Juan Andrés Fontaine, uno de los economistas más emblemáticos de la centroderecha chilena de las últimas décadas, fue un articulador técnico clave de la oposición de entonces en las negociaciones para la reforma tributaria lanzada por Michelle Bachelet en 2014. Si bien esta vez el exministro de Economía de Sebastián Piñera no tiene contemplado involucrarse de la misma manera que hace ochos años, desde la semana pasada ya comenzó a empaparse y analizar de lleno de la reforma tributaria lanzada por Hacienda.

Desde su refugio permanente en las cercanías de la costa de la Quinta Región, el economista de Chicago ha estado también diseñando su nueva consultora de asesoría en materias macroeconómicas, regulatorias y de impacto social junto al exsubsecretario de Turismo, Juan Luis Uriarte, y el exsubsecretario de Energía, Francisco López.

“Sería conveniente que los plazos de aplicación de la reforma (tributaria) se extendieran más, porque la gradualidad en las alzas tributarias ayuda a absorber su impacto con mucho menor costo económico y social”, afirma Fontaine, quien realizó este análisis de la reforma antes de que el gobierno enviara, el jueves pasado en la tarde, el texto definitivo al Congreso.

¿Cuál es su impresión sobre la reforma tributaria lanzada por el gobierno?

Estamos viviendo una contingencia muy seria en la economía mundial, con un riesgo de recesión, entre otros problemas. En Chile estamos viviendo también ese mismo fenómeno en materia de inflación y un riesgo de recesión, a lo que se suma la enorme incertidumbre que ha provocado el proceso constituyente. En medio de ese contexto nacional y mundial, la propuesta de reforma tributaria debe ser discutida en el Congreso, y mi sugerencia es que sea analizada con mucha seriedad y calma. La reforma tributaria debe ser tramitada o cocinada a fuego lento, de manera de evitar experiencias anteriores en las cuales se intentó sacar adelante reformas tributarias a “mata caballo”, con impactos sociales y económicos muy negativos. De todas formas, celebro que el gobierno haya planteado la idea de que la reforma se enmarque en esta idea de fraguar un nuevo pacto fiscal.

¿Entonces, cree es un momento inoportuno plantear una reforma tributaria?

Es inoportuno plantear en este momento un alza de cuatro puntos del PIB en la carga tributaria a efectuarse a lo largo de los próximos cuatro años, que son los años en los cuales se van a dejar caer con mayor fuerza el riesgo de recesión mundial y nacional.

La primera prioridad del gobierno hoy es evitar que Chile caiga en una grave recesión con el riesgo de un aumento del desempleo y de caída de las remuneraciones reales, con las penurias económicas y sociales sobre las familias y empresas que eso provoca. Eso no implica que no deban discutirse perspectivas tributarias de mediano y largo plazo. No implica que algunas de las ideas que están en este proyecto no puedan ser abordadas, pero con un programa o calendario de aplicación mucho más extendido. En muchos países desarrollados, por ejemplo, es habitual que las reformas tributarias se planteen en un horizonte de diez u ocho años. Aquí lo que se está tratando, al igual como se hizo en la reforma tributaria del segundo gobierno de Bachelet, es hacer coincidir el calendario con la duración del actual gobierno. No hay ninguna razón de fondo para hacerlo así. Se puede iniciar un proceso de reforma tributaria en un gobierno y que continúe en un siguiente gobierno. Sería conveniente que los plazos de aplicación de la reforma se extendieran más, porque la gradualidad en las alzas tributarias ayuda a absorber su impacto con mucho menor costo económico y social.

¿Se puede lograr recaudar un 4,1% del PIB como se ha planteado?

Más allá de la recaudación, mi punto se centra más bien en el propósito de subir la carga tributaria en cuatro puntos del PIB. Aumentar la carga tributaria en un 20% y subir la carga sobre los impuestos a la renta y a los patrimonios a través de las propiedades en algo así como el 40%, es un golpe tributario muy fuerte si esto ocurre durante cuatro años.

Haciendo sintonía fina, ¿qué es lo que más le preocupa o destaca de esta reforma?

