Lograr tener un candidato presidencial no fue una misión fácil para el Frente Amplio (FA). En la colectividad, hasta antes del 3 de abril – día de la proclamación oficial de Gonzalo Winter- todos o casi todos, apostaban a que el alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic, asumiera la representación de la colectividad.

La performance del jefe comunal en las encuestas de opinión pública lo hacían ser la mejor opción para tomar la posta de Gabriel Boric, sin embargo, Vodanovic se mantuvo firme en su postura de no abandonar su gestión en Maipú, por lo que se tuvo que buscar un plan B.

Entre los que se hablaron como alternativa para ser el abanderado del FA estuvo la excandidata presidencial y entonces embajadora de Chile en México, Beatriz Sánchez. También manifestó su disposición el abogado y exconvencional constituyente, Jaime Bassa. Sin embargo, un grupo importante apuntaba a Winter, ¿el problema? Él no estaba completamente convencido.

El diputado resentía ser el plan B, además también habían argumentos personales: hace poco había sido papá por primera vez, tenía dudas incluso de ir a la reelección y pasar a la segunda línea de la política para estar más tiempo con su familia. Asimismo, planteó que su figura representaba a la izquierda y podría generar distancia con el electorado de centro en caso de ganar la primaria; también estaba sobre la mesa su deseo de ser presidente de la Cámara de Diputados o ministro de Estado.

Winter entró en reflexión y se abrió a conversar con la dirección nacional. Luego de varios diálogos, además, con militantes frenteamplistas, terminó por aceptar.

Así Winter inició su aventura con la diputada Gael Yeomans como jefa de campaña; Beatriz Sánchez, como la coordinadora nacional de despliegue territorial y el alcalde Vodanovic en la Región Metropolitana.

Sin embargo, Winter no convenció. Nunca logró estar cerca en las encuestas de desplazar a Carolina Tohá, primero y luego a Jeannette Jara. Expertos sostuvieron que ser el continuador de un gobierno con tan bajo respaldo le impidió diferenciarse y lograr un respaldo más allá de la propia colectividad.

Pese a que intentó marcar diferencias con sus contendores, principalmente, dando señales de posible gobernabilidad, no logró su objetivo. Su tercer lugar fue un duro golpe para su partido, pero también para la continuidad y el legado de la administración Boric y finalmente, para su generación, aunque el ahora excandidato ha tratado de descartar estos dos últimos y ha dicho que su derrota es personal.