas are Causing a Mental Health Crisis (Tenemos que reformular la hombría. Nuestras ideas deformadas están provocando una crisis de salud mental): “Vivimos en una cultura rígida en la que los hombres no se sienten cómodos al expresarse. Estamos socializados para ser estoicos y fuertes, para no considerar nuestros propios sentimientos o nuestro estado de bienestar, y no se nos enseña a cuidar de nosotros mismos ni de los demás. Esto puede conducir a una amplia gama de problemáticas, desde el abuso de sustancias y la adicción hasta problemas de salud mental. Y mientras siga siendo así y no se cuestione y derribe el modelo de masculinidad tradicional, o la masculinidad como una performance por la cual los hombres están socialmente condicionados, todas y todos van a sufrir las consecuencias”.

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