Como primer punto, me parece interesante el énfasis de la reforma en cubrir la enorme diferencia que existe en Chile entre la tributación que corresponde a renta personal versus lo que es la experiencia internacional. Hay una decisión en Chile de fortalecer los mecanismos de apoyo estatal a los sectores más vulnerables y a la clase media mediante un mejoramiento de las prestaciones sociales e ir avanzando hacia fórmulas de un estado de bienestar más amplio. El financiamiento para esto en el mundo se ha obtenido a través de cobrarles más impuestos a las personas. El contrato social que se le ha ofrecido a las personas ahí es pagar más impuestos para que el Estado mejore las prestaciones sociales. Hay algo de esto en lo que está planteado el gobierno hoy. Mi crítica al planteamiento de la reforma es hacerlo muy restringido a los sectores de más altos ingresos. El gobierno ha defendido que este impuesto lo va a pagar solamente el 3% más rico y el 97% no lo va a sentir. Sin embargo, ese mensaje es incorrecto. Para la construcción de un Estado social de derechos, como lo llama el proyecto constitucional, se requiere que todos paguemos más impuestos, aunque obviamente los que tienen menos pagarán una fracción menor. Preferiría que en el Congreso se discuta un avance muy paulatino donde se suban todos los tramos de impuestos un poco y que el tramo exento se haga más pequeño. Eso se puede hacer en 10 o 15 años, no de la noche a la mañana.

¿Cómo evalúa los cambios en materia de impuestos a las empresas y su efecto en la inversión?

Hay un aumento muy fuerte a la tributación a las empresas, incluyendo el royalty a la minería y otras medidas. Esto, sin perjuicio de la baja del impuesto de primera categoría del 27% al 25%, lo que considero positivo. De todas formas, ese 2% se reemplaza por una tasa de desarrollo y que se puede rebajar si se hace inversión y gastos que aumentan la productividad, lo que me parece positivo, pero no sabemos quién define qué es productividad. Además, ya existe un sistema de incentivo a la investigación y el desarrollo que me tocó como ministro de Economía perfeccionar y que no ha sido muy utilizado. Por eso creo que esa rebaja del 2% no va a funcionar mucho y lo que queda es un gran aumento de la recaudación tributaria sobre las empresas.

Dentro de este conjunto de medidas que suben el impuesto a las empresas está el 1,8% sobre las utilidades retenidas (diferidas) de las sociedades de inversión. La propuesta quiere castigar y desalentar esta retención de utilidades por el mero hecho de diferir este pago de impuestos. Sin embargo, se trata de un ahorro. Se debería estar premiando ese ahorro, porque es la principal fuente de ahorro y financiamiento de la inversión del país.

Hay que destacar que hay un serio problema de déficit de ahorro que se expresa en un déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos superior al 7% del PIB, lo que es a todas luces insostenible. Está presionando a la depreciación del peso y causando inflación. Lo que hoy necesitamos es aumentar el ahorro y creo que esta medida de gravar los ahorros empresariales debe ser revisada por el Congreso.

¿Dado todo esto, puede haber un desaliento a la inversión?

Recargar la mano a los impuestos corporativos, particularmente sobre las utilidades retenidas, desalienta el ahorro y, por esa vía, afecta la inversión. Es decir, la creación de nueva capacidad productiva y nuevas fuentes de trabajos.

¿En materia de salida de capitales también hay un efecto?

La salida de capitales está mucho más relacionada con la incertidumbre general que producen este tipo de cambios y todo el proceso constituyente. Asimismo, la experiencia internacional nos muestra que los impuestos a la riqueza provocan una fuerte disminución de la riqueza reportada para efectos de impuesto y eso es vía fuga de capitales hacia paraísos tributarios u otras fórmulas de disimular la propiedad de esa riqueza. La experiencia internacional de los impuestos a la riqueza es mala.

¿Le parece adecuada la propuesta en materia de royalty a la gran minería?

