Los arquitectos que convierten la lana en el mejor aislante del sur de Chile

Lanarq trabaja en base a lana de ovejas de pequeños productores en la Región de Aysén.

Después de varias investigaciones, María de los Ángeles Lobos y Andrés Villouta descubrieron en la lana de oveja -que se produce en grandes cantidades en la Región de Aysén- un aislante térmico de tan buena calidad como la fibra de vidrio o roca actualmente usadas. Así nació Lanarq, paneles sustentables que hoy se utilizan en viviendas sociales y en refugios turísticos, y que buscan expandirse a Argentina y a infraestructuras públicas.


María de los Ángeles Lobos y Andrés Villouta son una pareja de arquitectos de Aysén. En 2014, ambos viajaron a Barcelona junto a sus hijos para pasar un temporada realizando un postgrado en eficiencia energética de viviendas. Allí conocieron el trabajo de una empresa que reciclaba material textil para aislar casas, y ellos los instaron a probar algo similar con las materias primas que podían encontrar en Chile.

Con esa idea en mente y de vuelta en su casa en el sur de Chile, en 2015 nació Lanarq, un estudio dedicado a producir paneles de aislación para casas con lana de ovejas de la región. Para comenzar, se adjudicaron un fondo de la Fundación para la Innovación Agraria y con eso empezaron a comprar lana sucia a pequeños productores de la zona, la que aprendieron a lavar, secar y clasificar según fibra.

Al año siguiente se asociaron con la Escuela Agrícola de la región para comenzar a pilotar un proceso de fabricación estándar. Luego de investigar en laboratorio las propiedades de la lana como aislante, diseñaron el sistema de construcción que mantienen hasta hoy, que consiste en paneles de madera rellenos de lana a granel o de rollos de lana.

Una vez que Lanarq definió su modelo de construcción, sus fundadores decidieron llevarlo a la práctica con un enfoque social. Así se acercaron a distintos productores ovinos, a quienes ofrecieron la oportunidad de construir paneles para sus casas con la propia lana que producían, enseñándoles la metodología necesaria.

Además, participaron del Programa de Habitabilidad Rural del SERVIU, que en sus subsidios de vivienda bonificaba el uso de materiales locales, por lo que la inclusión de los paneles de Lanarq terminó facilitando el mejoramiento térmico de 10 viviendas y la fabricación de cinco viviendas nuevas de 50 metros cuadrados, que utilizaron 250 kilos de lana cada una.

Andrés Villouta y María de los Ángeles Lobos, fundadores de Lanarq.

Poderosas propiedades

Más allá de que la lana es un material que se produce abundantemente en la Región de Aysén, las pruebas de laboratorio terminaron por validar la apuesta que habían hecho María de los Ángeles Lobos y Andrés Villouta: usar este material no solo era una gran alternativa de aislación, sino también una opción sustentable. Esto se vio reforzado el año pasado con el reconocimiento que hizo el Instituto Nacional de Normalización de la lana como material aislante.

“Por ser natural, al degradarse la lana no genera gases nocivos y se incorpora de forma más natural al terreno, aunque tiene una vida útil bastante larga”, explica Villouta, quien agrega que “muchos otros materiales no dan garantía de lo mismo”, dice.

Respecto de sus propiedades, su conductividad térmica se asemeja a la fibra de vidrio y roca normalmente utilizadas. Además, presenta una mejor acústica que los materiales normalmente usados y una buena resistencia al fuego.

En esas investigaciones estaban cuando la llegada de la pandemia hizo que muchos de los planes de Lanarq se congelaran. Sin embargo, estos no se detuvieron. Durante los primeros meses de la crisis sanitaria comenzaron a pensar en el diseño de otro tipo de vivienda: un refugio de montaña con aislación de lana, que pudiera replicarse fácilmente en el ámbito turístico de la región para explotar nuevas oportunidades en ese rubro.

Así, durante 2020 construyeron dos pilotos de este modelo en el lago Polux, que además de aislación con lanas incluye un sistema de recuperación de calor eficiente y un sensor de control de CO2.

“Es una infraestructura de alto estándar para el turismo en la región”, cuenta Andrés Villouta, quien adelanta que esta construcción es un primer paso para diseñar una vivienda que alcance la certificación internacional Passivhaus, que garantiza un máximo confort para los usuarios, una buena calidad del aire interior y un consumo energético casi nulo.

“En la montaña hay construcciones que se arriendan en invierno, que son súper incómodas porque no tienen aislación y necesitas mucha energía para calefaccionarlas. Nosotros buscamos una solución de turismo que no sea estacional, sino que esté disponible para ser usada tanto en verano como en invierno. La idea es proponer algo de estándar nórdico”, explica Villouta.

El arquitecto también destaca el aspecto sostenible de este refugio y lo contrasta con las acciones que ha visto muchas veces en el sector turístico de la zona. Como ejemplo, cuenta que recientemente la orilla del lago se llenó de pelotitas de plumavit que se habían volado desde una construcción.

“Se habla mucho de esto, pero a la hora de comparar productos se aprecia más lo económico que lo sustentable. Una empresa de turismo enfocada en sustentabilidad y que vende un producto de naturaleza prístina, no puede construir y afectar al mismo medio ambiente donde después va a traer a los pescadores a buscar truchas. Es como raro”, señala.

Cada vivienda social de 50 metros cuadrados utiliza 250 kilos de lana para su aislación.

Mejores lanas y expansión a Argentina

Otra de las consecuencias que trajo la crisis por el Covid 19 es que el mercado de la lana en la Región de Aysén prácticamente se paralizó. Cuando los canales de distribución volvieron a funcionar con relativa normalidad, los productores de la zona se dieron cuenta de que ya casi no se estaba comprando el tipo de lana que se produce en la zona, de 24 micras, sino que de 21 micras para abajo.

Solo en Coyhaique hoy hay cerca de 600 mil kilos de lana actualmente sin mercado, aunque este problema está siendo visto como una oportunidad para Lanarq. Si bien la empresa estaba acostumbrada a usar lana descartada, ahora tiene a su disponibilidad gran cantidad de lana de primera calidad.

Según Andrés Villouta, esta es una oportunidad para escalar su negocio. De hecho, por estos días viajaron a Argentina para concretar alianzas con productores de allá, quienes también han sufrido un problema similar. La idea es importar lana y también comenzar a fabricar paneles en el territorio argentino.

Al mismo tiempo, la empresa planea seguir realizando asesorías de eficiencia energética a viviendas de la zona para así poder comenzar a proyectarse en nuevos rubros, como la construcción de infraestructura pública o de establecimientos educacionales.

Los paneles de Lanarq son rellenados con lana a grande o con rollos.

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