Anafilaxia y parálisis de Bell: en qué consisten estas reacciones a la vacuna contra el coronavirus, y por qué no nos deberían preocupar

Aunque los casos descubiertos en los estudios y posterior campaña de vacunación son muy pocos en relación a la cantidad de personas, los científicos señalan que mantendrán el seguimiento de los casos, y se contemplan tratamientos in situ en caso de existir algún contratiempo.


La semana pasada, el servicio de sanidad pública británico advirtió que personas con un historial de reacciones alérgicas significativas como anafilaxia no deberían recibir por ahora, la vacuna contra el Covid-19 desarrollada por Pfizer/BioNTech.

La advertencia se produjo después que dos trabajadores del Servicio Nacional de Salud (NHS) británico sufrieran reacciones alérgicas y requirieran tratamiento, en medio de la campaña de vacunación que recién comenzaba en el país.

A estos casos se sumó lo ocurrido este miércoles, con un trabajador de Alaska (EE.UU.), que también manifestó anafilaxia tras recibir la vacuna.

Aunque todos se recuperaron satisfactoriamente, tanto la Agencia Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA), como la Administración de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA) recomendaron a personas este tipo de historial médico que consulten con sus doctores para asegurarse de no ser alérgicos a ningún componente de la vacuna. Además se sugirió que en los sitios de vacunación existiesen tratamientos para cualquier inconveniente, y que lo ocurrido en el Reino Unido se relacionaba con personas que llevaban autoinyectores de adrenalina o EpiPen, y contaban con antecedentes de alergias severas.

La Dra. Ana María Agar, inmunóloga de la Clínica Alemana, explica que “la anafilaxia es una reacción alérgica extrema que pone en compromiso distintos sistemas como el cardiovascular, respiratorio, gastrointestinal y distintos órganos. Es una patología que puede ser causada por gatillantes como medicamentos, alimentos o picadura/mordedura de insectos como abejas, y el contacto con sustancias como las vacunas

“Entre sus síntomas se encuentra la caída de la presión arterial, sensación de ahogo o asfixia, compromiso cutáneo, diarrea, mareos o pérdida del conocimiento. Para ello, su tratamiento consiste en la administración de epinefrina, que aumenta la presión arterial y dilatar los bronquios, para no morir de asfixia. Es una patología seria que requiere tratamiento inmediato”, dice.

“Si hay un cuadro de shock, puede haber un colapso cardiovascular y afectar la irrigación de oxigeno y sangre al cerebro, con todas las complicaciones que esto puede llevar. Por lo mismo, puede ser mortal y debe ser diagnosticada y tratada de forma inmediata, con medicamentos como corticoides y antihistamínicos, pero el principal es la epinefrina de forma oportuna”, sostiene la inmunóloga.

Según la empresa Pfizer, el MHRA les había informado de las reacciones alérgicas, pero que durante los ensayos clínicos de fase 3 en más de 40 mil personas, la vacuna fue “generalmente bien tolerada, sin que se hayan registrado problemas de seguridad graves”.

Según la FDA, en los estudios de fase 2 y 3 se registraron un 0,63% de casos de reacciones alérgicas entre quienes recibieron la vacuna (137 personas), y un 0,51% (111 personas) en el grupo de placebo.

Aún así, el organismo sanitario británico indicó que la mayoría de las personas no sufrirán anafilaxia y los beneficios de proteger a las personas contra la COVID-19 superan los riesgos.

Parálisis de Bell

Otro caso llamativo de posible reacción a la vacuna tiene relación con la parálisis de Bell, una debilidad repentina de los músculos faciales que puede ser temporal, o en pocos casos, permanente.

El trastorno quedó en evidencia el 10 de diciembre, cuando la FDA alertó sobre cuatro casos dentro del grupo de inmunizados en los estudios clínicos, y ninguno en el grupo de placebo. El informe señala que “los casos señalados no representan una frecuencia superior a la esperada en la población general”, y que no existen fundamentos claros para vincular o establecer una relación causal entre la vacuna y este trastorno, aunque de todas maneras sugiere un seguimiento a medida que el número de personas vacunadas aumenta.

En cifras, el número de casos es muy menor. De acuerdo a los datos del New England Journal of Medicine, en los estudios clínicos de fases 2 y 3 participaron 44.820 personas, y de ellas 43.448 recibieron inyecciones de vacuna o placebo. En el grupo de vacuna, los cuatro casos representan el 0,018% del total, 21.720 voluntarios.

Según el Dr. Sergio Illanes, neurólogo de la Clínica Alemana, “la parálisis de Bell puede afectar a cualquier persona a cualquier edad. Su origen es desconocido, pero la teoría más aceptada es que es de origen viral. En general las personas con diabetes suelen presentar los casos mas graves, y la incidencia es 30 casos por 100 mil habitantes. En Chile, hay alrededor de 5 mil casos al año”.

En cuanto al tratamiento, Illanes explica que “este trastorno no cuenta con un tratamiento específico. Se usan antiinflamatorios potentes (corticoides) durante los primeros días para disminuir la inflamación del nervio, y si sospechamos que la infección que provocó la parálisis es por virus, se pueden usar antivirales. A mi juicio, lo más importante es prevenir las lesiones de córnea mientras se recupera la movilidad, ya que los pacientes suelen perder el pestañeo de un ojo por lo que éste se seca. Y en los casos más graves que no se recuperan durante el primer mes, kinesiterapia”.

La parálisis de Bell no es mortal. Suele recuperarse, pero puede dejar una asimetría facial permanente”, asevera el neurólogo.

Paños fríos

“El estudio de Pfizer abarcó aproximadamente 44 mil personas, un número muy grande. Es como si fuese un pueblo de Chile”, dice Alfredo Sagredo, investigador del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. “Hay que considerar que dentro de estos estudios hay criterios de exclusión como personas de 18 a 55 años, personas con comorbilidades, etc. Sacando esto del juego, 44 mil personas es un número muy importante. Así que la posibilidad que ocurra un evento adverso no relacionado con la vacuna es muy alta, sólo por probabilidad”.

“Hay que poner las cosas en perspectiva. Se entiende que la incidencia de la parálisis de Bell es de 15 casos entre 100 mil personas, depende siempre de las poblaciones. Entonces, que aparezcan cuatro entre 44 mil no es descabellado. Ahora, probar la causalidad es muy difícil. De hecho, lo más probable es que esto no esté fuera de los números que uno pudiese encontrar en una población normal, sin intervención de vacunas”, agrega.

“Asociar estos cuatro casos es muy débil, pero no así el efecto de protección generado por la vacuna. Está demostrado que la vacunación protege con respecto al placebo, y se llama eficacia. La intervención de la vacuna protege al desarrollo sintomático de Covid, y esa prueba no ocurre en relación a la parálisis de Bell”, dice Sagredo.

En cuanto a la alergia, el experto afirma que “al leer los criterios de exclusión, dice claramente que están excluidas embarazadas, personas con antecedentes de alergias severas o reacciones a vacunas; y se entiende que las personas que participaron alguna vez se vacunaron, porque todos lo hemos hecho alguna vez. Por ello, si alguna vez tuvieron algún problema, lo más lógico es que acudan a su médico”.

“Un buen mensaje que hay que dar es que si bien esta vacuna es de emergencia, hay otros prototipos que pueden ser utilizados en personas alérgicas a algún componente del medicamento de Pfizer, y así sentirse protegido”, sostiene.

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