A 10 años del terremoto que cambió la Tierra

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El 27 de febrero de 2010, la zona centro sur del país vivió un terremoto que tras 2 minutos y 45 segundos redistribuyó la masa terrestre del planeta, cambió la rotación e inclinó el eje de la Tierra. Es el quinto más grande de la historia.


La ciencia lo describe como el choque de las placas tectónicas, que conllevó a un proceso de subducción que luego originó un violento movimientos del fondo marino. El fenómeno ocurrió en la madrugada del sábado 27 de febrero de 2010, a las 03.34 horas, una década atrás. Fue el terremoto más intenso del actual siglo, con el cual Chile asumió que el riesgo de un tsunami en todo su territorio es constante.

El enfrentamiento del borde convergente entre la placa de Nazca y la placa Sudamericana, produjo la subducción de la primera por debajo de la Sudamericana, causando un terremoto de 8,8 grados de magnitud Richter, que se extendió por largos 2 minutos y 45 segundos.

En un país acostumbrado a los terremotos, luego rebautizado como como 27F, tuvo una característica que lo convirtió en icónico: recordó el riesgo siempre presente de grandes eventos. Algo que no estaba en la memoria colectiva de las nuevas generaciones, indica Pablo Salucci, geográfo de la Universidad Catolica y académico de la Universidad San Sebastián.

Desde el punto de vista histórico vino a remecer tanto el suelo como las conciencias, agrega Salucci: "Hasta cierto punto nos habíamos olvidado de lo que eran los grandes terremotos en Chile, porque no teníamos un terremoto de esas características desde los años 60, considerando que el terremoto de 1985, si bien tuvo una magnitud cercana a 8, no tuvo un tsunami y no generó tampoco el daño que tuvo el 27F".

Gracias a ese evento se retomó la discusión sobre la resilencia. Comenzamos nuevamente a entender un poco más el territorio que habitamos, dice Salucci. También la necesidad de acercar a la academia, a la ciudadanía y cómo esto se conecta con la política, en relación a los desastres. "Más que preocuparnos de eventos como el 27F, tenemos que ocuparnos, y ese es un tema que parte desde cada uno de nosotros hacia arriba", indica.

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Lecciones

El terremoto tuvo una ruptura de 500 kilómetros de largo, desde el sur de Lebu al norte, pero si se compara con el terremoto de Valdivia que fueron mil kilómetros, "esa ruptura tuvo distintos focos de liberación de energía que hizo que practicamente el 60% de la población del país sufriera en algún grado el movimiento".

¿Qué aprendizajes dejó el terremoto? A diez años, dice el académico, una de las grandes lecciones es la conciencia de que la población entienda, según el territorio que habita,   cómo reaccionar y cómo actuar.

También se discutió el cómo fortalecer a los gobiernos locales. Los simulacros de evacuación por riesgo de tsunami se han hecho de manera constante desde el 27F. "Pero aún hay temas pendientes, asociados a cómo se le da más fuerza al organismo fundamental en la gestión de emergencias, que son los municipios", destaca.

Implicó posteriormente un gran aprendizaje, la comprensión del fenómeno del tsunami. "Se entendió que tenemos una costa con una extensión muy enorme, con mucho espacio vulnerable a un tsunami y ahí falta camino por hacer", plantea. Fue así como, por ejemplo, se comenzó a hablar de evacuación vertical, un sistema que incluye construcciones como las que han realizado países como Indonesia o Japón, para que la población pueda protegerse en esos espacios altos ante el peligro de un tsunami cuando la geografía no se lo permite.

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Destrucción por tsunami en zona de Dichato, pueblo costero ubicado en la comuna de Tomé en la Región del Biobío.[/caption]

Cuando ocurrió el terremoto de 1960, y se produjo el tsunami, espontáneamente población en Puerto Saavedra, ejemplifica el académico, evacuaron hacia los cerros. "No había sistema de alerta, ni mensajes al celular, pero ellos sabían porque tenían en su memoria colectiva permanecía el recuerdo de otros terremotos en que se había producido la salida del mar", comenta.

Pero esa memoria colectiva puede volverse frágil. La transmisión se interrumpe por distintos procesos, por eso hoy en día es muy importante recordar que esos eventos son recurrentes en nuestro país. "Es fundamental que estas viviencias y experiencias estén presentes en la educación formal como en la no formal", dice Salucci.

Terremotos como estos producen efectos geográficos producen cambios marcados en la costa, provocando que ciertas zonas del territorio se levanten y otras se hundan (ver infografía).  Luego del 27F, eso se tradujo en pérdidas de playa en algunas zonas.

Las playas tienden a volverse más estrechas porque cambia la geografía de la costa por esos evento. La playa desde un punto de vista geográfico también tiende a presentar cambios abruptos, y se produce pérdida de la zona sedimentaria, espacio donde se hacen las actividades recreativas. "Un efecto no menor considerando que estamos con otro fenómeno, como es el cambio climático, que también afecta las costas", dice.

Han pasado 10 años, pero los estudios siguen. Es muy importante seguir levantando información sobre el 2010. De la misma forma, resalta el académico, que también se está re estudiando el terremoto de 1960, "porque hoy en día tenemos nueva tecnología, tenemos más fuentes de datos y es algo que requiere de permanente estudio".

En el caso del 2010 esas investigaciones apuntan a ahondar en aspectos referidos a las costas, a cómo se establecen los asentamientos urbanos en esas zonas y a la preparación de las comunidades.

Uno de los principales aprendizajes en ese sentido, dice, es la necesidad de repensar el cómo se está llevando a cabo nuestro desarrollo urbano, "porque lamentablemente en este tipo de eventos los más vulnerables son los hogares de menos recursos porque tienen a localizarse en zonas más riesgosas".

Tampoco olvidar algo que es evidente, pero que no siempre se considera: que estos eventos son recurrentes en el tiempo. "Al observar el desarrollo costero de nuestro país, se ve una preocupante densidad en la zona de la costa", sostiene.

Se requiere además, que se converse y reflexione en cómo se enfrentan los futuros eventos que se van a dar en base a la proyección que se observa en el norte grande y en la zona central.

Chile es un país sísmico y tiene un registro bastante extenso de terremotos con tsunami. "En ciudades como Arica e Iquique tenemos un periodo de tiempo en el que no hemos tenido un sismo importante, y de hecho mucho de los simulacros se han incrementado en esa zona, porque eventualmente ésta podría tener un evento de magnitud, y lo mismo con respecto al terremoto que eventualmente podría ocurrir en la zona central entendiendo que el último gran evento con un tsunami no menor fue terremoto de 1930 en Valparaíso", indica. Datos que hay que tener en consideración.

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