Las presentaciones que ha hecho Hacienda revelan que hay un aumento muy fuerte del impuesto a las rentas mineras. Me pregunto si no estamos viviendo una historia que ya tuvimos en Chile y en muchos países mineros, en los años 60 y 70, en el sentido de que cuando suben los precios se abren los apetitos políticos y se empieza a recargar de impuesto a la minería hasta que se paraliza la inversión. El gobierno debería estar trabajando a full para lograr que grandes proyectos de inversión se hagan en el país y se desate en Chile nuevamente un boom minero.

Además, el ministro (Mario) Marcel dice que pese a la fuerte alza, la rentabilidad de la inversión minera seguirá siendo superior al 15% y suficiente para atraer inversión. Pero eso no basta porque el cambio aumenta riesgo de los proyectos al imponer “tasa plana” sobre ventas brutas de hasta el 4%, que se paga aún si las utilidades bajan por caída del precio o alza de costos, lo que le pega especialmente a mineras de mayores costos y menor renta neta. Además, porque lo que más importa es que no perdamos ventajas respecto de otros países como, por ejemplo, Perú, que cobran menos impuestos y que, por tanto, ofrecerían rentabilidades mayores.

¿Tendrá una participación activa en el consenso técnico de esta reforma al igual que la anterior de 2014?

No planeo ningún rol en particular como tampoco planifiqué tenerlo en el 2014. Ese año me llamó la bancada de senadores de Renovación Nacional para que lo asesorara en la discusión en el Senado y ahí participé en las negociaciones técnicas con el gobierno, no en las negociaciones políticas. Hoy las circunstancias son distintas, porque el gobierno no tiene la mayoría parlamentaria que tenía entonces. Por eso, con mayor razón, en este momento va a tener que haber una discusión política y técnica en el Congreso más detenida de la que se esperaba en el otro caso. Pero no preveo tener ninguna participación en particular.

¿Cómo espera que se genere el debate parlamentario en un contexto de crispación política y debilidad económica?

Espero que sea una discusión realista, seria, y que ponga el foco en cómo encontrar una fórmula para avanzar gradualmente a fortalecer la capacidad del Estado de ayudar a la gente a través de mejores prestaciones sociales y hacerlo sin que eso dañe la capacidad de la economía para crear empleo y pagar mejores sueldos. Ese trabajo tendrá que hacerlo el Congreso con “calma y tiza”.

El efecto del dólar

¿Cuál es su evaluación de cómo lo ha hecho Mario Marcel como ministro de Hacienda?

Celebro mucho el enfoque que le ha dado a la política fiscal. Está aplicando la Ley de Presupuestos con mano dura y logrando ajustes del gasto público muy importantes, lo que es básico para estabilizar nuevamente la economía chilena que se desestibó durante la pandemia. Eso me parece muy positivo.

¿Le preocupa el precio del dólar y su efecto en la inflación?

De todas maneras. Me parece que es un dólar muy alto y me lo explico por la incertidumbre y la salida de capitales que ha generado el proceso constituyente, más la incertidumbre que proviene de la caída del cobre y su impacto en el déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos que ya era insostenible antes de la caída del cobre. Espero que en el debate constituyente haya mejores noticias a futuro. Espero que en materia de déficit en cuenta corriente el enfriamiento de la economía, que ya partió y que se va a ir notando crecientemente en menores importaciones, tranquilice a los mercados respecto de ello y, en consecuencia, estemos viendo simplemente una burbuja en el precio del dólar y que tengamos condiciones mejores para frenar la inflación hacia el fin de año.

¿Ve riesgos en materia de inercia inflacionaria?

La gran fuente de la inercia inflacionaria son las expectativas. Si las expectativas de inflación siguen altas, como lo han estado en las últimas semanas en Chile, eso empieza a alimentar alzas de precios y particularmente aumentos de salarios para recuperar poder adquisitivo. Eso va creando una espiral de aumentos de salarios, de aumentos de precios, que lo que perpetúa es la inflación. Entonces, es clave que las expectativas de inflación sean controladas y por eso el Banco Central ha hecho bien en adoptar una política monetaria dura tempranamente. La cantidad de dinero en los últimos 12 meses está cayendo y eso va en la dirección de absorber este exceso de liquidez que es lo que está detrás del alza fuerte de precios. Entonces, yo soy optimista de que este proceso se va a ir controlando, aunque hay riesgos de inercia.